Descendientes - Contrincantes de verdad

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-EL VALOR XXV-













RYAN

Y apenas toque el tercer escalón antes de llegar al último, pude escuchar una conversación peculiar.

— la cuestión es que... mis aves esperan devorarte —escuche la voz del tipo del desierto.

Pero una risa seca provino de ese mismo lugar.

— Eres un simple Sota de corazones en esta lucha —la voz de Tristán no se escuchaba para nada mal, así que estaba bien.

y pronto escuché — ¿simple Sota de corazones? te demostraré lo que este simple Sota de corazones puede hacer —algo se estrellaba contra un metal. Corrí de inmediato adentro, pero mi sorpresa fue grande cuando descubrí una enorme ave de espaldas a mí, tragué fuerte y me escondí tras un pilar a su lado.

Fue entonces cuando el ave giro, cerré mis ojos con fuerza, rezando que no me viera.

— Patético —la voz de Tristán.

El ave estaba de un lado, así que mire del otro lo que sucedía en el centro de este deteriorado lugar.

— ¿te desfiguró el rostro?, principito —cargaba un daga negra en su mano, con un puñado de corazones.

Fruncí mi ceño.

¿Por qué alguien aquí tendría un puñal de corazones?

— te conozco Ilosovic Stayne —Tristán camino a su alrededor— fuiste el principal amante de la reina roja, con tu puesto podrías inclusive asesinar a alguien, sin dar testimonio de ello, tenías todo a tus pies —

¿Amante de la reina de corazones?

Entonces.. ¿era él?

Mi madre siempre hablaba entre dientes de alguien, que según ella odiaba. Inclusive tenía un muñeco de algodón negro, el cual estaba sucio por el carbón de las llamas de la chimenea de la casa, casi siempre lo tiraba allí y maldecía por lo bajo, pronunciando siempre... Stayne...

ojalá te pudras en ese lugar tan siniestro —casi siempre decía cosas así— Stayne, ¿serás feliz con Alicia? —pero cuando veía que se estaba consumiendo por el fuego lo recogía y lo limpiaba, para luego acariciarlo— hubiéramos sido felices —y la comisura de sus labios se bajaba— pero, preferiste intentar matarme, la pagaste muy caro —y lo tiraba en otro lado, cruzada de brazos y sentándose, siempre al pronunciar su nombre, parecía tan herida— no te mereces mi amor, ni el de... niño ¿qué haces allí? —la última vez fui descubierto por ella, la espiaba y luego de eso, recibí múltiples golpes.

Bufé y tome mi cabeza con mis manos, ¿qué rayos significaba todo esto? Sé que mi madre ha tenido tantos amoríos, inclusive en la isla, era muy adulada, pero ella llegó hacía más o menos, unos dieciocho años atrás a la isla, justo unas meses después nací allí... lo que quería decir que...

Tal vez... mi padre...

— esa mujer jamás la quise, ni siquiera me causaba algún tipo de interés, pero su poder —levante mi mirada— Crims era despiadada y eso me encantaba de ella, además, a su lado, las cosas siempre estarían a mis pies —sentía una risa retorcida— inclusive ella —maldito.

Empuñe la espada.

Gruñi con odio y corrí en busca de aquel hombre que decía llamar a mi madre como un objeto.

— MALDITO —y fallé, porque cuando quise cortarlo, él lo esquivó a tiempo.

Ahora que lo veía, era más grande que yo.

— mira nada más —su ojo estaba muy abierto— si tenemos al escudero del principito —

— Ryan —dijo Tristán impactado.

Empuñe nuevamente la espada— TE CORTARÉ LA CABEZA —gruñó con odio lanzándome nuevamente a él.

Entonces sacó su espada.

— DIVIRTAMONOS, ESCUDERO —

¿Me seguía llamando escudero? Imbécil.

Estrelle espada con espada y lo intente empujar, pero era más grande que yo y me ganaba en fuerza, aún así la agilidad era mi fuerte y volvía a la pelea, la espadas resonaban entre sí, mientras él sonreía.

— NO DEBISTE INTERFERIR NIÑO —

— TE ARREPENTIRÁS DE TODO —

Hice que su espada temblará y retrocedió— Nada mal, veamos que tal esto —y lanzó otro ataque.

Fue entonces cuando sus ataques se volvieron más y más violentos, mientras tomaba ventaja con su estatura y yo intentaba esquivarlo.

— No... perderé... contra ti —gruñi y lance dos espadazos rápidos, bajando mi cabeza para no ser ejecutado, le di la vuelta y lo empuje con fuerza al suelo— nadie habla así de mi madre y vive para contarlo —amenace una vez que él estuvo en el suelo y lance mi espada cerca de su oreja, aplastando la mano de él que sostenía la espada.

— no puedes matarme —fruncí mi ceño, aún derrotado decía eso— tú príncipe no lo ha dictado —alce una ceja.

— ¿mi príncipe? —cuestione desubicado.

— el príncipe Tristán —

¿De verdad estaba diciendo eso?

El Príncipe Rojo: La prueba de un príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora