Descendientes - El llamado de la reina Mirana

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-EL VALOR VI-



RYAN

El silencio era reconfortante para mi, aunque aún estaba enojado, pude ver como la carroza de la princesa se iba en la noche.

Ni siquiera pude hablar bien con ella, sin ser interrumpido por ese idiota de Tristán.

Mi reflejo en el espejo mostraba muy bien que este no era mi atuendo casual, el celeste jamás me combinaba, detestaba tener que usar colores tan clichés o dulces.

Bufé y estaba a punto de quitarme el saco sino fuera por el toque de puerta que dieron. Fruncí mi ceño frente a ello.

Y abrí la puerta con una incógnita, el conejo posiblemente hubiera dicho algo, pero solo se oía un toque, no muy fuerte.

Era una mucama.

Una simple inclinación de su parte y me comunico: la reina Mirana desea verlo, su alteza —alce una ceja con fastidio.

Seguro me sermoneaba.

— ya que —pero no tenía escapatoria, debía ir.

— en la cocina blanca, príncipe —una vez más dio una leve inclinación y se despidió sin mirarme por los pasillos.

La vi irse, bufé y rodeé los ojos, cerré la puerta tras de mí y camine por los pasillos, la primera vez que vine, fui ante ella en la cocina, parecía que era su trono o algo parecido, pero era muy extraña, ¿qué clase de reina se la pasa en una cocina?

La mayoría del tiempo estaba allí, otras veces se hallaba en la mesa cerca del árbol hablando con sus leales súbditos locos.

Subí las escaleras en busca de la cocina y la hallé en un pasillo en silencio, con cada paso se hacía resonar el lugar y fisgonear con la mirada a medida que pasaban las habitaciones, parecía que el piso era especial para ella.

Con una mano dentro del bolsillo y la otra en la manija, estaba dispuesto a entrar, pero me retuve y suspire, moviendo mi mano a la puerta para tocarla.

No era un intruso.

Dos toques.

— ADELANTE —oí su voz a través de la puerta y entonces tomé la manija para girar.

Totalmente blanco, como lo recordaba, sentía que el blanco perforaba mi cuerpo, un escalofrío atravesó mi cuerpo por un instante.

— llegas justo a tiempo, querido Ryan —

Entonces ella levantó una cuchara gigante, sin mirarme.



— seguro te encantará —masculló con una sonrisa

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— seguro te encantará —masculló con una sonrisa.

Fruncí mi ceño.

— ¿que se supone que es? —

— pruébalo y lo sabrás —aún sonreía de par en par.

No era una sonrisa que daba miedo, me llamaba de intriga eso sí.

Con mi dedo índice tome una pizca de su masa en la cuchara gigante y probé con la mirada en el suelo.

Saboree, la harían mezclada con el dulce de la crema batida, también el sabor exquisito e inconfundible que había probado de las cerezas en el banquete de la boda de Mal, sin duda algunas me había vuelto un fanático de ese sabor desde ese día.

— ¿y? —me miraba ansiosa.

— está rico —masculle tragando la masa.

Su sonrisa se cerró, parecía complacida con lo que escuchó y siguió revolviendo la masa— sabía que tenía el toque de mi madre —admitió, me pareció ver que por un momento pensó lo que diría, pero al final lo hizo— mi madre hacía galletas cada noche de cada último día de semana, para celebrar lo bien que nos habíamos portado —fruncí mi ceño— a tu madre le encantaban las galletas con sabor a cereza en el centro, eran sus favoritas —parecía encantada con lo que decía— siempre comíamos de las galletas que nuestra madre hacía en su cocina especial —y entonces entendí el porqué tenía una enorme cocina para ella sola.

Quería parecerse a mi abuela en eso, poder complacer a los demás con alimentos.

Suspire.

— ¿qué hago aquí? —cuestione sin rodeos.

Ella me miró como si por un momento hubiera dicho algo que no esperaba y suspiro asintiendo y dejando la masa— necesitará treinta minutos de reposo —y lo cerró, sacudió sus manos y rodeó la alacena para posarse frente a mi— eres parte de la familia —arquee una ceja— no quiero seguir distanciando la familia, solo quiero... —

— ¿enmendar las cosas? —cuestione con gracia, parecía que había atinado— ¿no crees que es un poco tarde? —la miré impresionado por su cinismo.

— Ryan, yo de verdad lo intente todo —

Fruncí mi ceño, ¿cómo era capaz de decir eso? Cuando siquiera intentó que detuvieran y llevaran a su hermana a otro lugar, se desprendió así nada más .

¿Cómo era posible?

El Príncipe Rojo: La prueba de un príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora