Capítulo 9

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Estaba en una especie de limbo semiconsciente, todo me daba vueltas. Parecía que estaba en una atracción de esas que te empiezan a dar vueltas y vueltas, pero no fue eso lo que me despertó. Un dolor en la barriga hizo que me pusiese en pie, aún sin saber como, y entrase corriendo al baño para vomitar. Y solamente cuando estuve completamente segura de que no sacaría el almuerzo de hace dos días, me levanté y salí.

Entré en mi cuarto, mi ropa estaba por los suelos y mis tacones al lado del armario. Aún con los parpados cerrados me miré, iba con una camiseta tres tallas más grande que yo, y con la falta subida hasta la cintura. Imágenes borrosas se me vinieron a la mente. La fiesta, la piscina, el alcohol, Álvaro arrastrándome, acariciándome, llevándome en volandas.

Vaya, al parecer recordaba más de lo que esperaba. Pero solamente imágenes, si había hablado con alguien no recordaba nada.

Pasándome las menos por la cara, resoplé. La noche había sido una verdadera locura. Busqué con la mirada mi móvil, en cambio encontré un baso con agua y una pastilla en la mesita de noche. Yo no lo había llevado. Sin pensármelo dos veces me la tragué. El sabor al agua me estremeció todo el cuerpo, tendrían que pasar muchas horas hasta que volviese a comer algo.

Abrí el primer cajón y saqué el desmaquillante, me senté en el colchón y empecé a quitármelo. Unas imágenes cortas se me pasaron por la mente. Álvaro quitándome el top, metiéndome dentro y sentándose donde yo misma estaba. El cuerpo se me puso en tensión. Había estado aquí, él me había llevado a casa y acostado.

Una vez desmaquillada me hice una coleta alta, rebusqué entre las sabanas y encontré el teléfono, tres y media de la tarde. Había dormido unas ocho horas, y aún tenía el cuerpo como si me hubiese pasado una apisonadora por encima. Entré en los mensajes, habían dos de mis padres dándome los buenos días, dos de María y diez de Estrella. Una llamada entrante de Estrella hizo que primero hablase con ella.

- Hola -dije con una voz de camionero-.

- ¿¡Dónde coño te metiste anoche!? -chilló-.

La cabeza me retumbaba con su voz.

- Por favor no me chilles, acabo de levantarme -dije mientras me tocaba la cabeza-.

Como si eso fuese a quitarme el dolor.

- ¿Y bien? -preguntó enfadada-.

- Te empezaste a liar con Alex en la piscina Estrella, no iba a quedarme a veros, así que entré dentro -dije caminando hacia las escaleras-.

- Pero no tenías que irte sin decir nada, estaba preocupada por ti esta mañana al ver que no me cogías el teléfono -dijo preocupada- he estado apunto de llamar a tus padres para ver si estabas en urgencias-.

- Dime que no lo has echo -me quejé-.

- No, claro que no -dijo- pero estuve tentada más de una vez-.

- Lo siento, Álvaro me trajo a casa -dije sin más-.

Silencio. ¿Me había colgado?

- ¿¡Álvaro!? ¿¡Tu vecino!? ¿¡Porqué no has empezado por ahí!? -chilló de nuevo-.

- ¿Acaso me has dejado? -dije sentándome en el sofá- me trajo porque iba fatal, fue un gesto muy amable por su parte pero su actitud era de borde-.

Y sentía mucha vergüenza. A saber las cosas que le había dicho y que ni yo misma recordaba, solo momentos.

- Voy para tu casa -dijo-.

- No -respondí- necesito estar sola hasta que me recupere, y tu me vas a interrogar y paso-.

- Mierda, ¿tan mal estás? -me preguntó más suave-.

- He sacado toda la comida de ayer, hasta el almuerzo. Voy a parecer un gusano arrastrándome por los suelos -dije metiendo la cabeza en un cojín- me retumba todo así que escríbeme como fue ayer tu noche de pasión con Alex y cuando tenga fuerzas te llamo, ¿vale?.

- Vale -dijo alargando la A- descansa-.

Nos despedimos, cerré el móvil y lo lancé al otro lado del sofá. No pensaba responder a nada más a no ser que todo a mi alrededor dejase de dar vueltas.

***

Las horas fueron pasando y mi cuerpo empezaba a funcionar de nuevo poco a poco. Pocas horas después comí un plato pequeño de arroz blanco. Luego decidí salir al jardín, me tumbé en la hamaca bajo la sombra y cerré los ojos. Escuchaba el viento y los pájaros, eso hacía que dejase de pensar en mis dolores internos por unos minutos. Sabía que tenía que darle las gracias a Álvaro por sacarme de la fiesta antes de que me fuese para el hospital pero no sabía cómo, ¿debía ir a su casa y decírselo en persona? o ¿enviarle un mensaje?. Estuve pensando en eso durante un rato hasta que me decidí ir personalmente. Era lo correcto.

Entré en casa y me vestí, cogí las llaves de casa y salí a la calle. Anduve cinco metros y me quedé en el jardín de su casa. Hacía mucho tiempo que no iba a su casa, ya que casi siempre ellos venían a la mía. Unos nervios se me cruzaron por todo el cuerpo, me acerqué a la puerta y piqué al timbre.

La puerta se abrió y Álvaro me miró de arriba a bajo.

- ¿Qué quieres? -preguntó-.

- Solo quería darte las gracias -dije poniéndome roja-.

No me quitaba la vista de los ojos y me estaba poniendo muy nerviosa.

- Vale -dijo cerrando la puerta-.

Antes de que la cerrase del todo la detuve con el pie, cosa que no debí hacer ya que me pilló el dedo pequeño.

- ¿A ti qué te pasa? -pregunté molesta- ni que te hubiese insultado-.

- Mira no voy ha hablar contigo de lo que me pasa -dijo apretando la mandíbula-.

- Y no quiero que lo hagas, pero si te vengo a dar las gracias solamente espero un "de nada" al menos -dije haciendo yo lo mismo- aunque si tanto te molesté debiste dejarme allí-.

Sin esperar respuesta di media vuelta para volver a mi casa. Quise girarme para ver si seguía ahí, pero si lo hacía y estaba, le daría más importancia de la que se merecía y no iba a permitir eso. Y lo que había dicho lo creía de verdad, si tanto le molesté que me hubiese dejado ahí como le pedí al quitarme la botella. Su actitud fue rara durante toda la noche desde que lo vi pelearse con Sara y la mirada fulminante cuando estaba en el sofá. Nadie le dijo que cuidase de mi ni que me llevase a casa, lo hizo porque él mismo quiso, y se lo agradeceré siempre pero esas no eran formas de tratarme.

Nadie le obligó ha hacerlo.

No me rompas de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora