CAPÍTULO 14

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                          Sasuke

Habían pasado seis días desde que llegué, si bien mis padres
me habían atendido gratamente, había decidido recuperar mi
privacidad y mi independencia; ir a un hotel ni hablar, no
todos habrían aceptado hospedar a Dark, así que en cuanto leí
un anuncio de casa de alquiler en los acantilados de Playa el
Paraíso, lo tomé.

Conocía bien aquel lugar, iba con Sarada.

Allí hicimos el amor por primera vez.

Allí le juré eterna lealtad.

No sabía cuánto tiempo me quedaría, si tuviera que seguir mi
parte más racional habría tenido que abandonar la ciudad lo
antes posible, pero era mi instinto el que me frenaba, el que
me decía que me quedara y aunque me sentía extremadamente
incómodo, aquí estaba.

Dark había apreciado el arreglo temporal, tanto que ya había
elegido su rincón favorito, frente al cristal de la ventana,
donde la vista de la playa y el mar hacían de fondo. Fue justo
cuando estaba preparando el tazón con la comida que la vi.

Sakura Haruno era una incógnita para mí. No se había dejado
conocer doce años antes y temía que tampoco lo hiciera esta
vez. Me mantuvo a distancia, siempre lo hizo, con su mirada y
sus afiladas palabras, pero al día de hoy yo tenía el control. No
se escaparía, me dejaría entrar en sus secretos con o sin su
voluntad.

Cuando se sentó en el acantilado mirando las olas, decidí
alcanzarla. Fue una buena oportunidad para pillarla
desprevenida y sobre todo sola.

Al menos esperaba que lo estuviera.
Noté que ella me percibió cuando la vi levantarse y moverse
rápidamente. Se resbaló, pero el deseo de evitarme hizo que
volviera a ponerse de pie de inmediato.

Podría haber ordenado a Dark que la persiguiera y la
acorralara, pero era lenta, tal vez se había hecho daño, así que
la alcanzaría.

Tras unos pocos pasos, estaba encima de ella. Sakura cayó
debajo de mí. Mi cuerpo masivo la detuvo sobre la playa
mojada. Rápidamente agarré sus manos y las llevé sobre su
cabeza.

La lluvia caía sobre mi espalda, apenas notaba eso, ella había
captado toda mi atención. Intentó liberarse. Arqueó el cuerpo y
movió las piernas. Curvé mis labios y la dejé hacerlo por un
tiempo más, sólo para darle la esperanza de que lo lograría.

—Déjame, bastardo —gritó.
Evitaba mi mirada, se retorció debajo de mí, movía la cabeza
de lado a lado, sin importarle la arena que ensuciaba su rostro,
lo más importante para ella en ese momento era evitarme.

—¡Nunca!

Tomé sus muñecas con una mano y agarré su mentón con la
otra, asegurándome de que nuestros ojos finalmente se
encontraran. Cuando ocurrió, Sakura dejó de luchar.

Sus pupilas se habían oscurecido y me apuntaban como si
quisieran matarme. Le devolví la mirada, vi la misma ira del
pasado, el mismo odio que nunca olvidé. Aun así, no me puse
nervioso, sino que sucedió lo contrario. Ocurrió que aquella
pasión, ese fuego, ese ardor también me prendieron fuego a
mí.

La necesidad de empujar mi polla en su vientre para
mostrarle que yo era la más fuerte surgió incontrolable,
viéndome obligado a apretar los dientes para no moverme.

Lástima que ella pensara lo contrario porque se movió y me
causó un espasmo involuntario.

—Tú y yo tenemos que hablar —gruñí aquellas palabras a
unos centímetros de su boca.

Estaba enojado. Furioso con aquellas sensaciones que
invadían una gran parte de mi cuerpo.

—No —respondió decidida.

Apreté su barbilla aún más. Me tomé unos minutos para
mirar hacia abajo. Observé su boca, ahuyentando la imagen
que se había materializado violentamente en mi cabeza.

Me
deslicé para ver cómo su pecho subía y bajaba regularmente.

Sakura era peligrosa. Insidiosa para mi estabilidad mental.

¿Qué demonios estaba pensando?

¿Follármela?

¡Dios santo, cuánto lo deseaba!

Cerré los ojos por un momento. Suponía que la actitud que
teníamos nos llevaría por peligrosos caminos. Tenía que
calmarme y simplemente pedirle de encontrarnos de una
manera madura respetuosa.

Cuando volví a abrir los párpados, vi que las lágrimas
mojaba sus mejillas, las seguí y mi mirada se detuvo sobre la
mancha púrpura cerca del pómulo. No me llevó mucho tiempo
darme cuenta de que era la consecuencia de una bofetada o un
puñetazo. Había visto mujeres maltratadas, golpeadas y las
hube defendido, en la corte y fuera de ella.

—¿Qué carajo te ha hecho? —gruñí.

—Déjame, Sasu. Por favor déjame —Sakura se echó a llorar.
La mantuve aún quieta, pero cuando sus sollozos se hicieron
más frecuentes, la liberé de mis manos y de mi cuerpo.

Me puse de pie y esperé a que ella también lo hiciera.

Temblaba. Tal vez tenía frío… o miedo.

—¿Ves esa villa? —señalé con el dedo la casa en el
acantilado—. Yo vivo allá. Mañana a las ocho te espero a
cenar en casa, si no apareces vendré a buscarte a la fuerza.

Aquellas fueron las últimas palabras que le dije antes de
llamar a Dark y marcharme.

Necesitaba tiempo. Debía pensar. Reflexionar sobre lo que
estaba sucediendo.

Estaba seguro de que algo mucho más grande se escondía
detrás del Dr. Shimura, un monstruo.

ELLA ME  PERTENECEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora