Capítulo 21

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Calor, tenía mucha calor y no sabía porqué. La temperatura corporal de mi cuerpo había subido considerablemente durante las horas pasadas y ahora estaba a punto de darme algo. Abrí los ojos poco a poco, adaptándolos a la luz de la mañana que entraba desde la habitación. Sabía que no estaba en mi cuarto, pero durante los primeros minutos de ese día tampoco sabía dónde estaba hasta que encontré el principal problema a mi temperatura corporal. Tenía encima de mi a un chico de metro ochenta envolviéndome como un regalo.

Me sentía confusa, hasta que tocándome la cara noté un dolor en el pómulo y recordé la noche anterior. Observé como de tranquilo dormía, la respiración calmada que tenía y los movimientos de sus parpados me hacían pensar en qué estaría soñando. Estaba realmente guapo mientras dormía, aún con el labio partido y un pequeño moratón en la mandíbula, y necesitaba guardar esa imagen en mi cabeza para poder conservarla para siempre. Con movimientos muy lentos conseguí salir de sus brazos, la verdad es que había pasado calor durante la noche pero aun más cuando los rayos del sol habían empezado a salir. Y por la hora en la que llegamos no habrían tardado mucho.

Necesitaba una ducha urgentemente, odiaba sentirme tan sudada, y después de la noche pasada relajarme sería lo mejor. No tenía ni idea de qué hora era y al mirar el móvil me sorprendí ver que eran las diez y media. Solo había dormido cinco horas, pero me sentía como si hubiera dormido ocho seguidas. Necesitaba ropa limpia y a la vez cómoda, pasaba de volver a meterme en ese bodi, en los tejanos aún. Me levanté y caminé hasta su armario, en él habían un montón de camisetas de baloncesto como la que llevaba puesta y si le cogía una prestada esperaba que no le importase mucho, pero estaba claro que no podía volver a ponérmela. Una vez con la camiseta y los pantalones en mano salí sigilosamente del cuarto, en principio sus padres no tenían porqué estar en casa, por si acaso miré hacia la habitación de matrimonio y las escaleras desde arriba, la casa estaba vacía. Rápidamente me metí en la ducha, busqué unas toallas limpias y las dejé preparadas en el bidé, hice una mueca al ver cómo de morado tenía el pómulo. Había hecho bien en ducharme, había conseguido relajarme y rebobinar todo lo sucedido la noche anterior, todo me parecía impresionante.

Una vez terminé de vestirme salí con las toallas y su camiseta en los brazos. Al entrar en su cuarto no había nadie en él, nerviosa dejé la ropa en un cesto con ropa sucia, me guardé el móvil en el bolsillo trasero de mis tejanos y decidí bajar. Bajando las escaleras escuché voces, al principio me quedé como una estatua pensando que me había más gente en casa, pero luego al acercarme más a la cocina las voces fueron cambiando y cantando. Al frente de los fogones se encontraba Álvaro sin camiseta, con un pelo revuelto y una sartén. La situación era muy graciosa.

- Hola -saludé sonriendo- ¿No me habías dicho que no sabías cocinar?-.

Levantó la vista de golpe y pude ver como su rostro cambiaba de concentración a asombro y felicidad, los nervios volvieron a invadirme poco a poco.

- Puede ser que te mintiese ese día -respondió sonriendo- ¿te gustan las tortitas?-.

- Amo las tortitas -dije riendo-.

Caminé hasta ponerme a su lado, la verdad es que le habían quedado con un dorado perfecto. Sorprendida lo miré mientras le daba la vuelta a otra. Luego dejó la espátula a un lado, se giró y estampó sus labios en los míos con una rapidez increíble. Dejándome llevar por la sorpresa le respondí al beso, me cogió de las caderas y me subió a la encimera, rodeé mis piernas en su cintura y apreté mi pecho al suyo, que se encontraba tremendamente desnudo.

- Esto si que son unos buenos días -dijo echando una mirada de arriba a abajo- te quedan mejor a ti mis camisetas-.

- Eso significa que me la quedaré -dije poniendo cara de niña pequeña- yo las luzco mejor-.

No me rompas de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora