Descendientes - Cenizas de lo Horribloso

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-EL VALOR XI-



Ya me había resignado a volverme loco, después de todo aquí era donde viviría.

Aunque no era por mi voluntad.

— paremos pronto y comamos algo —fruncí mi ceño en medio del bosque, pero para Tristán era el lugar perfecto para comer.

— pues a mi parecer el lugar donde comía en la isla era mucho más limpio que un bosque —masculle con pesimismo.

¿Qué decía? creo que era mejor el bosque que la isla.

— solo comamos —escuché decir a Tristán entre dientes.

— ¿al menos trajiste los alimentos? —cuestione una vez vi solo dos espadas en su equipaje.

Fruncí mi ceño.

¿Por qué llevaba dos espadas? ¿acaso me mataría? ¿querría batirse en un duelo?

¿Por qué todo lo que pensaba era malo? estrelle mi mano en mi rostro y bufé.

— no será necesario —respondió al aire.

Fruncí aún más mi ceño ¿que cosa no era necesaria?

— ¿De qué hablas? —

— ya sabes, lo de "traer comida" no será necesaria —me vio de reojo y sonrió de lado— ya todo está preparado —

Trague fuerte y desvié mi mirada, aún estaba en este bosque y era muy extraño, si acaso pocos rayos de luz pasaban a través de las hojas de los árboles, eso sin contar los extraños sonidos que se escuchaban, ni en la isla de los perdidos se escuchaban semejantes cosas.

Pero, la temperatura me parecía tan familiar, era justo como allá, a diferencia que acá habían animales y también árboles muy fructíferos, tenían una vegetación muy abundante.

Pero, de un momento a otro los árboles empezaron a verse deteriorados, secos, inclusive destruidos y el suelo se hallaba en tiempo de erosión, parecía incapaz de hacer crecer una planta. Mi mirada fue a dar al frente, la vista no era para nada reconfortante, como todo esto parecía haber sido destruido a fuego puro. Paré de cabalgar y visualice mi alrededor, pues ahora había entrado por completo y quería saber por alguna razón, por que esta parte se encontraba asi.

— esta todo destruido —masculle con pesimismo.

Escuche como Tristán también detuvo a su caballo. Pero no dijo nada.

Frente a mi pude visualizar las casas destruidas, parecía una pequeña aldea, los árboles también habían pagado con creces lo que había sucedido aquí.

— Tristán —mascullé con recelo.

— ¿Te preguntas qué sucedió? —y ahora había bajado de su caballo y se había implantado en el suelo.

Hice un amago con mis labios.

Sé que no llevaba mucho tiempo aquí, pero me inquietaba el hecho de lo que hubiera sucedido en este lugar, sumido en cenizas y estacas dadas en diferentes lugares.

— creí que aquí las cosas solo eran extrañas, pero no tenía idea que también había destrucción —masculle con pesimismo.

Tristán camino entre los escombros y con un suspiró dijo— Fue un día muy festivo, esto fue mucho antes de que yo naciera, inclusive antes de que tu madre fuera desterrada —musito con pesimismo— El día horribloso —

Tristán camino entre los escombros y con un suspiró dijo— 	Fue un día muy festivo, esto fue mucho antes de que yo naciera, inclusive antes de que tu madre fuera desterrada —musito con pesimismo— El día horribloso —

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Fruncí mi ceño— siendo un príncipe y aún tienes un léxico deplorable —masculle con recelo.

— me refiero a que así nombraron el día —

— ¿horribloso? —masculle con intriga.

— esta era la antigua aldea Altascopas de los habitantes de Loquilandia, en ese entonces mi madre era la reina del Submundo —

Loquilandia...

Fruncí mi ceño— dijiste que mi madre aún no había sido desterrada —

Entonces dirigió su mirada a mí— tu madre el día de la coronación mostró que no era digna de la corona para liderar el Submundo, así que fue entregada a mi madre cuando cumplío su mayoría de edad, desde entonces el resentimiento de Iracunda fue mucho más grande que antes, pues ahora su hermana era la reina y ella era una princesa —allí yacía su resentimiento.

Cuando la corona fue entregada a Miranda, bajé mi mirada— ¿Mi madre hizo esto? —cuestione con un nudo en la garganta.

— El Galimatazo llegó primero y destruyó todo, fue un día de mucho dolor para todos, inclusive se pensó que la familia de Andy había muerto en ese entonces, fue algo trágico, mi madre también pudo haber muerto, sino hubiera sido por el sombrerero que se la llevó a tiempo —

Baje de mi cabalgura al poder notar algo de color entre tantas cenizas, lo visualice a lo lejos, como relucía entre tanta suciedad, mis pasos se hundía en las cenizas, aunque en otras circunstancias habían rocas, pero cuando hube llegado, alcance la altura correcta y tome el objeto entre tanto desastre, yacía algo sucio pero lo pude ver, era una muñeca de cabello rojos, vestido amarillo, pequeña en mis manos, le faltaba un brazo.

El Príncipe Rojo: La prueba de un príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora