Capítulo 2

2.8K 361 95
                                    

Al día siguiente, frente a un restaurante junto a la playa, me encuentro a mi mejor amiga. Molesta, no la saludo, pero con una sola mirada, le hago saber cuán molesta estoy justo cuando entramos al local.

Ella sabía todo respecto a la propuesta, sabía que iba a ser una película de... pecado, como diría mi madre. Por supuesto que lo sabía, tenía que haber investigado al respecto sobre lo que significaba esa propuesta. Y estoy molesta, demasiado molesta, por todo.

Primero, pactó la cena sin consultarme, aunque no es de real problema. En realidad lo hizo, para que cuando me enterara, no negara nada de lo que era la proposición. Luego, me acorraló delante de esas dos importantes personas, y me hizo ver un tanto estúpida. Tuve que fingir mi mejor sonrisa, y alegar que estaba bromeando, que era consciente de qué iba todo, pero que la respuesta y la firma, se las daría al día siguiente —hoy—, y por supuesto que era un rotundo no. No me veía fingiendo orgasmos, cuando nunca un hombre me ha dado uno —al menos no en una penetración directa, cielos que aún conservo mi virginidad, pero no por ello en secreto me negué a un consolador, o a privarme de saber otras cosas—, sin embargo, mi poca experiencia era nula. Era nada. Era cero. Y Martha lo sabía. Sabía que mis obras no han tenido nada de eso, porque, aunque los padres que tenía no apoyaban del todo mi carrera, no por eso no me veían en escena. Cómo diablos unos padres religiosos, verían una película en dónde su hija fingía tener orgasmos, mientras un hombre le chupaba las tetas e insertaba un cubito de hielo —sí, me molesté en investigar un poco muy entrada la madrugada— ahí.

No era algo fácil de dirigir, no para mí. No para mis costumbres.

—Thais...

—No me hables, Martha.

—Pero es que mira...

Me acerco hasta la barra, dejándola atrás. Al sentarme en el taburete, tuve que pegar un pequeño salto debido a que era bastante pequeña. Me ubiqué, y pedí un trago dulce. No era de beber cosas fuertes, y, cuando lo hacía, tenía que tener algo dulce para poder pasarlo. Pero me bastaba con una sola. Sorbo un poco, mientras la morena se coloca a mi lado con un bufido.

—¿No crees que exageras un poco?

—Debiste decírmelo, Martha. Es mi carrera. Y ahora aceptaste... y yo... —apoyo mis codos sobre la barra, enterrando mi cabello en mis manos—, esto es vergonzoso.

—Cariño, siglo veintiuno, ¿hello? —insiste, alargando las palabras—. Es sólo una película erótica, y hasta está demostrado que muchos actores se catapultan por eso mismo, ¿qué no te das cuenta?

—No quiero que sea así, puede ser de otra manera.

—Sí, es cierto. Pero, ¿cuántos años más tienen que pasar para ser de esa manera? ¿cinco? ¿diez, quizás? Cariño, tienes desde los doce haciéndote camino, aún sin tener el total apoyo de tus padres, en esto.

—E imagínate si se llegan a enterar de esto. —Bufo, dando un delicado trago—. Estuve investigando, Martha. Y es una trilogía. Una trilogía que rompe mis estereotipos y distintas cosas. ¡Ni siquiera sabía lo que se podía hacer con un hielo y chocolate!

—Bueno, se puede...

—No me digas más, Martha.

Mi mejor amiga rueda los ojos, inclinándose hacia al frente sobre la barra. Sus muy buenos bendecidos pechos, mostrándose un poco sobre el escote.

—De verdad me disculpo por no decir nada, aún conociéndote como lo hago.

La interrumpo—, pues no parece.

Ella me ignora.

—Pero vi una oportunidad en esto, una muy buena. Sólo son tres películas.

—Para ti es fácil decirlo, no son tus pechos los que saldrán en televisión.

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora