CAPÍTULO 17

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Sakura

Confundida, miré a mi alrededor antes de darme cuenta dónde estaba. La luz del exterior iluminaba sólo una parte de
la pequeña habitación, incluida la cama en la que me había despertado.

Me estallaba la cabeza, especialmente debido a la toma de conciencia, que me golpeó de repente, como puño en el
estómago.

Ya era de día.

No estaba en casa.

Esta vez Danzo me mataría.

Estaba en casa de Sasuke, al menos eso era lo que recordaba.

Me giré de un lado a otro, asegurándome de estar sola, de que este silencio no era sólo una mera ilusión.

Me podría ir.

Me tenía que ir.

Inmediatamente.

Intenté levantarme, pero mi cuerpo estaba demasiado débil, así que apreté los dientes y puse más esfuerzo en ello.

Quedarse en aquella casa un minuto más significaba adentrarme en el peligro.

El corazón latió más rápido aún ante la idea de toparme con la ira de mi esposo, pero galopó con fuerza ante la idea de encontrarme sola con Sasuke.

Ayer estaba preparada.

Pero no hoy.

Hoy sólo quería huir.

Tan pronto como mis pies tocaron el frío suelo y estuve lo suficientemente segura como para estar erguida, algo se apoyó
sobre mi pierna.

Incrédula, primero miré mi piel.

Desnuda.

Me había quitado la ropa.

Luego llegó el turno de la pata peluda.
Una sílaba estrangulada brotó de mi garganta cuando una boca babeante tomó el lugar de la pata.

No me moví. Me encantaban los animales, nunca tuve problemas, especialmente los perros. Pero él. Tenía algo aterrador. Era grande. Como lo era el dueño.

Emitió un sonido y su lengua pasó de la pierna a mis manos, que sostenía apretadas en mi regazo.

Me encontré con su mirada. Sus ojos eran negros, brillantes y buenos.

Había aprendido a reconocer la crueldad escondida en una mirada, hombre o animal, no había diferencia alguna y aquí estaba claro que no había maldad.

Concentré toda la energía en mi brazo y lo alcé. Sin mostrar el miedo que se apoderó de mi garganta, lo dirigí hacia el
cuerpo del perro.

Me miró con curiosidad.

Había dos posibilidades: me mordería o se dejaría tocar.

Esperaba que fuera la segunda.
Mis dedos tocaron su suave pelaje y, tan pronto como comencé a masajear su negra melena, hundió su cabeza entre
mis piernas.

Estaba sorprendida y casi feliz con esa reacción.

Una sonrisa apareció en mis labios y continué acariciándole con mayor soltura.

Pasaron unos minutos y cuando estaba segura de que no me haría daño, me levanté.

No tuve tiempo de ponerme de pie porque la esperanza de poder escapar fue arruinada por los ladridos del perro.

—Shhh, por favor cállate —supliqué en voz baja.

Me mordí el labio y volví a la cama. Bajé la mirada hacia mis piernas desnudas, subí hasta donde la tela blanca
comenzaba a cubrir mi piel. Agarré el trozo de tela y lo miré como si fuera algo que nunca había visto.

ELLA ME  PERTENECEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora