capítulo 27

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Sasuke

¿Qué se siente al ser padre?

¿Qué sentí cuando Sarada me mostró la prueba de embarazo con los ojos cargados de lágrimas?

¿Cómo podría olvidar el pequeño corazón que latía rápido, ultrasonido tras ultrasonido? Aquel frijol que se volvía más y más real. Más mío.

¿Qué sentí cuando lo perdí?

Cuando toda mi vida se había desvanecido en el mismo
momento en que lo que quedaba de ellos eran dos cuerpos sin vida.

Sin vida.

Vida.

Sin embargo, mi hija estaba viva.
Doce años.
Doce años pasaron sobreviviendo.
Sin ella.
Sin un pedazo de mí.

Aun así, ella estaba aquí.

Había visto su cara.

Había escuchado su voz.

Había hablado con ella.

No me había equivocado, ella era de Sarada y mía.

Pero, sobre todo, ella sólo me pertenecía a mí, ahora.

Llamé a Dark con un silbido y esperé a que me alcanzara después de zambullirse en el agua cristalina.

Había bajado a la playa a paso rápido y apretando el pasaporte en las manos.

Me había escapado. Escapado para no volcar toda la ira, el dolor, el odio hacia Sakura frente a la niña.

¡Dios, sí que lo pagaría!

Le quitaría todo. Todo lo que poseía terminaría en mis manos. La habría privado de todo lo que necesitara su vida.

Quería hacerle lo que me había hecho a mí.

¿Cómo pudo actuar así?

¿Cómo pudo haber separado a una niña de su padre? De mí, que la amaba inmensamente.

Había renunciado a todo por ellas y ella lo sabía.

Había dejado de soñar, de estudiar derecho y estaba decidido a invertir mis ahorros para tener un hogar mejor, una vida mejor para ofrecer a mi familia.

¡Era feliz, carajo!

Éramos felices.

Ella, sin embargo, siempre había sido un obstáculo. Para nuestra historia. Para mi estabilidad mental. Por todas las
veces que la deseaba, aunque no quisiera.

Yo amaba a Sarada.

¡Tenía que amarla, joder!

Ella me había salvado de las malas compañías, de la calle, de las drogas.

Ella les hubo dado sentido a mis sueños.
Ella siempre había creído en mí y me alentó a convertirme en lo que yo quería.

Y me había convertido en alguien.
Había alcanzado aquella meta.

En Nueva York yo era el dios de los juzgados.

Un hombre sin corazón.

Sin emociones Una máquina de guerra.
En Ciudad de México era un hombre con demasiados defectos.

Vacío.

Débil.

Ahí estaban mis sentimientos.
Y era un asco

¡Joder, si era un asco!

Dolía. Malditamente mal.

Me pasé una mano por el pelo,

alborotados por el viento.

La playa estaba vacía, al igual que el mar plano, que era un chasco para los surfistas que venían a pillar olas.

Tenía que pensar

Pensar en el próximo movimiento.

Cómo traer a Sarada a Nueva York.

A la prueba de ADN.

Tenía que llamar a Kakashi, hablar con él al respecto.

Me preocupaba cómo podría reaccionar. Podría hacer cualquier tipo de jugada sólo para recuperarla. Lo que fuera.

—Sasuke.

Un peso tan grande como una roca cayó

sobre mi estómago.

No me di la vuelta.

No quería mirarla.

Quería que desapareciera.

Ella lo había arruinado todo.

Lo había hecho siempre

Lo hacía siempre.

—Es mía, ¿verdad? —Sentí que su respiración se aceleraba

—. Dime Saku. ¿Es mía o no? Apreté el trozo de papel que contenía la verdad. La otra mano se cerró en un puño.

—Lo sé, sé qué estás pensando. Se cómo te sientes. Yo… quiero explicarte. Quiero decirte…

—¡Basta, carajo! No hay una explicación. ¿Es mía o no? — grité. Ya no podía escuchar más su maldita voz.

¡Nunca más!

No quería verla nunca más.

—Sí

Me di vuelta y la miré a la cara.

De sus ojos violeta corrían lágrimas tan grandes como gotas de lluvia.

Ella me había devuelto todo y luego me lo quitó de nuevo.

Y la odiaba. La odiaba como nunca odié a nadie.

—Cometiste un gran error, Sakura Haruno. Esta vez nadie puede salvarte.

Quédate cerca, al menos hasta que mi hija sea mía, luego desaparece. Para siempre.

Le di la espalda y me fui a casa, pero no entré. Les di tiempo a ambas para prepararse y partir.

Me di el tiempo a mí mismo, para metabolizar que había
encontrado a mi hija.

Me detuve por un momento. El aire en los pulmones parecía habérseme agotado.

Dark se acurrucó a mis pies.

Abrí aquel documento nuevamente.

Yo era padre.

ELLA ME  PERTENECEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora