Capítulo 12

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Capítulo 12: Manos manchadas

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Capítulo 12: Manos manchadas.

Micaela Maxwell Alston.

Sorbiendo mi nariz me separé del chico a la vez que limpio el rímel corrido de debajo de mis ojos.

—¿Estás más tranquila?

Preguntó pasando las manos por mi cabello y cabizbaja asentí. Sus dedos índice y pulgar sujetaron mi barbilla y la elevó hasta conectar nuestros ojos. Sorprendentemente no me mira colérico, no está molesto, él solo me mira fijamente de una forma que no logro descifrar.

—¿Por qué Micaela?

—Estaba molesta contigo —admití en medio de un sollozo—. Solo te desobedecí por el placer de hacerlo.

—¿Ahora entiendes que no te ordené que estuvieras en casa por capricho mío? —murmuró, inclinándose levemente hacia mí—. Sabía que pasaría esto.

Un suspiro salió de sus labios y soltándome, se volteó pasando las manos por su rostro con frustración.

—¿Quiénes eran Adrien? ¿Por qué me querían hacer daño?

Pude ver su espalda tensarse y cuando se giró nuevamente hacia mí solo apretó su mandíbula, con eso sé que no dirá nada. Adrien se quitó la sudadera, quedándose con una camiseta negra y me ayudó a ponérmela sobre el vestido sucio de barro. Sus manos peinaron mi cabello y me colocó la capucha, protegiéndome de la lluvia que se hace más intensa.

—Vamos a casa muñeca.

Susurró y me cargó en sus brazos, entre ellos me hice bolita como una niña pequeña y sin problemas el pelinegro comenzó a caminar conmigo encima. Silenciosas lágrimas se deslizan por mis mejillas y la lluvia nos empapa a ambos, pero al contrario de Adrien que va como si nada, yo tiemblo del frío.

[...]

Detrás de ambos cerró la puerta, dejó mi bolso sobre el pequeño mueble y caminó hacia el salón donde los chicos ven un partido de fútbol americano.

—Tardaste A. ¿Qué tanto hacías?

Preguntó Alex, viendo la pantalla con atención pero al no recibir respuesta inmediata se volteó con una sonrisa que se borró al verme entre los brazos del pelinegro, con la sudadera mojada cubriéndome, los pies sucios de barro al igual que mi rostro y tiritando del frío.
Apretó su mandíbula y sus ojos se encendieron en ira. Se levantó del sofá abruptamente llamando la atención de los demás miembros que al girarse me miraron en shock.

—Adrien —susurró con molestia—, ¿qué le pasó a Micaela?

El líder me miró fugazmente y volvió sus ojos a los de mi mejor amigo. Alexander pareció comprender algo ya que asintió mirando al suelo y después, con cuidado me tomó entre sus brazos. En completo silencio me llevó al baño y luego de cerrar la puerta me dejó en el suelo.

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