CAPÍTULO 8

1.1K 116 7
                                    

                                 Sasuke

El viaje en avión fue muy largo. No estaba tranquilo pensando en Dark, solo en bodega. Aquel viaje me pareció
eterno y, aunque temía que pudiera lastimarlo, nunca lo hubiera dejado en casa. Aterrizamos sin problemas y
finalmente, después de casi cuarenta minutos, logramos salir
ambos de aquella caja y del aeropuerto.
Mantuve mis emociones a raya tan pronto como puse un pie
en el suelo de mi antigua ciudad. Alcé la vista al cielo y respiré el aire cálido y exótico. De todo lo que experimentaba,
no lograba encontrar nada bueno, excepto la idea de volver a ver a mis padres.

Con un nudo en el estómago, me dirigí al estacionamiento donde nos estaría esperando un empleado del alquiler de
coches. Afortunadamente, los trámites fueron rápidos y pude tener pronto el Jeep Renegade. Puse a Dark en el asiento
trasero y me zambullí en el tráfico.

Como esperaba, la ciudad había cambiado, parecía más tranquila, las calles estaban pavimentadas y los edificios más alejados del centro ya no parecían desmoronarse.

Aparentemente era una ciudad tranquila, casi pacífica, pero
sabía que ocultaba grandes grietas. Grietas que, tarde o temprano, habrían derribado los castillos de mentiras de
quienes vivían y manipulaban, como los Shimura y cómo lebsucedió a la familia Haruno.

Hace unos años, el padre de Sarada perdió todo, la empresa,
el dinero, la casa, se habló de inversiones erradas, socios equivocados y elecciones arriesgadas. No creí ni una sola
palabra leída en los periódicos, ni siquiera a mi madre, y mucho menos a Hinata.

Había algo oculto debajo de todo. Algo grande. Mi intuición como abogado me lo decía. Sin embargo, decidí evitar
cualquier noticia relacionada con aquella familia. Hice como
que nunca hubiera existido, y casi lo había logrado, hasta hoy.

Me detuve y estacioné el auto en el aparcamiento privado al
pie del rascacielos, en pleno centro, donde había comprado un
departamento para mis padres. Me hubiera gustado ubicarlos
más arriba, donde pudieran darse el lujo de perder el contacto con la realidad, donde me encantaba estar a mí, pero mi madre había vivido siempre con miedo a las alturas, por lo que habían elegido un segundo piso. Afortunadamente, el forcejeo fue corto hasta que decidieron aceptarlo; Después de la quiebra de los Haruno, ellos también se encontraron en medio de una encrucijada. Así pues, contacté a una agencia de bienes
raíces. Hicieron todo ellos, evitándome tener que estar aquí.

Fue suficiente escuchar la voz de mi padre desde el intercomunicador cuando llamé, para sentir un primer golpe
que me contrajo el pecho. No los veía desde hacía doce años.

Yo había elegido no verlos.
Pero lo peor estaba aún por llegar.
La cara de mi madre esperándome en la puerta. El dolor profundo en el corazón, rasgando una parte de aquella dura
coraza que hube construido con tanto esfuerzo.

Amar dolía, lo sabía, lo había vivido.
Tarde o temprano ellos también se habrían ido, me dejarían
solo; lo que había hecho en todos esos años era ir acostumbrándom acostumbrándome a la idea evitando verlos.

Cuando estuve frente a ella, el deseo de abrazarla se convirtió en ira. Ira por aquellas profundas arrugas que le
surcaban los ojos y la cara. Ira por el pelo blanco que llevaba atado en un apretado moño. Ira por la muerte que pronto
vendría a buscarlos. Ira hacia un destino que no podían alterar y finalmente ira contra mí por privarme de ellos y a ellos por privarlos de mí, su único hijo.
Si bien yo no moví un dedo, fue mi madre quien me echó los
brazos al cuello. Yo era veinte centímetros más alto que ella, así que la levanté instintivamente.

Dark comenzó a ladrar, rodeándonos, moviendo su cola. Después de unos minutos también salió mi padre. Era de él de quien había tomado la altura, los dos medíamos lo mismo, en
un tiempo, ahora, en la vejez, él había bajado unos centímetros.

ELLA ME  PERTENECEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora