Capítulo 22

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Capítulo 22: Se acabó el juego

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Capítulo 22: Se acabó el juego.


Micaela Maxwell.

Empujé las puertas negras y entré a la habitación con pasos decididos aunque la verdad tengo miedo de lo que pasará a continuación.
Pasé a esa sala donde un día me metieron para demoler a golpes un saco de boxeo y pude ver a Adrien descargando su ira contra el mismo saco. Sudoroso y sin camiseta, centrado solo en machacar el cuero, olvidándose un momento de las miles de cosas que deambulan por su mente.

No hubo necesidad de hacer algún tipo de sonido. En cuanto me senté en el banquillo me vio a través de los espejos y se detuvo. Sobre sus pies giró y sinceramente me intimidó su ceño fruncido, su respiración descontrolada y sus puños apretados y cubiertos por vendas sucias y un poco rotas.

-¿Qué pasó?

Preguntó, como si en mi rostro pudiera ver que algo no va bien. Y es que aunque me joda decirlo, me conoce demasiado.
Del bolsillo de la sudadera saqué mi móvil y después de teclear llegué al chat de Lopere. Elevé mi mano frente a su rostro para que sus ojos se puedan encontrar con la pantalla y evité mirar su expresión.

-¡¿Qué demonios es esto?!

Ante su grito me tensé y solo pude guardar mi teléfono y encogerme en mi lugar. No deseo que descargue su reciente ira conmigo.

-Acaso él...

Se interrumpió así mismo, emitiendo una risa gélida que erizó mi piel.

-Adrien yo creo que...

-¡Tú no crees nada! -me interrumpió-. No vas a hacer nada, de esto me ocupo yo.

Dijo tajante y salió de la sala pegando un portazo. Una vez sola solté el aire que retuve y leí por decimosexta vez el mensaje que esta mañana me dejó sin aliento.

George Lepore.
Buenos días bella. Tienes una hermosa y pequeña misión hoy. Dada la guerra que desataron, gran parte del cartel del infierno está bajo tierra pero necesitamos derribar a su pilar fundamental para que desaparezcan de una vez por todas. Pablo Rodríguez debe caer y tú serás quien lo derribe.
A las siete treinta tienes que estar en la dirección que te envié.

Esto no pinta nada bien.

[...]

-No estoy de acuerdo con esto. -escuché hablar a Alex.

-Ninguno de nosotros -dijo Thom-. ¡¿Pero que mierda hacemos?!

-Solo nos queda cuidarla. Como dijo Lepore. -habló Gabriel, luego de lanzar un pesado suspiro.

-¡Sal ya Micaela! ¡George está al llegar!

Al grito de Samuel salí de mis pensamientos y después de taparme con una suave bata de seda azul halé la cortina que separa el vestidor del camerino.

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