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Me restregué los ojos suavemente y me incorporé de la cama.
El maldito dolor de cabeza me estaba matando, debo evitar tomar tanto.
-_____, el desayuno está listo – me exalté un poco al escuchar la voz de Sebastian desde la primera planta. Todavía no me hacía a la idea del sueño que había tenido.
Todo se sentía real, cada caricia, cada roce de nuestra piel, cada respiración, cada sonido…cada sensación era completamente real.
Sentí mis mejillas encenderse al recordar el sueño. Era ridículo como un sueño podía ponerme de esa manera.
-¿_____? ¿Te sientes bien? – alcé mi vista y pude sentir como se calentaban aún más mis mejillas.
-s-si estoy bien – afirmé bajando la vista para no tener que recordar la mirada tan reconfortante que tenía Sebastian en mi sueño.
-no lo estas – Sebastian se agachó y juntó nuestras frentes para analizar mi temperatura- no tienes fiebre –se alejó despacio y se volvió a poner de pie.
-te lo dije, estoy bien – me incorporé de la cama y me dispuse a bajar las escaleras, pero la mano de Sebastian agarró mi muñeca haciéndome volver hacia él.
Su mirada era fría y llena de dudas, estaba claro que tenía preguntas que hacerme.
-¿Qué te sucedió esta mañana? –mis ojos se abrieron como platos y mis mejillas volvieron tonarse rojas
-N-n-n-no sucedió nada
-entonces… ¿Por qué reaccionaste así?
¿Ahora que le invento? Mi corazón latía demasiado rápido, porque si era sincera no sé lo que podía llegara a ocurrir, pero no me gusta decir mentiras. Respiré profundamente y lo miré con la mayor serenidad posible.
-tuve un sueño extraño…eso es todo.
Sebastian me miró con incredulidad y luego soltó mi mano de manera lenta.
-muy bien, creo que debemos bajar…nos llegó una carta.
-¿carta? – quizás eran las recomendaciones que nos iba a dar el señor Brown
Bajé lentamente y me senté en la silla del comedor.
Sebastian cruzó la puerta de la cocina y salió después de unos minutos.
-aquí está el desayuno – exclamó Sebastian con una sonrisa. Bajé la mirada hacia la bandeja y allí traía unos Waffles y jugo de naranja.
-definitivamente Sebastian eres el mejor esposo del mundo – exclamé casi sin pensar, Sebastian sonrió y dejó la bandeja en la mesa.
-supongo, pero no lo suficiente como para hacerte sucumbir ante mis encantos – su mirada era intensa y profunda, sus ojos carmesí me llevaban a una dimensión diferente.
No podía evitar su mirada, sus ojos me atrapaban y sus labios son irresistibles.
-S-Sebastian…
-¿dime?
-B-Bésame
-yes, my lady – me sonrojé aún más y sentí la presión de los suyos contra los míos.