Capítulo 34

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La noche corre sin más inconvenientes, y, cuando nos ubicamos en los puestos para mirar la gran pantalla de cine, me remuevo incómoda. Nunca había estado en un estreno, bueno, mejor dicho, nunca había estado rodeada de famosos en un estreno; e incluso yo misma soy una famosa. El punto es, que de tanto saludar a quién sea que se me acerque, me felicite o me pregunte mi experiencia en el set, he visto cada uno de los rostros de los invitados. En teoría, los he visto a todos; pero eso no hace que mis ánimos se calmen.

El sentido de alerta sigue latente en mi pecho, pero tomo asiento en el puesto que me han asignado. Michele ubica el puesto a mi lado, mirándome con atención. No dice nada, sin embargo, pero sus ojos se desvían cada que pueden hacia mí.

Pasado los anuncios al empezar la película, suena una música y luego, aparecemos con el tiempo. Ver todo lo que actuamos, de tal manera estructurada, me hace impresionarme de lo que se puede hacer con tiempo y dedicación. Y este es el resultado, mi rostro, mi cuerpo, mi talento, puestos en medio del juzgado.

Ver todo, me hace rememorar los sentimientos pasados. Me hace recordar cada uno de ellos, y lo que hubo detrás.

Media hora después de película, me dan las ganas de ir al baño. Y aunque Martha se ofrece a acompañarme, decido descartarla y salir del área. Posteriormente, el pasillo oscuro poco transitado, me hace mantenerme alerta. Llego al lugar sin problemas, me miro la cara y muerdo mi labio.

—Deja la paranoia —me aliento—, te ves ridícula y sólo generas atención en ti.

Sacudo la cabeza, luego finjo una gran sonrisa frente al espejo.

Empuñando las manos, empujo la puerta y salgo. Lo solitario del lugar me hace tragar grueso, y aunque me late el corazón acelerado, emprendo mi camino por el oscuro pasillo para ir de regreso. Sin embargo, cuando voy a mitad de camino, una mano me sujeta y otra, cubre mi boca. Entro en desespero, e intento soltarme del agarre con sacudidas feroces. No es hasta que escucho la voz de Michele, que me calmo por fin.

Lo sabía —lo escucho, siseando—. Sabía que algo te tenía así de tensa. ¿Qué es lo que sucede?

Miro la alfombra a mis pies, mordiendo mi labio. Sacudo la cabeza con frustración.

—Nada del otro mundo.

—Thais...

—No tiene sentido preocuparse —intento la manera de soltarme, pero me tiene bien sujeta contra su pecho—. Michele, ¿podrías...?

Mis palabras mueren cuando sus brazos me rodean en un fuerte abrazo, uno que me deja sin aire. Su rostro cae sobre el escote de mi pecho, y lo escucho suspirar profundo. Una de sus manos suelta el agarre, pero termina sujetando mi pierna y me hace rodearle la cadera con ella. Mis ojos se pierden por ambos lados del pasillo, preocupada por ser vista por alguien. Junto a nosotros, está la sala en la que todos se encuentra reunidos, y si llegan a vernos en esta posición, podríamos crear más rumores de los que realmente son necesarios.

Vuelvo a la tarea de alejarlo. Acaricio su cabello, suspirando. En secreto, extrañaba esto, y aunque me gustaría patear sus partes bajas por haber sido un idiota, la otra se dedica a disfrutar este momento íntimo que se ha creado para ambos. Su caricia sube, y mi cerebro se desconecta cuando sus dedos recorren la piel descubierta de mi pierna.

—¿Michele? —No me dice nada, sin embargo, aún siento como sujeta mi pierna en torno a su cadera, acariciando la piel descubierta. Su nariz recorre mi cuello, y debo contener un gemido cuando muerde la parte blanda.

Te necesito. —Mi cuerpo se tensa, mientras siento como me aprisiona aún más contra la pared—. Te necesito ahora.

Miro hacia ambos lados del pasillo oscuro, sacudiendo la cabeza con fuerza. Cualquiera puede venir, cualquiera puede vernos...

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora