Capítulo 24

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Era temprano, muy temprano, cuando sonó el despertador. El día había llegado y ya no podía dar marcha atrás. Estrella se quejaba a mi lado por el ruido.

- ¡Arriba abogada! -le chillé-.

Se asustó, y su cara fue el mejor recuerdo que guardaría para el resto de mi vida. Estrella tenía los pelos de una loca de dibujos animados, eso que se decía, de las chicas, que nos despertábamos guapas y sin un pelo mal puesto no era verdad, y Estrella era la viva imagen de ello.

- Te odio -se quejó escondiendo la cabeza entre los cojines-.

- Me prometiste que estarías despierta a la misma hora que yo, y que me ayudarías a bajar lo último que faltaba -dijo riendo-.

- Sí, pues lo retiro -dijo mirándome- ¿porqué nos tenemos que levantar a las cinco de la mañana?-.

- Porque he de estar en el aeropuerto en una hora y media, y todos sabemos que tu tardas media hora de más en despertarte -dije sonriendo- así que arriba porque no quiero perder el vuelo-.

- ¿Eres consciente de que el vuelo no sale hasta las ocho de la mañana? -preguntó mirándome- Sí, claro que lo sabes-.

Entre quejas y risas nos levantamos. Estrella se había quedado a dormir en casa, la necesitaba más que nunca y ahí había estado ella, aguantando mis lloros durante las horas anteriores. Lo que echaría de menos a esta niña no lo sabía nadie.

Nos vestimos y bajamos a la cocina, mamá y papá ya estaba desayunando y al vernos nos saludaron.

- Buenos días chicas -saludó mamá- ¿preparadas para hoy?-.

- Ellas son las únicas que no lo están cielo -dijo papá riendo- aún no me creo que se vayan a separar-.

- No me lo recuerdes -dije fulminándole con la mirada-.

- Vamos a levantar un poco los ánimos por aquí -dijo Estrellas dando palmadas- en menos de lo que tu esperas volverás a estar en casa y nosotros te esperaremos para patearte el culo-.

Nos reímos, nadie no se podía reír con Estrella y sus frases. Desayunamos tostadas con mantequilla y bollería. Luego nos lavamos los dientes entre pequeñas peleas por ver quien acaba antes y metimos las últimas cosas dentro de una mochila. Bajamos con los brazos entrelazados haciendo que mis padres se riesen. El viaje en coche hacia el aeropuerto me hacía poner de los nervios. No dejaba de recordar mentalmente todo lo que tendría que hacer cuando llegase ahí y pensar que algo me impidiera hacer alguna de esas cosas me ponía nerviosa.

Recibí un mensaje, desbloqueé el móvil y dejé de respirar. Estrella me dio un golpe en el brazo y le enseñé el mensaje, era de Álvaro.

"¿Sigues en casa?"

Hacía cinco minutos que habíamos salido y no incorporábamos a la autopista. Miré a Estrella y me asintió con la cabeza, quería que contestase.

"No"

"Deseaba que en el coche que he visto salir del garaje no estuvieras" "Necesito hablar contigo"

"No hay nada de qué hablar, olvídate de mi"

"No puedo, por favor necesito verte, pedirte perdón" "Fui un imbécil"

"Adiós Álvaro"

Apagué el teléfono por completo. Si seguía enviándome mensajes habría la posibilidad que cambiase de idea en el último momento y no quería que eso ocurriese. Una lágrima surcó mi mejilla hasta caer por mi cuello. Estrella detuvo a la siguiente que bajaba, la miré, asintió con la cabeza, y me recosté en ella mientras me envolvía con los brazos. Esa conexión que teníamos ella y yo era imparable, y lo echaría en falta. Toda ella echaría en falta cuando pisara suelo estadounidense.

No me rompas de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora