Capítulo 7

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Capítulo 7: ¿Confías en mí?

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Capítulo 7: ¿Confías en mí?

Micaela Maxwell Alston.

Adrien se coló por la ventana abierta sin importarle lastimar mi cuerpo, el cual se encuentra sobre su hombro y pisó el suelo de mi habitación silenciosamente, sin alterar la tranquilidad de la noche. Sus manos se aferraron a mis caderas con una fuerza característica de él y me lanzó a la cama sin delicadeza haciéndome rebotar sobre el colchón, acción que gracias al alcohol hizo que carcajadas escandalosas salieran de mi boca y por minutos olvidé que en la habitación de al lado duerme mi antipática hermana, pero al contrario de mí, el pelinegro sí lo recordó por lo que velozmente se lanzó sobre mí y dejó caer su mano sobre mi boca, callándome y congelando mis labios con su frío tacto y me quedé paralizada viendo sus ojos grises puestos en los míos, mirándolos fijamente, helando mi sangre y cortándome el aliento.

—Cierra tu estúpida boca.

Murmuró entre dientes con una voz más ronca que de costumbre y antes de que pudiera reaccionar de alguna forma él se alejó de mí con la misma velocidad con la que llegó y se acercó a la ventana para luego, sin verme ni siquiera una última vez subirse al alféizar de ésta y después saltó sin temor haciendo que lo último que captaran mis ojos fuera el volar de sus rizos oscuros que se mueven con el frío viento de las cuatro de la madrugada.

Esperé en la misma posición varios minutos, en realidad sin esperar nada y sin pensar nada hasta que, casi en automático, como un robot me incorporé y salí de la cama dispuesta a entrar al baño, lugar donde tambaleante me quité la incómoda ropa que apesta a alcohol y cigarrillos y me metí bajo la ducha de agua fría esperando que elimine el sudor y un poco de la embriaguez que cargo.

[...]

—Señorita Micaela. Por favor señorita despierte, llegará tarde.

Susurros dulces junto a continuos golpecitos en mi hombro me hicieron despertar de mi sueño profundo y abrí los ojos con pesar por solo haber dormido tres horas. La sonrisa de Angélica fue lo primero que vi y luego de decir algo que no escuché se volteó y salió de mi habitación. Un suspiro salió de mis labios y luchando contra las ganas de cerrar los ojos y dormir me levanté de un salto para dirigirme al baño arrastrando mis pies.

Una ducha de agua fría terminó de despertarme y después de cepillar mis dientes entré a mi armario para luego de esconder la ropa que anoche dejé desparramada en el suelo, ponerme el uniforme que desgraciadamente me obligan a usar. Sin ganas ni siquiera de respirar metí la camisa por dentro de la falda, dejando los primeros botones sueltos y dejé medio echa la corbata alrededor de mi cuello. Hice a un lado la americana y me coloqué una cazadora de cuero a juego con mis botines y luego de acomodar un poco mi alborotado cabello me maquillé para disimular mi resaca.

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