Capítulo 22

2.4K 262 165
                                    

La mañana en la que retomo mi trabajo después de un día de descanso —concedido por mis jefes—, se vuelve más agitada de lo que pensé. La vuelta en escena tras escena, en la que mi papel protagónico debe destacar. Doy lo mejor de mí, demostrándome a mí misma que soy suficiente.

Sí, es cierto que aún me duele y que mi pérdida y la indirecta humillación de los medios, ardió muy hondo en mí; pero quiero demostrar que soy de valer, que no soy alguien que merece el foco de atención puesta sobre mi cabeza, cada tanto que me ocurre un incidente. Según en mis redes —y otros medios—, han dicho que mi "destacamento", es a base de lastima; la mitad de los comentarios me defiende, la otra... no tanto. Pero aún así, me digo que esto es lo que debo enfrentar cada día. No me acostumbro a las críticas, y muchas de ellas no las aceptaré así de simple, pero para demostrar que soy grande, debo ser grande.

Sonrío ante la cámara de un paparazzi, saludando como si fuera alguna de las tantas reinas de la historia. Martha, que está frente a mí, alza una ceja conteniendo una risa.

—¿Gales? —Suelta, sirviendo un poco de pollo en su plato—. ¿Alguna reina en especial?

Encojo un hombro—, no estaría mal ser una buena chica.

Mi mejor amiga asiente, algo distraída con los muslos de pollo frito que adornan su plato. Se lame los labios por la salsa, y gime llena de placer cuando los sabores invaden su boca. Es del tipo de chica que usa las manos al comer, y aunque a veces es desastrosa y da miedo, sabe en dónde y cuándo tiene que ser de buena presencia. Pero ahora, que come en la pequeña cafetería a unas cuadras del set, me doy cuenta que tiene hambre.

—Bueno, esto está delicioso —sorbe de la pajilla—. Mis felicitaciones al chef.

—A veces eres un desastre, Martha —me burlo, tomando una papa frita y untándola en la riquísima salsa roja. La llevo a mi boca y muerdo—. Deberías ir a clases de etiqueta.

—Pero tú y yo sabemos muy bien, que eso sólo quedará en un "deberías".

Sacudo la cabeza, es un caso perdido.

Nos ponemos de pie, pagamos la cuenta, y nos vamos andando hacia el lugar de trabajo. Me resulta algo incómodo ser seguida por uno que otro acosador de la cámara, pero intento verme lo mejor que pueda. Nadie quiere salir en primera plana, sacándose un moco.

—Por cierto, Thais —detiene su andar, mirando a ambos lados de la calle para poder cruzar—. Cómo me pediste que investigara, lo hice.

—¿Sobre?

—El asunto —contesta, pero mi ceño fruncido la hace rodar los ojos—, nena, empieza con "M", y termina en "dándote orgasmos". —Entrecomilla, y yo me muerdo la lengua para no decir su nombre. Ah, claro, Michele—. Bueno, pues resulta que la chica ésa de aquella vez, no era más que una fan ardida contigo.

—¿Tú dices? —Hundo las manos en los bolsillos de mi vestido, disimulando que nada pasa—. ¿Sólo una fan enloquecida?

—Muy enloquecida, diría yo. —Muerde su uña, mirando el cielo soleado. Aunque aún hay nieve en las calles, el clima de hoy estuvo perfecto para salir a tomar sol—. Seguramente.

—¿Quién pudo decirte eso?

—Contraté a un investigador privado por un momento, me parecía curioso todo el asunto. Y que me enfatizaras que Michele era demasiado perfecto para ser verdad, me hizo dudar por un segundo. Aparte del hecho que tú me pediste buscar "algo", para salir de tus dudas. —Sigue caminando, mientras parece distraerse en sus pensamientos—, me dijiste que la chica tenía una hermana, ¿no? —Asiento—. Pues no es mentira, y ambas están obsesionadas con dicho sujeto. Seguramente su obsesión va a tanto, que las paredes de sus cuartos deben estar rodeadas de posters de su pene. —Se estremece, y el mero pensamiento me hace reír.

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora