XIV

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— ¿Realmente tenemos que ir ahí? - Pregunté, rogando porque la respuesta fuera un "no".

— Puedes no ir, pero yo quiero los puntos. Así que iré a ensuciar mis manos para darle vida a esos árboles que consiguieron los de ingeniería. -Habló Frank con un sonrisa, sé que en el fondo la idea de ir de campamento a plantar árboles no se le hacía para nada aburrida o fuera de lugar.

Realmente parecía disfrutar de su suerte. A diferencia de mí, que un campamento para llenarme las manos de tierra y estar bajo el sol durante tres días, me parecía algo sumamente innecesario y poco atractivo. 

Sé que puedo sonar contradictorio cuando dije que un área verde es sumamente importante en una casa, ya que este te permite despejarte y pensar con claridad. Sin embargo, no me refería a esto, disfruto el  área verde, más no disfruto de criarla. Es como tener un hijo, y con Bee y Charlotte tenia lo suficiente. 

Algunas plantas necesitan más sol, algunas otras no necesitan tanto sol, y otras ni de asomo deben tenerlo. Lo mismo con la cantidad de agua, la humedad, el tipo de tierra. 

¿Cómo iban a confiarme esa tarea a mí? En mi vida he plantado algo. Ni siquiera hice que mi frijol germinara en el jardín de niños. Iba a ser un milagro que lograra plantar un árbol sin hacerlo morir. 

— Necesitas los puntos...yo que tú, iría - Me animó. - Oí que van a ir todas las facultadas, ¿No es eso una buena oportunidad para socializar?

— Tu socializas aquí o allá, no veo la diferencia - Reí, dejando la mochila en el asiento trasero, esperando a que Frank terminara de abrochar su cinturón de seguridad.

— Bueno, cada vez que veo a alguien solo y sin compañía siento que tengo que ir a hablarle. - Sonrió. - Es horrible que pasen de ti todo el tiempo y no te digan ni "Buenas tardes".

Frank suspiró mientras decía esto último, sus ojos me decían que estaba gritando nostalgia de manera interna, por lo que no pude aguantar la curiosidad y le pregunté, pero no hubo alguna respuesta. Pasamos el resto del camino en un pequeño silencio, se veía algo ido y no quise preguntar más. 

Me estacioné en la misma fonda a la que habíamos ido semanas antes, entramos por la puerta de madera y escuchamos ese familiar rechinido acompañado de la campana que estaba arriba de nosotros, indicando que habíamos llegado al lugar. Caminé hacia una de las mesas más lejanas de la puerta, Frank aún seguía algo callado, por lo que pensé que tal vez podría incomodarse si nos quedábamos en la vista de los recién llegados. 

Por suerte éramos los únicos comensales en la segunda mitad del lugar. Frank me observó por unos segundos, sonriendo ligeramente antes de dejar su mochila en el asiento de a lado. Noté que lo trajo consigo cuando bajo del auto, pero parecía tan sumergido en sus pensamientos que realmente pensé que ofrecerle dejar su mochila en mi auto iba a ser una propuesta un tanto idiota cuando ciertamente ya tenía su cabeza bastante ocupada.

— Cuando estaba en Rusia, tenía trece años en ese entonces -Comenzó a hablar.- Siempre estaba solo, acababa de mudarme de los Ángeles, aún no hablaba ruso, pero podía entender lo que decían en su gran mayoría - Mojó sus labios algo ansioso, fijando sus ojos en el pequeño marco desgastado de una pintura. - Automat, por Edward Hopper - Habló.

Giré mi vista hacia aquel cuadro, solo de verlo podía sentir la soledad abrazando mi cuerpo. Una mujer observando profundamente una taza de café que estaba justo frente a ella, sus ojos reflejaban tristeza mientras que el lugar que lo rodea, el cual parecía ser una cafetería, estaba cerrado. 

Un gran ventanal detrás de ella, mostrando una noche inmensa. No había nadie más que ella, y ese café, que es lo único que se mantenía lleno en un espacio tan vacío. 

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