Capítulo 26

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Pasaron tres días. Fui a comisaría para preguntar si iban a empezar a hacer la búsqueda. Respondieron que si y se pusieron manos a la obra.

No todos estaban de acuerdo con eso, ¿quienes eran? El policía al que pegué y otros.

Salí y fui a mi coche, miro mi móvil y hay llamadas perdidas de los chicos y amigas de Aitana, no he contestado porque rogarán que venga a la ciudad.

Y yo no me voy sin Aitana, es simple, no me iré, no me iré sin ella, vine a esta ciudad con ella y me iré con ella.

Intenté llamarla pero no contestaba, no se como ha pasado todo, fue tan rápido. Quiero encontrarla, ya no aguanto más, dije llorando en el coche.

Esto me dio tanta rabia que empecé a golpear el coche, todo, el volante, el cristal, la puerta, el asiento...

Conduje hasta el hotel y entré todo rabioso y subí a mi habitación.

Me quité la ropa y fui a ducharme con agua fría. Salí con dos toallas, una envuelta en la cadera, la otra por el hombro.

Llevo tres días sin comer, no puedo dejar de pensar en Aitana y en como está, lo único que puedo hacer es beber. Pero no comeré hasta encontrarla.

(...)

-Richard... -le llamé llorando.

No he comido en más de dos días, y sigo atada en la misma habitación y no puedo salir.

No me puedo creer que me haya dejado aquí y sin cuidados, creo que moriré si me quedo aquí un día más sin comer.

Y la cuerda me apreta las muñecas, creo que no pasa más sangre, casi nos la notó.

Lo único que tengo en la boca es mi saliva, que ya no me sirvo. ¡Maldita sea tengo que beber algo!

-¡Sácame de aquí! ¡Richard! ¡Sácame de aquí! -tosí. -Richard... -susurré.

Veía algo borroso, creo que me desmayaré... en... cualquier... momento... y de ahí todo se volvió negro.

(...)

-¿Pero que coño le pasa? -pregunté enfadado. -Lleva llamándome desde un buen rato. Y lo peor es que se le escucha desde el piso de abajo.

Subo las escaleras cabreado de escucharla, cuando abro la puerta está dormida.

-Estúpida, mira que llamarme para luego dormirte.

Me acerqué a ella y levanté su cabeza.

-Despierta. -dije. -¡Despierta! -empecé a moverle la cara para que despierte. -Vamos, ¡vamos! Aitana no estoy de broma. Levántate. Vamos, no me hagas esperar, si no te levantas te dejaré aquí. Maldita sea.

¿Que le pasa? ¿Tan profundo es su sueño? Moví su cara una vez más y no despertó, llamé a mi doctor personal y le dije que viniera. Este se quejó unas cuantas veces, luego le amenacé y finalmente accedió.

Luego desaté a Aitana y la llevé a mi cuarto, la cubrí con la sábana y pensé que todo estaba listo.

(...)

-Espero que terminemos de una vez, he dejado a muchos pacientes en el hospital esperándome.

-¿Y que hace aquí? -pregunté, aunque no me importaba.

-Me amenazaste con que viniera aquí, o me matarías.

-Tú sabe', tú me conoce', vale, vamos.

Subimos las escaleras hasta mi cuarto y entramos.

-¿Esta es la chica? -pregunta él doctor.

-¿Quien sino? Es la única chica, ¿o acaso ves otra? -resignó rodeando los ojos. -Más respeto.

Me quedé en mi sitio observando, él hizo sus cosas, examinándola entre otras cosas.

-Bueno, la chica, no está tan bien, está perdiendo peso, no ha comido durante días, no está hidratada y esas marcas de su mano están muy raras. Son horribles, sus muñecas están rojas y apretadas, ¿sabes que le pasó?

-No, doctor.

-Bueno, pues le aconsejería que le dieras de comer y que cuides de sus muñecas. Parece que la han atado a algo durante días.

-¿Que bicho haría eso? No te preocupes doc, yo me encargo.

-Bien, deja que despierte sola, no dejes que haga fuerza, y recuerda, dale de comer y beber.

-Que si, que si, que si, ya te he oído, muchas gracias por la visita adiós. -le empujé hasta dejarle fuera de la habitación.

Una Vida Contigo | Erick Brian ColónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora