Thirty-One

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Pov Izuku

A la mañana siguiente de nuestra reconciliación Katsuki me había preparado el desayuno, –el cuál había extrañado más de lo que imaginé– luego me llevó al hospital, para que no le mintiera según el. Al llegar el doctor me regañó bastante mientras Kacchan agregaba uno que otro comentario que empeoraba el sermón.

Limpiaron mis heridas y me dijeron que puede que la próxima vez que fuera me quitarían los puntos y me darían turno para empezar con la rehabilitación. Y así fue, me costó muchísimo, a veces no pasaba nada, pero había ocasiones donde el dolor se hacía insoportable, pero Katsuki había estado conmigo para ayudarme e intentar calmar el dolor mediante masajes.

El tema del psicólogo; fue difícil, el que trabajaba en el hospital no me generaba confianza, sino que lograba ponerme nervioso. Así que como Kacchan me dijo ese día busqué a alguien más, las primeras dos sesiones habían ido a la perfección, pero a partir de la tercera todo se había puesto tenso. Con el tercero y el cuarto también fue así, me estaba rindiendo con el tema, pero Katsuki me dijo que volviera a intentarlo, que no me desesperara. La siguiente opción fue un hombre que tenia el consultorio en su casa, esa mañana le había dicho a Kacchan que ese sería mi ultimo intento y lo sería.

Al entrar vi una recepción sencilla, de un tono amarillo algo fuerte pero sin llegar a ser chillón, de cierta manera me generó tranquilidad. En un escritorio se encontraba un hombre pelinegro, con el cabello algo largo y desalineado, estaba durmiendo, apoyado al escritorio sobre un montón de papeles.

—Emm.. ¿Hola? –al escucharme se removió y fue enderezándose de a poco, bajo sus ojos había unas grandes marcas negras– S-soy Midoriya Izuku, llamé hace unos días para acordar una cita con el psicólogo.

—¿Midoriya? –parpadeó un par de veces y sacó de un cajón una pequeña agenda comenzando a leer lo que había en ella– Oh si, aquí está. Te está esperando, ve por esa puerta, él esta ahí.

Asentí y lo vi volver a recostarse sobre el escritorio. Cuándo abrí la puerta no pude evitar mirar el suelo de madera y no pude volver a levantar la mirada, cerré la puerta y me quedé parado junto a ella.

—¿Joven Midoriya? –su voz era algo alta, levanté la mirada y frente a mi estaba un hombre rubio, delgado, el traje que llevaba se le veía demasiado grande para su cuerpo, sus ojos azules estaban cómo hundidos con ojeras alrededor, pero me sonreía, aunque según yo; tenia aspecto de que moriría en cualquier momento– Mi nombre es Yagi Toshinori, seré tu psicólogo a partir del día de hoy.

Me hizo seña de que me sentara en el sillón que había ahí y lo hice. Él se sentó en una silla común cruzando sus piernas, con una libreta y bolígrafo en mano. Luego de unos minutos en donde no hablé anotó algo en ella y me sonrió de nuevo.

—Todos sabemos medianamente lo que te pasó, por los noticieros, pero... –me hundí en mi lugar, me estaba poniendo nervioso– Nadie de afuera puede decir el cómo te sentiste tú, así que, ¿por qué no empezamos desde el principio? ¿Cómo fue tu relación con Todoroki Shoto?

Lo miré unos segundos y entre tartamudeos, breves pausas y el evitar llorar le conté lo más que pude, hasta la primera agresión, sentí que ya no podía hablar, hice lo que pude para no llorar, hasta que me pasó una caja con pañuelos descartables, lo miré y seguía sonriendo.

—No tienes que guardarlo joven Midoriya, suelta todo, el primer paso de la superación es dejar que todo salga, no importa si ya no podemos hablar el día de hoy, sólo llora todo lo que quieras. –mi labio tuvo un pequeño temblor y me largue a llorar, lo hice lo que restaba de la hora de nuestra cita, él no intentó detenerme y yo sólo seguí haciéndolo.

El gruñón de mi abogadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora