Epílogo I.

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La brillante luz que proveía el sol aquella mañana era más que perfecta, el clima que se sentía no podía ser mejor y sus alrededores eran más que placenteros para permanecer ahí; la calma y el silencio era algo que de verdad apreciaba.
Desde el punto en donde se encontraba de pie podía apreciar tallado en uno de los muros de aquella vivienda, borrosamente a causa del pasar del tiempo, un viejo emblema del clan Uchiha.
Había transcurrido en largo tiempo desde la creación de aquel mural.

Los viejos recuerdos de aquel feroz enfrentamiento contra Orochimaru, aquel Uchiha de probeta y su ejército de ninjas aún permanecían presentes en su mente.
Desde aquel día el mundo ninja había gozado de una larga y placentera paz, tan solo teniendo ligeros problemas con organizaciones criminales de bajo nivel de peligrosidad o con algunos ninjas rezagados, justo como él lo había sido, pero nada que les hubiese causado gran problema.
Tras la reconstrucción de la aldea, el desalojo y destrucción del laboratorio subterráneo, luego de encargarse de eliminar todo rastro de aquel ejército de Uchihas, todo había permanecido en calma.

Sasuke Uchiha respiró profundo, cerrando sus ojos por unos instantes para así analizar todos los sonidos a su alrededor. Sabía perfectamente como estaba ordenado el lugar, la ubicación de cada una de las cosas, por lo que no lo tomaría por sorpresa.

De pronto, acompañado de un ligero grito, una figura delgada, no mayor al metro y medio, apareció justo frente a él.

El líder del clan Uchiha no tuvo problema alguno en detener la hoja de una filosa katana con su kunai.

—Aún eres demasiado lento y bastante predecible— le dijo Sasuke.

—No es sencillo— se quejó, mostrándose exhausto. —Tú eres demasiado bueno, papá.

El joven Itachi Uchiha, llamado así en evidente honor a su tío, acomodó la antigua katana de su padre, ahora suya, en el interior de su funda y lo miró expectante. No había duda alguna en el niño: aquel hombre frente a él, mismo a quien muchos llamaban uno de los dos ninjas más fuertes del mundo ninja, junto a su tío Naruto, era su héroe, y mejor aún: su padre.

Podía tener tan solo seis años de edad, pero el pequeño Itachi conocía al pie de la letra la historia de su padre y su familia; el mismo Sasuke había sido el responsable de contarle todo para así poder demostrarle el gran peso que podría llegar a cargar sobre sus hombros si llegaba a tomar un mal camino en su vida.

—Esta es nuestra casa, ¿No es así?

—¿Eh?— se extrañó Itachi, mirando a su padre con curiosidad. —Sí, supongo...

—Al ser nuestra casa tengo un conocimiento exacto de todo, inclusive de los puntos desde donde podrías atacarme— comenzó a explicar, sentándose en el césped bajo sus pies; el pequeño Itachi no dudo en hacer lo mismo. —El sigilo no es solo el hecho de estar oculto de tu enemigo, sino también el ser capaz de saber una o varias maneras de no ser predecible a la hora de atacar. Un fallo, incluso uno minúsculo, puede costarte la vida. Ya deberías saberlo, Itachi.

El joven Uchiha, aquel que poseía un cabello negro como el de su padre, acompañado con un pequeño mechón de cabello rosado como el de su madre y quien también poseía dos brillantes ojos verdes, se mantuvo en silencio ante lo dicho por su padre.

—Y-yo... lamento decepcionarte, papá.

En aquel momento fue Sasuke Uchiha quien permaneció en silencio, tan solo analizando al pequeño sentado frente a él.
Muchos años atrás, él mismo se había visto inmerso en una situación similar con su padre y hermano. Fugaku Uchiha no había sido el mejor padre, siempre recordando las superiores habilidades de Itachi y la importancia de portar el apellido Uchiha, pero él no sería así.
El tiempo transcurrido lo había ayudado a entender que no importaba un simple apellido o lo que la gente pensara, sino la convicción e intención con la que se hacían las cosas.

"El Arrepentimiento Del Último Uchiha"  [Sasusaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora