Capítulo 5

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Gustabo:

Me desperté con el sonido de la alarma, cogí el móvil de la mesita de noche, la apagué y miré la hora. Eran las 6:30 am. Me desperecé y me levanté, fui directo a la ducha. Hoy íbamos a quedar con el Superintendente, así que quería arreglarme para causar buena impresión.

Cuando salí de la ducha ya vestido me percaté de que Horacio todavía no había despertado y decidí ir a su habitación. Al abrir la puerta y encontrar la estancia vacía me acordé de que anoche salió de fiesta.

Le mandé diversos mensajes explicándole la situación y también lo llamé. Al ver que no contestaba me di por vencido y asumí que tendría que quedar solo con el Superintendente.

Salí de casa después de desayunar y cogí mi coche para ir en dirección a comisaría. Llegué a la puerta y me encontré a varios agentes desconocidos para mi. 

—Hola, ¿sabes si se encuentra el Superintendente? —le pregunté a un hombre de baja estatura y un tanto rechoncho que se encontraba detrás del mostrador. 

—Depende, ¿quién lo pregunta? —dijo mirándome intentando reconocer mi cara.

—Me llamo... —una voz conocida me interrumpió.

—¡Hombre Gustabo! —era Ivanov, sonreí y lo saludé. —¿Vienes a buscar al Super?

El hombre que estaba en el mostrador se fue a atender una denuncia.

—Si, ayer quedamos para hablar. ¿Te puedes creer que nos despidió? —pregunté haciéndome el ofendido poniendo una mano en mi pecho.

Ivanov estalló en una carcajada limpia y me dio la razón.

—Debe estar en su despacho. ¿Quieres que te acompañe o sabes el camino? —interrogó.

—De tantas veces que he ido me lo sé como la palma de mi mano —le dije soltando una pequeña risa. 

Me despedí del comisario y me dirigí al despacho del Superintendente. Por el camino me dio tiempo a pensar en lo sucedido ayer, no sabía por que no podía controlar mis emociones cuando de este hombre se trataba. Me daba mucha rabia no tener explicación para este tipo de reacciones.

Llegué a la puerta de su despacho y aparté todos los pensamientos que me atormentaban. Toqué tres veces y al ver que no respondía entré. Quedé sorprendido con la imagen que tenía ante mis ojos, el superintendente estaba recostado en el sofá con los ojos cerrados. Su rostro transmitía paz y su expresión era calmada, cosa que nadie estaba acostumbrado a ver.

Me aproximé a él con miedo de despertarlo y me senté en un hueco libre a su lado. Sin pensarlo mucho acerqué mi mano a su rostro y la dejé sobre su mejilla, este se revolvió ante el tacto y abrió los ojos. Su mirada se posó en mi, en el momento en el que me miró directamente a los ojos me quedé mudo, no llevaba las gafas de sol y pude apreciar el color de sus ojos. Era un verde muy claro, desvió la mirada incómodo.

—¿Qué se supone que haces Mariconetti? —preguntó con voz ronca.

—Despertarlo —dije con falsa calma.

—¿Donde está Horacio? —Preguntó extrañado incorporándose en el sofá.

—Lo más probable es que esté durmiendo la mona, anoche salió de fiesta y no volvió a casa —comenté riendo para relajar el ambiente.

Me levante y él hizo lo mismo. 

—Bueno, pues tendremos que hablar sin él. ¿Que me querías decir? —se cruzó de brazos esperando que yo empezara a hablar, pero no podía, estaba muy avergonzado por lo sucedido.

Tosió un poco y está vez si que empecé a hablar temiendo por mi integridad física si le hacía perder el tiempo.

—Vale, le he citado porque necesitaba decirle algo. No queremos desperdiciar la oportunidad que nos está dando —expliqué. — Haremos lo que sea necesario para volver a trabajar para usted.

—Me encanta que hables en plural cuando aquí solo estás tú —puso los ojos en blanco y continuó hablando. —Me has demostrado que tienes interés, pero dile a tu amigo Horacio que se ponga las pilas.

—En cuanto lo pueda localizar le aviso y si quiere nos podemos ver más tarde... —me interrumpió.

—Aún no tengo claro lo de volveros a contratar, no es que fuerais muy eficientes —dijo el de pelo negro.

Me ofendió que pensara así, fruncí el ceño y di un paso hacia delante.

—Puede que no seamos los mejores informantes, pero hemos arriesgado nuestra vida por usted y no tiene derecho a desprestigiar el trabajo que hemos hecho. Le ponemos ganas e ilusión y así lo agradece —le eche en cara mientras daba golpes en su pecho con mi dedo.

—Con ilusión no se va a ningún sitio, hay que esforzarse, dejarse la piel en lo que haces —me cogió la mano y la retiró de su cuerpo. — Y deja de taladrarme el pecho.

Nuestras miradas se encontraron y por inercia me acerqué un poco a él. Este hizo lo mismo, posando su mano en mi nuca. Mi mente en ese momento era un cúmulo de sensaciones y pensamientos primarios, solo quería acercarme más y eso hice.

Justo cuando nuestros labios se iban a encontrar alguien llamó a la puerta. Conway frunció el ceño y me soltó, fue a su escritorio y se colocó las gafas de sol.

—Adelante —dijo molesto.

La puerta se abrió dejando paso al hombre bajito que había en recepción.

—Siento importunar señor, hay un código tres en el flecca de garaje central. Se lo habría dicho por radio pero la tiene apagada —concluyó.

Buscó la radio entre un montón de papeles que tenía desperdigados por la mesa y cuando la encontró la encendió.

—Me dispongo a hacer las asignaciones para el código 3 del flecca. Tu Torrente —dijo señalando al hombre que tenía enfrente. —irás con Leonidas en pegaso. Ivanov, tu en binomio conmigo y los demás en Mery.

Torrente se había marchado al oír su asignación y el Superintendente estaba a punto de hacer lo mismo, pero se giró, apagó la radio y me dijo.

—Esto no se va a quedar aquí —me guiñó un ojo y está vez sí salió del despacho, dejándome solo.

Muchas gracias a todas las personas que estáis apoyando la historia, espero que os esté gustando. Os recuerdo que podéis dejar un voto, que no cuesta nada y así me animaré a subir más capítulos.
:D

Dreams (Volkacio/Intendenteplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora