Capítulo 10

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- Lo tengo claro -dije convencida cien por cien-.

- Pues venga -dijo Estrella- dale.

Estaba nerviosa. Mil preguntas se me pasaban por la cabeza, y necesitaba saber si de verdad era esa la correcta.

- Tía como tardes más lo haré yo por ti -replicó empujándome con el hombro- envíalo ya-.

Asentí, moví el ratón hasta el botón de enviar y lo pulsé. La pantalla se puso en blanco y salió una redonda de "Enviando". Segundos después cambió por "Solicitud enviada correctamente". En mi interior habían cohetes imparables. Solté un gran suspiro, ahora quedaba la peor parte, esperar la aceptación de la universidad. Al final me había decidido por el mundo editorial, quería trabajar rodeada de libros e historias que podrían cautivar tanto a personas como me lo hacían a mi. Acababa de enviar mi solicitud a la universidad. Se podría decir que ya tenía un pie dentro de ella. Y estaba que casi saltaba de alegría.

Estrella había enviado las solicitudes a las Universidades de Derecho. Defender a la gente de las injusticias se le daba muy bien, y más de una vez había tenido que ir a dirección por eso. Era buena y sabía que llegaría a ser de las mejores.

- Ves, no ha sido tan difícil eh -dijo riéndose-.

- Mira que a veces puedes ser muy tonta -dije riendo-.

- Sí pero seré yo la que te salve el culo cuando algún jefe gilipollas te haga algo malo -dijo moviendo las cejas-.

Reí al ver la seguridad que tenía en si misma. Eso era una de las cosas que más me gustaba de ellas. A pocas cosas les tenía miedo, pero aún así les daba caña y se enfrentaba a ellas, pero a las que no tenía miedo era como una leona, luchando por lo suyo. La líder.

- Ahora pasemos al segundo tema importante -dijo cruzando las piernas en el sofá- Tienes que volver ha explicarme lo que le dijiste-.

- Te lo he explicado dos veces ya -suspiré- fui, le di las gracias, me contestó mal y me quejé, luego me fui ha casa, punto final-.

- ¿Y no crees que es raro que horas antes estuviese cariñoso contigo y luego un borde total? -preguntó-.

- La verdad es que no mi importa, me habló mal cuando no le dice ni dije nada así que qué se aguante -dije cerrando poniendo el portátil a un lado-.

Asintió y no me hizo ninguna pregunta más. A su vez empezó a explicarme cómo le fue a ella con Alex, con pelos y detalles que decidí borrar una vez hubiese acabado de hablar. Estrella estaba verdaderamente loca por él, pero ¿podía decir lo mismo de él? Era verdad que fue muy simpático al aceptar entregar la copa por mi, pero nada más. Estaba en el grupo de amigos de Álvaro y tenían fama de ir de flor en flor, lo último que necesitábamos en nuestras vidas era un capullo integral. Ese puesto ya estaba cogido. Deseaba decirle lo que pensaba de él pero estaba demasiado ilusionada y no pude quitársela, al menos no en ese momento.

Habían pasado dos días desde que se celebró la fiesta y según ella, se estaban hablando casi todos los días. Todo parecía normal, como siempre, y me gustó esa sensación.

- Necesito volver a salir de fiesta -dijo Estrella dejando caer su cabeza hacia atrás-.

- Pues conmigo no cuentes -dije mirándola- ya tuve bastante con la anterior, harán falta muchas semanas hasta que yo pisa una casa con alcohol por todas partes y música ensordecedora-.

- Pues es tan fácil que, si tu no quieres ir de fiesta -dijo pensando-.

- No, de ninguna manera -dije mirándola-.

- La fiesta venga a ti -dijo con una mirada diabólica- Oh vamos, nunca has montado una fiesta en casa-.

- Y sigue estando en la lista de cosas que nunca haré -dije señalándole-.

- Eres muy aburrida -dijo haciendo una mueca-.

- Y tú demasiado loca -dije- y esta conversación se ha terminado-.

***

- Oye, este fin de semana juegan los chicos en casa -dijo Estrella antes de irse de mi casa- dime que me acompañarás a verlo-.

Puso pucheros con los morros y los ojos como un perrito. Esta mujer me engatusaba en demasiadas cosas.

- No se tía -dije rascándome la nuca- nunca hemos ido a uno, no entiendo porqué ahora hemos de ir-.

- Porque el tío más bueno del equipo va a jugar, y me ha pedido que vaya -dijo sonriendo- y no quiero ir sola-.

- Vale, iré contigo -dije poniendo los ojos en blanco-.

- Gracias, gracias -dijo estrujándome en sus brazos- ahora sí que me voy-.

Esperé a que se metiese en el coche y desapareciese de la calle para entrar en casa. Al darme la vuelta no era la única en la calle. Álvaro acababa de salir de su coche, venía vestido con la ropa del entrenamiento. Nuestras miradas se cruzaron por un segundo. Fruncí el ceño y entré. Cerré la puerta y subí las escaleras para entrar dentro de casa.

Me duché con tranquilidad, me puse mi crema corporal y volví a mi cuarto una vez terminado. Puse en el cesto la ropa sucia y me tiré encima de la cama. Cogí el móvil y vi unos mensajes de Estrella asegurándome que había llegado a casa sin ningún problema. Luego vi uno de mis padres.

"Lo sentimos cariño pero llegaremos muy tarde a casa"

"Operación de última hora"

"Pablo y Clara también, si tienes algún problema avisa a Álvaro"

Claro, como que lo iba a aviar si tenía algún problema. Decidí no leer más mensajes, siempre eran los mismos cuando tenían una operación de última hora. Respondí con un emoticono de pulgar y cerré el móvil. Bajé a la cocina para ver qué había o qué me podía hacer. Estábamos a viernes así que pocas cosas nos quedaban. Saqué un cuenco con pollo a la plancha y un poco de pasta, lo metí en un plato y lo puse a calentar. El timbre sonó, intrigada por saber quién podía ser caminé hasta la puerta y al abrirla unos ojos marrones aparecieron como si nada.

¿Qué hacía él aquí? ¿Cómo había abierto la puerta que daba a la calle?

- Hola -dijo haciendo una mueca-.

Supongo que mi desconcierto le impactó.

- ¿Cómo has entrado? -pregunté-.

- He abierto la puerta -dijo sacándose del bolsillo de los pantalones una llave-.

El sonido del microondas me hizo volver al presente. Álvaro seguía esperando a que le dejase pasar dentro. Me eché a un lado, entró y cerré la puerta para después quedarme apoyada en ella.

- ¿A qué has venido? -pregunté cruzándome de brazos-.

- Ceno aquí -dijo con las manos en los bolsillos- ¿no lo sabías?-.

Negué con la cabeza. A mi nadie me decía nada, ¿o qué?

- ¿Y porqué aquí? -pregunté dando un impulso-.

Pasé por su lado y un olor que reconocía muy bien entró en mis pulmones. Me obligué a seguir caminando antes de parecer una psicópata.

- Mis padres no van a volver hasta dentro de mucho por una operación de urgencia, no hay comida preparada y yo quemaría la cocina si encendiese un simple fuego -dijo siguiéndome-.

Estaba utilizando el sarcasmo, lo había caminado por el malhumorado de siempre. Como sabía que si me trataba mal se quedaría sin cenar el carbón.

- Bien, veamos que podemos hacer -dije sacando mi plato del microondas-.

Estaba claro que tardaría más de la cuenta en cenar.

Quién me iba a decir a mi que en vez de yo ir a por su ayuda, él vendría a por la mía. La vida era una caja de sorpresas.

No me rompas de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora