Capítulo 8

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- Me voy con él -dije lo más seria que pude- la próxima será-.

- Ya la has oído, nos vamos -dijo Álvaro sonriendo-.

A veces su comportamiento me daba miedo.

- La próxima será preciosa -dijo pasándome la mano por la barbilla-.

Asentí y recibí un fuerte tirón hacia adelante. Bajé a tropezones las escaleras principales y casí me caí. Este tío no tenía ningún cuidado con las personas por lo visto.

- Oye podrías no romperme el brazo -dije haciendo para que me soltase- me haces daño-.

- Vamos -dijo tajante-.

Frustrada por su comportamiento lo seguí, o al menos eso intenté hasta que perdí el equilibrio. Unos brazos me salvaron de una caída bastante dolorosa.

Dejé de sentir los pies en el suelo, y notaba como mi nariz percibía un olor muy agradable.

- Ni andar recta puedes -maldijo por lo bajo-.

- ¿Te han dicho alguna vez que malhumorado eres un nefasto compañero? -pregunté mientras me llevaba en brazos hasta el coche- ¿No? Lo suponía-.

No respondió.

***

Cuatro y media de la mañana. Quedaba media hora para que mis padres se levantasen para irse a trabajar. No podía volver a casa aún.

- Para -dije- para el coche-.

Estaba en el coche, y aún no podía volver.

- No -dijo-.

- No puedo volver a casa -dije cerrando los ojos-.

Esta vez la había cagado pero bien. ¿Por que había tenido que beber tanto? ¿Por qué nadie me paró los pies?

- Todo me da vueltas -dije abriendo y cerrando los ojos- no puedo ir al hospital-.

Una risa.

- No vas a ir al hospital -dijo Álvaro-.

Noté como unos dedos apartaban mi pelo de la cara. Estaban frías.

- Hace mucho frío -dije abrazándome con las manos-.

- Necesitas que tu cuerpo entre frío, y no puedo meterte en una ducha -dijo-.

Durante lo siguientes minutos nadie dijo nada, y eso me incomodaba bastante.

- Háblame de algo -pedí a regañadientes- no me gusta el silencio-.

- A mi sí -dijo tajante-.

- Le iría bien a tu cuerpo dejar de ser tan borde durante unas horas -dije sin más molesta-.

Sin más puso música. Me quedaba claro que no hablaría más así que decidí centrarme en la música que sonaba y el exterior. Las luces las veía el doble de grande y me deslumbraban así que cerré los ojos.

***

- Sofía -susurró en mi oído- despierta, hemos llegado-.

Los recuerdos vinieron a mi como una película a cámara rápida. Me enderecé demasiado rápido y un fuerte dolor me atravesó la cabeza, cuando enfoqué la vista vi que seguía en el coche.

- Me duele -maldije tocándome la cabeza-.

Con su ayuda salí del coche, miré la casa y las luces estaban apagadas.

- No, espera -dije parándome en seco- no pueden verme así-.

- Son las seis de la mañana, ya se han ido al hospital -dijo sujetándome con fuerza-.

La forma en la que me hablaba había cambiado, era menos brusco igual que la forma en la que me tenía sujeta.

- Que bien -susurré dejando caer la cabeza en su pecho-.

Noté como se le tensaba el cuerpo entero y sonreí, al parecer estar cerca de él le producía tensión.

- Vamos -dijo cogiéndome en volandas-.

Consiguió aguantarme a mi de pie y coger la llave de emergencias con alguna dificultad, abrió la puerta, me pasó las manos por la cintura y conmigo por delante fue obligándome a caminar hasta el interior. Escuché cerrarse la puerta principal, así que por fin estaba en casa.

Con muchos intentos conseguimos subir hasta mi cuarto, allí con cuidado me dejó en la cama.

- Ves, cuando quieres eres un amor -dije sonriendo con los ojos medio cerrados-.

- Sigue creyendo eso -dijo antes de soltar una pequeña y silenciosa risa- voy a desvestirte Sofía-.

Asentí con la cabeza, no me importaba dormir con la ropa, pero si alguien estaba dispuesto ha hacer ese gran esfuerzo yo no le iba a decir que no.

Me senté en la cama y levanté los brazos. Noté las yemas de sus dedos en la costura de mi top. Tenía las manos congeladas, como si hubiese estado mucho rato fuera. Cuando me la sacó se giró para abrir el armario y buscar el pijama. La verdad es que no sé si lo encontró o no, pero me puso algo que me cubrió por completo todo el cuerpo. Se agachó y empezó a desabrocharme los tacones, una vez fuera se levantó y me cogió de la cara con las manos.

- ¿Cómo te encuentras? -preguntó mirándome los ojos-.

- Me da vueltas todo -dije mirándole a los ojos- me gustan tus ojos-.

Negando con la cabeza se mordió el labio inferior, no se si luego sonrió o no, solamente tenía ojos para los suyos.

- Hora de entrar en la cama -dijo acariciándome la mejilla con el pulgar- vamos, te ayudaré-.

Y así fue, entre los dos, aunque más él que yo, conseguí meterme dentro de la sabana. Mis pulmones estaban invadidos por su olor, ese que llevaba oliendo desde que me cogió para irnos de esa casa.

Le miré desde abajo, algo había raro en su mirada. Pero lo más raro es que no dejara de acariciarme, y más raro aún es que no quería que parase.

- No te vayas -susurré- por favor, no otra vez-.

Las caricias cesaron por unos segundos, luego sentí como el colchón se hundía cuando se sentó y volvió a acariciarme.

- ¿Por qué has sido tan borde conmigo? -pregunté con los ojos cerrados-.

Suspiró.

- No he sido borde -respondió-.

- Claro, y yo soy un dinosaurio -dije abriendo un ojo- gracias por sacarme de ahí-.

- Por suerte mañana no te acordarás de nada -dijo-.

- ¿Por que os estabais peleando en la cocina? -pregunté-.

Ya daba igual que preguntaba y qué no, mañana no me acordaría de nada.

- Necesitas dormir, Sofia -dijo-.

No se lo iba a negar, entre sus caricias y mis pesados parpados todo se hacia más negro, y me entraba más sueño.

No me rompas de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora