Capítulo 14

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Capítulo 14: Jodido enfermo

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Capítulo 14: Jodido enfermo.

Micaela Maxwell Alston.

Thomas y Samuel me dieron una mirada de complicidad antes de alejarse de mí, perdiéndose por el camino contrario al que yo debo tomar. Cabizbaja avancé por el corredor intentando ignorar los murmullos sobre la desaparición de Claudia, todos hablan de lo mismo. Sacan sus conclusiones, inventan historias estúpidas y todo gira en torno a ella.

Después de muerta su popularidad creció. La zorra debe estar feliz en el infierno.

Me detuve frente a mi casillero, lo abrí para guardar mis cosas y estuve tranquila hasta que mi vista periférica captó algo que prefería no haber notado. A tres taquillas de la mía se encuentra la de Claudia. En la puerta de metal hay una rosa blanca pegada con cinta adhesiva, hay fotos de la difunta con quien supongo son sus amigos y familia y en el suelo, ramos de flores, una fotografía de ella y velas. Un maldito altar frente al cuál Lucía Larense llora desconsoladamente.

Con la mandíbula apretada cerré la puerta más fuerte de lo que esperé provocando el sobresalto de más de un alumno y con la vista fija en la delgada pelirroja me acerqué a ella. Toqué su hombro, asustadola sin querer y cuando me volteó a ver noté sus ojos azules muy enrojecidos. Un puchero brotó en sus labios y me abrazó sin previo aviso rodeando mi cintura con fuerza. Sin poder evitarlo acaricie su cabello escuchándola llorar en el hueco de mi cuello.

—Todo estará bien.

—Está muerta ¿verdad?

Murmuró entre sollozos y me tragué la obvia respuesta.

—No pienses en eso. Ella seguramente se fue sin avisar.

—Claudia no haría eso —se separó de mí—. Ella no estaría más de tres horas sin actualizar sus redes sociales.

—No tengas mente negativa. Seguro está bien.

—Ojalá que no.

Susurró para sí misma, mirando fijamente el suelo pero alcancé a escucharla y cuando mi cerebro procesó sus palabras mis cejas se elevaron por la sorpresa.

—¿Qué quieres decir con eso?

—¿Q~qué? Emm, yo. No dije nada. Escuchaste mal.

Tartamudeó tomando su brazo con la mano contraria y comenzó a caminar intentando alejarse pero me niego a dejarla ir fácilmente. Tomé su brazo y la acorralé contra uno de los casilleros. Lucía bajó la mirada y pude sentir su respiración volviéndose irregular.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora