Capítulo 11

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En la cocina se notaba una tensión bastante grande. Ninguno de los dos decía nada. Yo no tenía nada que decir, y al parecer él tampoco. Descongelé una pizza y la metí en el horno. Me giré para quedarme apoyada en la encimera, me crucé de brazos y vi como miraba todo lo que había a su alrededor. Tenía ojeras en la cara, como si hubiese estado días sin dormir.

- ¿Estás bien? -pregunté frunciendo el ceño-.

Había desconcierto en su mirada, como si nadie se lo hubiese preguntado desde hacía mucho tiempo.

- Sí -respondió-.

- Mientes fatal -dije soltando una carcajada- podrás decirlo mil veces, pero tu cara no dice lo mismo-.

- Mierda -maldijo por lo bajo-.

Apartó la mirada de mi para fijarla en cualquier cosa. Me daba miedo preguntar por si me soltaba una estupidez, pero la intriga me carcomía por dentro.

- No te hagas el duro -dije levantando una ceja-.

- No voy a contarte mi vida, solamente he venido a cenar -dijo en un tono seco- luego ten por seguro que me iré-.

- Alguno de los dos tenía que sacar tema de conversación, ¿no? -dije seria-.

- Entonces hablemos de que irás al partido de mañana -dije apoyando los codos en la mesa- ¿porque?-.

Levanté una ceja.

- Porque puedo -respondí poniéndome a su altura-.

- A ti no te gusta el baloncesto -dijo con una sonrisa diabólica- vas a ver a alguien-.

Este tío sabía mirar a la gente.

- Puede o puede que no-dije- en los dos casos, ninguno es de tu incumbencia-.

- No puedes ir -respondió rápidamente-.

- ¿Porque? -pregunté-.

¿A caso tenía algo que esconder?

- Porque te lo digo yo, no has ido nunca y no quiero que vayas ahora -dijo apretando la mandíbula-.

- Por suerte no hay nada que pueda retenerme, y gracias a tu negativa tengo más interés en descubrir el porqué de ella -dije sonriendo-.

- Joder Sofía -dijo mirándome- no puedes hacer caso una puta vez en tu vida, ¿verdad?-.

- No en mi propia casa -dije-.

El sonido de la campana del horno sonó justo a tiempo para terminar esa conversación. No tenía derecho a negarme la entrada a un partido solamente porque no le apeteciese verme. Yo tampoco lo quería ver, iba por Estrella. Cogí el plato que había dejado preparado y saqué la pizza, cerré y se la pasé. Me senté en el taburete y empecé a cenar de una vez por todas.

Cenamos callados, cada uno prestando atención a su plato. Al terminar vacié lo que quedaba en la basura. Mientras ponía los platos en la pica para pasarles agua.

- Dámelos a mi -dijo muy cerca de mi-.

Me enderecé y noté como lo tenía detrás de mi. Asentí y le di los platos, él les pasó agua y los fue metiendo en el lavavajillas. Como una cadena humana terminamos en nada, y cuando ya no quedaba nada más tomé impulso y me senté encima de la isla. Me daba la sensación que no se iría tan rápido como había dicho al principio.

- No -dijo haciendo lo mismo que yo, subirse a la encimera delante de mi-.

Lo miré sin entender lo que me decía.

- Me has preguntado si estaba bien, y no, no lo estoy -dijo mirándose los pies-.

Debía ser cauta con las palabras que usase a continuación porque tan rápido podía hablarme bien como soltarme algún comentario feo.

No me rompas de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora