Sakura
Catorce años antes, Ciudad de México.
El collar de diamantes brillaba alrededor de mi cuello,dándole un vivaz brillo a mi pálida piel.
A los diecisiete ya lo tenía todo, joyas, riqueza, un hermosoauto que me acababan de regalar y una familia que teníacuantioso capital.
No me faltaba nada.
Me rocié un poco más de “Ángel”, mi perfume favorito, otra pasada de lápiz labial rojo y me preparé para salir de mi
habitación, lista para saludar a todos los asistentes que habían sido invitados a mi fiesta de regreso.Había pasado los últimos años en un internado en el norte del país. Mis queridos padres habían decidido alejarme de Ciudad de México debido a que mi comportamiento no era
adecuado para la alta sociedad. Me llamaron rebelde, pero sólo
quería sentirme libre, que era diferente.Salía con un chico, de buena familia sí, pero no elegido por él, la historia no gustó a mi padre, que estuvo feliz de
deshacerse de mí.La auténtica verdad, sin embargo, era otra…
Había encontrado aquellos documentos…
Documentos que lo acorralaban. Papeles donde se apuntaban
todas sus actividades. No tenía que haber estado allí en ese momento, no debería haberlo escuchado a él y a su abogado
hablar de aquello y no debería haber entrado después de que se
hubieran ido a revolver sus cosas.Mis ojos se abrieron y mi piel se erizó cuando leí que mi padre estaba involucrado en tráfico ilegal.
Había otros nombres.
Muchos… demasiados.
Bajé las escaleras como una reina. Así me sentía, endosando una fortuna en ropa y joyas. Toda esa gente estaba allí por mí.
Un grupo de pecadoras y pecadores.Pero yo no era como ellos, era diferente, pero lo ocultaba. Tenía que hacerlo si quería sobrevivir.
Los ojos de mi padre se posaron en mí. Su dura mirada me recordaba que no hiciera gilipolleces. Me uní a él y con
disgusto disimulado lo besé en la mejilla. El brindis que ofreció el hombre que había contribuido a mi nacimiento,
resultó un tintineo de copas llenas de champán.No me faltaba nada, pero no tenía nada.
Excepto mi hermana.
La bella y perfecta Sarada.Estaba al margen de todo. Ella vivía en su mundo, hecho de arte y beneficencia.
Aquella noche socialicé poco, más que nada me senté en un rincón y los vi emborracharse y comer a costa de mi familia.“Qué asco” pensé antes de que decidiera levantarme e ir a tomar un poco de aire.
—¿A dónde vas? —Sarada se paró frente a mí tan pronto como me puse de pie.
Miré hacia el techo. La luz cegadora de la araña de cristal, que iluminaba todo el salón, me causó dolor en los ojos.
—Fuera. Necesito respirar —contesté dándole voz a mis pensamientos.
—¿Estas bien? —preguntó mi hermana.
—Estoy bien. Lo siento, tengo que salir —contesté pasándola sin dar más explicaciones.
También estaba enojada con ella. La amaba, no podía ser de otra manera, aunque contaba con su ayuda. Pensé que me apoyaría con papá, que trataría de convencerlo de que no me enviara lejos o que anticipara mi regreso a casa, pero no
sucedió.Había pasado cinco largos años en un internado sólo para señoritas. Apenas podía escuchar a mis padres, a mi hermana y aún más raramente a mis amigos.
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ELLA ME PERTENECE
Roman d'amourUna a una las noches, entre nuestras ciudades separadas, se suman a la noche que nos une. (Pablo Neruda) Esta historia no es mía ni los personajes me pertenecen ACLARACIÓN: Sasuke estaba casado con Sarada Pero no es Sarada su hija le puse este nombr...