Capítulo 7

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Conway:

Después de hablar con Volkov me fui a mi despacho a reflexionar, tenía mucho en lo que pensar. Tenía dos problemas principales, pero uno no lo quería aceptar, así que lo dejé de lado y me centré en el otro. Me senté en la cómoda silla y me quedé mirando a la nada con mi frente apoyada en la mano.

Estaba realmente preocupado por Horacio, conocía muy bien a Volkov como para saber la reacción que tendrá con él. Lo ignoraría como ya había pasado con anterioridad. Pocos saben de esta historia, ya que la mayoría de gente que había en el cuerpo por aquel entonces ya no está. Esto pasó hace aproximadamente seis años, con una alumna que tenía a cargo llamada Paola. La chica se enamoró profundamente de Volkov y toda la comisaría empezó a especular sobre una posible relación. 

El ruso la empezó a evitar y a tratarla con dureza, Paola se tuvo que marchar de la ciudad con una depresión de segundo grado. La verdad, no quiero que Horacio pase por esa mierda, lo considero como un hijo. Sin embargo con Gustabo era diferente, y ahí está el punto al que no quería llegar. El casi beso de hace apenas un par de horas, tenía sentimientos encontrados. Por un lado había una voz que me decía que me lanzase a la piscina, pero por el otro no quería que esta se encontrara vacía de nuevo.

Mi reflexión fue interrumpida por un aviso en radio.

—Un tal Horacio Pérez ha venido a verte, ¿le dejo subir? —se escuchó la voz de Torrente.

—Si, dile que suba —suspiré.

A los pocos minutos llamó a la puerta y le di permiso para pasar. Al entrar no lo hizo con una sonrisa como siempre.

—Siento no haberme presentado esta mañana. 

—No te preocupes, ya me he enterado de lo que pasó —se me hacía raro verlo decaído, siempre estaba alegre y de buen humor. ¿Le habría pasado algo con el de pelo gris? —Una pregunta, ¿has visto a Volkov por la comisaría?

Me miró extrañado, pero aun así respondió.

—No, no lo he visto, ¿por qué lo pregunta? 

—Nada, nada. Lo necesitaba para que revisara unos informes —me inventé.

—Le has dicho a Gustabo que te estabas pensando lo de contratarnos de nuevo. ¿Es por mi culpa? —preguntó cabizbajo.

—No tienes toda la culpa, pero si parte de ella. No puedo permitir que os peséis todo el día haciendo el anormal. Al no estar dentro del CNP me es imposible protegeos —le expliqué con dureza.

Estaba harto de que se metieran de líos de los que luego yo los tenía que sacar. Por mucho cariño que les tuviera y muy bien que hicieran el trabajo no me rentaba si tenía que estar pendiente de ellos.

—Creo que lo que voy a decir es una locura, pero ¿y si nos uniéramos al cuerpo? —propuso.

Me levanté de la silla de un salto, no me creía lo que estaba diciendo.

—¿Así, sin más? —pregunté incrédulo. —¿Tienes idea de lo que supone entrar en el CNP? No, claro que no tienes ni idea —me contesté.

Él también se levantó de su asiento y siguió tratando de convencerme.

—Denos una oportunidad, todavía no sabe de lo que somos capaces. A mi me encanta la acción y Gustabo tiene el pico de oro, somos el dúo perfecto.

—Con que el pico de oro —dije más para mi mismo.

Me sorprendí al estar cuestionándome su proposición. Empecé a dar vueltas por la estancia pensando en los pros y contras de contratarlos como policías. Llegué a la conclusión de que les haría las pruebas más difíciles de lo normal, así me aseguraba de que si entraban en el cuerpo merecería la pena.

—Me lo pensaré.

Horacio me miró incrédulo y se encaminó a mi con una sonrisa. No me esperaba que me rodeara con sus brazos mientras me daba las gracias. Lo aparté como pude sin hacerle daño y lo eché del despacho.

Narrador omnisciente:

Horacio se separó del Superintendente con una sonrisa, había conseguido arreglar lo que tenían con ese hombre e incluso consiguió algo mejor, formar parte del cuerpo. Si bien esto solo se estaba barajando, había posibilidades de que ocurriera. Salió del despacho de Conway por orden suya y se dirigió a la salida.

En recepción se encontró a Volkov y fue a saludarlo alegremente. Estaba emocionado y quería compartir con él la noticia de que pronto podría pasar a formar parte del cuerpo. La cara del comisario se iluminó cuando vio a Horacio, pero luego recordó lo mal que lo había pasado esa mañana por culpa de los anormales que no tenian nada mejor que hacer que cotillear sobre él.

—Buenos días comisario Volkov —dijo con educación.

El de cresta no quería incomodarlo, porque sabía que en el trabajo era un hombre muy diferente. Esto lo había comprobado la noche anterior. El comisario pasó de largo por su lado sin ni siquiera dirigirle la mirada.

Horacio frunció el ceño por unos segundos, pero supuso que este no estaba tan receptivo al estar en comisaría.

—Déjalo Horacio, está teniendo un mal día —se acercó Ivanov y puso su mano en el hombro del chico.

—Si estoy mal es por vuestra culpa —se giró para decir eso y se marchó de la estancia dando un portazo.

—Bueno, ¿qué pasó anoche? —preguntó Ivanov.

Horacio se encontraba en un punto muy delicado, no quería mentir a su nuevo amigo, pero tampoco podía decir la verdad e incomodar al comisario.

—No pasó nada, me dejó en mi casa y se fue —dijo con falsa tristeza.

Los presentes que estaban cotilleando la conversación se desanimaron, ya que no tendría nada con qué molestar a Volkov.

Justo en ese momento entró Greco en la comisaría, al de cresta se le vino una idea a la cabeza. Si no podía verlo en su trabajo, ¿que mejor que estar cerca suyo en cuanto a piso se refiere? 

Siguió a Greco a la armería y le preguntó con disimulo dónde vivía el comisario, pero este no era tonto y sabía su estrategia.

—Ven, súbete a tu coche que te lo marco —dijo dirigiendose al parking.



Dreams (Volkacio/Intendenteplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora