Capítulo 24

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Estos se fueron dejándome en el suelo y Aitana con ellos. Estúpido Richard, se ha llevado a mi mujer MI MUJER. Voy a ir a por ella, la recuperaré.

Me levanté del suelo y rápidamente llamé a la policía, entré dentro del bar y llamé al dueño, él conoce a Richard, así que probablemente sepa a dónde se la lleva.

-No te preocupes mi amor, te encontraré. -susurré para mi.

(...)

-¡Sáquenme de aquí! -grité como loca. -¡Sacadme de aquí, imbéciles!

-No sabes cuanto te he echado de menos. -me dice Richard.

-Te odio -dije mirándole enfadada.

-Yo también te quiero, mi amor. -me mira sonriente.

-¡Richard suéltame! ¡No, no! ¡No me ates malparido! -dije porque estaban empezando a atarme.

-¡Si atadla! -dice Richard sin importancia.

Después me taparon los ojos y la boca. Empiezan a tocarme, el pecho y las piernas, intento moverme pero no puedo.

-Mmm -digo y empiezo a gruñir.

Quería hablar pero no podía, solo podía gruñir. No me puedo creer que nos hayamos topado con él. Por eso no quería volver, no quería acordarme de él, y gracias a Erick estoy aquí atada de pies a cabeza con un maníaco.

Dejé de forzar y me calmé, no del todo pero algo si. Volví a sentir la mano de alguien en mi muslo, seguro que es Richard. Quité sus asquerosas manos de mi muslo, todavía no sabía quien era, pero la respuesta es fácil, lo se.

(...)

Llegamos a un lugar, no sabía donde era, pues todavía no veía. Me cargaron, intenté safarme pero era imposible, eran demasiado fuertes.

Subimos, yo estaba en el hombro de alguien, este no es Richard. Sentí que entramos en una casa, me quitaron el pañuelo, subimos las escaleras, eran muchas ya que el hombre no había parado.

-Suéltame.

-Shh, no me pagan para que hables.

-Si quieres dinero yo te daré, pero por favor déjame ir.

-Si lo hago, el jefe me matará.

-Por favor, suéltame. Escapemos y no sabrá de nosotros nunca más.

-No pienso arriesgarme, señorita.

-Por favor -rogué llorando.

Este me puso el pañuelo de nuevo y empecé a patalear.

-Mmgg -gruñí.

El señor entró conmigo a un lado, lo supe porque oí la puerta y también sentí como girabamos de lado.

Se arrodilló y me dejó en el suelo, mientras me ataba habló.

-Se quedará un tiempo aquí, uno muy largo.

¿"Largo"? Intenté preguntar, pero el pañuelo no me dejaba.

Me quitó el pañuelo y escupí todo.

-Sois unos malditos abusones, sinvergüenzas e inútiles. ¿Que os hace pensar que mi novio no me encontrará? Probablemente os haya seguido.

El hombre rió muy bajito y cogió el pañuelo y me tapó la boca. Volví a gruñir.

Te odio Richard, maldigo el día en que te conocí.

Nos saludamos con un beso en cada mejilla y les invité a pasar. Nos sentamos juntos y empezamos a hablar.

-Hey, ¿no me saludan? -preguntó Erick entrando al salón.

-Hey, bro. -todos se levantaron.

Le saludaron y se sentaron de nuevo, solo que Chris y un moreno se sentaron a mi lado.

-Tu eres Aitana, ¿no? -le miré.

-Si, ¿y tú? -le pregunto.

-Yo Richard.

-Ah -sonreí.

Se veía tan bueno, parecía buena persona. Se me cayó una lágrima.

-Aitana, ¿puedes venir un segundo? -me llama Erick desde la cocina.

-¡Voy! Disculpa. -me fui a la cocina. -¿Pasa algo?

-¿No te estará coqueteando Richard, no?

-Eres muy celoso, solo estábamos hablando.

-Quiero decirte algo. -se acercó.

-Dime. -me besó.

Echo de menos a Erick.

Narra Erick.

-¿Sabes a donde de fue Richard?

-¿Quien es Richard? -preguntó como asustado, pues estaba muy cerca de su cara.

-El tipo al que saludaste hace un rato. No me digas que no te sabes su nombre. -dije con cara de asco hacia él.

-Él nunca me dijo su nombre, me dijo que le llaman Tribe Boy así que así le llamo.

-¿Y sabes a donde se fue? ¿O siempre va?

-Ni idea.

-¿Seguro? -me acerqué a él.

-Sí seguro, yo no se nada más.

Salí fuera y los policías ya venían, bien.

Estos estacionaron delante de mi y me preguntaron si fui yo quien les llamó.

-Si, oficial.

-¿Y que ha pasado? -me pregunta.

-Unos cuantos hombres han secuestrado a mi mujer.

-Ujum -asintió y empezó a escribir en su minilibreta. -¿Cuando?

-Hoy, hace nada.

-Pues lo siento -bajó su gorro de policía. -Solo actuamos cuando se han cumplido las 72 horas.

-¡¿QUE?! ¿Pero usted se ha oído? Acabo de comentarle que han secuestrado a mi mujer, y está aquí diciéndome que se deben cumplir 72 horas antes de que actuen.

-Si, pero son las normas que deberíamos cump...

-Cállese -le interrrumpí.

-No me falte al respeto...

-¿Quiere que lo golpee? -le interrumpí de nuevo.

-¿Ah si? Atrévase -me retó.

-Ah, ¿quiere que le pegue?

-Si.

-¿Si?

-Inténtelo.

Y así retándonos hasta que me cansé y enfadé y le pegué un puñetazo.

Una Vida Contigo | Erick Brian ColónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora