Capítulo 9

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Horacio:

Volkov me llevó a una zona alejada de la gente. Seguramente quería saber por qué me mudé a su edificio. No pude evitar ponerme nervioso, ¿Qué le diría ahora?

—Horacio, ¿puedo saber por qué se mudó al mismo edificio donde yo vivo?

—Pues... quería cambiar un poco de aires y supongo que echaba de menos vivir solo. ¿Le ha molestado? —pregunté con cara de pena.

—No, no me ha molestado, solo quería una explicación —dijo poniendo su mano en mi hombro y dando un pequeño apretón.

Era ahora o nunca, me acordé de la conversación que tuvimos Gustabo y yo en el coche de camino a al comisaría.

Flashback:

—Horacio, es muy fácil, te acercas y le dices: Me gustas ¿te gusto? —dijo imitando mi voz.

Me reí por lo ridículo que sonaba, no pensaba decirle eso a Volkov. 

—¿Pero con que cara voy y le digo eso al hombre del que estoy enamorado? Ni de coña, que vergüenza.

—Que si, tu hazme caso. Si te pones a expresar tus sentimientos te va a interrumpir y pondrá cualquier excusa para no escucharte.

Ese comentario me descolocó. 

—¿Por qué no iba a querer escucharme? —pregunté haciendo un puchero. —¿Acaso no le gusto?

—No es eso, el ruso esta enamorado de ti. Pero su personalidad le impide decirte que siente lo mismo por ti. Es tonto, no se como te puede gustar alguien así —puso los ojos en blanco.

—Bueno, suponiendo que me declaro, ¿cuándo lo hago? Es decir, en que situación —dije dubitativo.

Gustabo suspiró y se pasó las manos por la cara. Este era un gesto muy característico en él cuando se estaba exasperado. 

—Nunca hay un momento bueno para decir las cosas. Simplemente lo haces y punto.

Fin del flashback

—Me gustas, ¿te gusto? —le dije mordiéndome el labio.

El comisario se quedó de piedra con los ojos muy abiertos.

—¿Cómo? —es lo único que pudo decir.

Me giré buscando el apoyo de mi amigo que estaba escuchando atentamente junto con Conway.

—Era así, ¿no Gustabo? —pregunté a mi amigo.

—Si, si —me respondió este alzando los pulgares.

Volví a centrar mi mirada en el comisario, estaba desconcertado.

—Eso, que me gustas, ¿te gusto?

—Horacio, venga a mi despacho.

El comisario estaba visiblemente sonrojado. Ese detalle me dio un poco de esperanza, tal vez significaba que también sentía algo por mi. Fuimos a la sala que estaba al lado del mostrador. Él entró primero, cerré la puerta a mi paso y me puse en frente suyo.

—¿A qué se refiere con que le gusto? —preguntó directamente.

—Pues eso. 

No me salían las palabras, estaba demasiado nervioso para hablar. Así que agradecí el consejo que me dio Gustabo de ser claro y conciso, sin darle muchas vueltas al asunto.

—A ver Horacio, le voy a ser sincero, yo para relaciones sentimentales no me veo capacitado debido a todo lo que he vivido. Hace unos años una agente prácticamente se me declaró y le dije que no. Quiero decir que a mi me da igual hombres o mujeres. Pero a mi se me conoce en comisaría como un hombre frío, de hielo y así es como soy. Siento no poder corresponder lo que usted busca Horacio —concluyó.

En mi cara se formó una mueca de disgusto.

—¿Se cree que soy tonto? —continué antes de que me interrumpiera. —Los dos sabemos perfectamente que usted no es de hielo. Lo demostró el otro día cuando me abrazó en el ascensor, cuando me ofreció su cama y cuando bailó conmigo.

—Estaba borracho —dijo un poco enfadado mirando al suelo.

—No pongas escusas, tienes un trauma muy grande, ¿Qué es lo que te ha pasado para que seas así? —le formulé la pregunta a medida que me iba acercando a él. 

—No se acerque a mi —me empujo. —Largo de aquí, no quiero volver a verle y para que lo sepa no tengo ningún trauma —dijo intentando sonar convincente. 

Lo miré con desprecio y salí del lugar con lágrimas en los ojos dando un portazo. Me topé con Gustabo y Conway que estaban intentando escuchar la conversación a través de una pared. No hice caso a los gritos de mi mejor amigo, ni siquiera pude entender lo que decía.

Llegué al lugar donde tenia el coche aparcado y me subí en el asiento del conductor. No esperé a ver si Gustabo venía, quería estar solo, necesitaba reflexionar. Tras unos minutos de trayecto llegué a un badulake y entré por la puerta de cristal.

—Hola, ¿me da una botella de Vodka? —le pregunté al chico que estaba detrás del mostrador.

—Si, por supuesto —se fue a buscar la botella. —Aquí tiene. Serán seis dólares. —dijo pasando el Vodka por el escáner.

Le di el dinero que le correspondía y me fui de vuelta al coche. Cuando arranqué el motor me llegaron varios mensajes de mi amigo. No quería preocuparle, así que le envié un mensaje para decirle que estaba bien. 

Destapé la botella y le di un buen trago. El alcohol quemaba mi garganta y aliviaba el dolor de mi corazón. Las lágrimas volvieron, el recuerdo de la conversación todavía estaba presente. Quería ayudar al hombre a espantar sus demonios, porque aunque Volkov lo negaba yo sabía que algo le atormentaba. 

Me adentré en la autopista cuando llevaba media botella bebida, no tenía consciencia de lo que pasaba, mi cuerpo se movía solo. Todo iba bien hasta que ocurrió lo inevitable, acabe chocando con un camión por ir en sentido contrario. Mi mente se nubló y quedé inconsciente.

Narrador omnisciente:

El hombre del camión con el que se había chocado Horacio estaba ileso. Se bajó del vehículo al asegurarse de que no venía nadie por la carretera y corrió para ver si podía socorrer al chico del coche.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó pero no obtuvo respuesta.

Al ver el estado del conductor del coche llamó a una ambulancia. Las sirenas no tardaron mucho en oírse. Tras comprobar el estado de Horacio se lo llevaron al hospital con urgencia. 

Dreams (Volkacio/Intendenteplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora