Volkov:
Cuando entré en el baño me apoyé en la puerta y suspiré. No entendía como Horacio podía causar tantas sensaciones en mi, quería dejar de sentir las mariposas en el estómago. Estaba muy confuso, en las últimas semanas mi vida había cambiado drásticamente. Horacio se había hecho un hueco en mis seres queridos y aunque no lo quería admitir me empezaba a agradar la presencia del otro.
Ya había pasado el tiempo suficiente para calmar mis emociones, así que decidí salir. Lo que me encontré no me lo esperaba para nada, Horacio estaba tumbado en la barra y los otros dos zarandeándolo. Corrí allí al ver el panorama.
-¿Papá, eres tu? -preguntaba mirando al techo.
-¿Que le habéis hecho? -me acerqué a él cogiéndole de la cara.
-Se tomó la bebida que tu le recomendaste, así que esto es culpa tuya -dijo Greco cargándome el muerto.
-Te encargas tu de él -concluyó Ivanov.
Salieron del lugar sin dejarme tiempo a decir nada. ¿Qué iba a hacer con el de cresta ahora?
-¿Eres un ángel? -me sonroje al instante.
Lo solté y apoyé mi cabeza en su pecho ¿Qué iba a hacer ahora con él? Lo bajé de la barra e intenté que se tuviera en pie, pero no funcionó.
-Hola, eres muy guapo -intentó ligar Horacio sin tener consciencia de lo que pasaba.
Puse su brazo sobre mis hombros y empezamos a caminar hacia mí coche. Por el camino no paraba de tirarme la caña, cosa que no me molestaba, pero al mismo tiempo me generaba una duda. ¿Haría lo mismo con todos cuando estaba borracho? La respuesta era un claro si, sin embargo el comisario no quería aceptarlo.
-Venga Horacio, ponga de su parte. Yo solo no puedo -me quejé haciendo un puchero, cosa que a Horacio le debió parecer muy interesante, pues se quedó embobado con mi cara.
No se como lo conseguí meter en el coche, le abroché el cinturón y cerré su puerta. Me dirigí al lado del conductor y una vez dentro me planteé la pregunta del siglo.
-¿Horacio, me podría usted indicar dónde vive?
Este solo dio un ronquido como respuesta, se había quedado dormido. Resignado empecé a conducir a mi apartamento. Cuando paraba en los semáforos no podía evitar fijarme en lo tierno que se veía durmiendo.
Llegamos a mi casa, me dio una pena increíble despertarlo, pero no podía dejar que durmiera en el coche. Lo bajé como pude y lo llevé al ascensor de la misma manera que antes, con su brazo en mis hombros, la única diferencia era que ahora estaba medio dormido.
Al fin nos montamos en el ascensor, intenté que se tuviera solo en pie otra vez, pero no pudo. Es más, me abrazó dejando caer todo su peso.
Con un poco de inseguridad rodeé con mis brazos su cintura, joder se sentía tan bien. No me quería mover, pero habíamos llegado a mi piso, por lo que me separé de él. Saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta.
Lo acosté en mi cama, pero no podía dormir así, le quité los zapatos y la camiseta. Cuando iba a quitarle el cinturón se despertó y su mirada se clavó en mis ojos.
-¿Qué ibas a hacer comisario Bombón? -preguntó con voz ronca.
Mi nerviosismo aumentó cuando agarró mi mano y la puso en su bajo vientre. Cerró los ojos y tardó poco en volver a caer dormido, le quité el cinturón lo más rápido que pude. Antes de irme al sofá no pude evitar acariciar su cara, parecía hecha por los Dioses. No pude resistirme a darle un beso en la frente y cundo lo hice se dibujó una pequeña sonrisa en su cara.
Esa noche no pude dormir, ya que un hermoso chico de pelo rojo como el fuego se instaló en mi mente y parecía que nunca se iría. ¿Qué me estabas haciendo Horacio?
Superintendente:
Cuando Volkov se llevó a Horacio y a Gustabo me senté en la silla que había usado Gustabo y apoyé la cabeza en la mesa. No me podía creer lo que acababa de pasar, había desperdiciado lo que tenía con esos dos. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, no hacían tan mal su trabajo y ya me había empezado a acostumbrar a sus visitas molestas.
Resignado subí a mi despacho cruzándome a varios agentes por el camino.
-¡Superintendente, nos vamos de fiesta! -exclamó Ivanov pasando por mi lado.
Detrás de él iban Greco y Volkov, que estaban teniendo una charla animada.
Llegué a mi despacho y cerré con pestillo, no quería que nadie me molestara mientas estaba haciendo papeleo. A la media hora mi teléfono sonó, no le di importancia y lo ignoré, pero volvieron a insistir.
Desbloqueé el móvil y vi quién me estaba llamando. Era Gustabo, una pequeña sonrisa floreció en mi rostro. Le di al botón verde y me puse el teléfono en la oreja.
-¿Qué quieres? -pregunté seco. No podía dejar que viera mi lado amable, o sino Horacio y él no me tendrían el mismo respeto.
-Yo, quería disculparme por lo que ha pasado esta tarde -dijo, se notaba que estaba arrepentido.
-¿Solo eso? -no quería que la conversación acabase tan rápido.
-No, también quería darle las gracias por perdonarnos la multa y... -se quedó en silencio unos segundos -me preguntaba si nos podríamos ver mañana para arreglar lo ocurrido.
No lo pensé mucho, le dije que si. No hablamos mucho más, pero para mí fue suficiente. Acordamos que él vendría a comisaría mañana a primera hora.
Continué con mi trabajo y a las pocas horas caí rendido quedándome dormido en el sofá de mi despacho.
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Dreams (Volkacio/Intendenteplay)
FanfictionDónde los protagonistas tendrán que aprender a aceptar sus sentimientos, sobrellevar sus diferencias y asumir que no todo en la vida se consigue fácilmente. Créditos a los dibujantes de la portada. No se permiten adaptaciones o copias de esta histor...