Capítulo 29

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Hola, cham×s, sólo paso por aquí llamando su atención, para decirles que el Link de invitación al grupo de WhatsApp, lo pueden encontrar en mi perfil.

A partir de aquí, lo van a necesitar.

Besos.

...

Las olas de la playa podrían resultarme relajantes, pero, lejos de eso, no siento nada en lo absoluto.

No siento mis manos, mis piernas, o algo que me indique que todo estará bien a partir de aquí. No siento, siquiera, las ganas de querer mentirme al decirme que todo estará bien; que todo tiene una explicación lógica y que pronto la obtendré. Sin embargo, mientras las olas del mar llegan a la orilla, no hago más que verlas desaparecer en la arena.

Estoy en una casa de playa, junto a Max, que duerme profundo en la cama a mi lado. Su sueño parece algo tormentoso, y quizás lo sea. Pero no hace nada más que moverse de vez en cuando, roncando apenas. La oscuridad de la habitación, es agradable ahora, pero no me siento lo suficiente segura para cerrar los ojos y dormir. No después de lo ocurrido hoy, no después de ver tanta sangre y muerte en el mismo lugar. Ni de cerca tengo sueño por la preocupación, o por cómo estaría mi abuelo ahora.

Sólo en mi cabeza repito lo ocurrido una y otra vez, e intento entender si ése Michele que vi era real. Si realmente era él, si realmente era él hombre que amaba, siendo otro total desconocido.

Mi cuerpo entero entra en tensión justo en el momento en que la puerta se abre. La luz apenas e ilumina la habitación, antes de volver a caer en la oscuridad parcial. No me vuelvo a ver quién ha entrado; quizás sea porque sé quién es. Quizás porque no quiero verlo ahora... o nunca.

Estoy dolida, y me arde en lo más hondo que Michele me haya visto la cara como lo hizo. No entendía que pretendía, no entendía ni un poco el chiste ni le vi la diversión. Pero no me daba risa y quería que parara ahora mismo.

De reojo, veo como Michele se acerca al ventanal, dándome la espalda. La noche le sienta bien, y la leve luz de la luna que le da en el rostro, acentúa sus rasgos serios. Mis ojos se anegan con lágrimas, y aprieto las manos puños.

—Si tan sólo me hubieras dicho la verdad.

—Si lo hubiera hecho, no estarías aquí.

—Por supuesto que no estaría aquí.

Volvemos a quedar en silencio, trago hondo, suspirando. El nudo de emociones se aprieta en mi garganta.

—¿Por qué te acercaste a mí sí lo tuyo es matar gente? —Sueno dura, pero no me importa.

Veo como sonríe un poco.

—Digamos que eras hermosa —encoge un hombro, dejando que el silencio vuelva a instalarse.

—¿Fue por tu culpa que ellos estuvieron allí? —Intento saber—, ¿por qué estabas allí, con ellos?

—Sabía lo que iban a hacer, es todo.

¿Sabías lo que iban a hacer? —Me mofo, repitiendo. Me coloco de pie, colocando mis pies descalzos en el suelo. Me acerco hasta él, pero guardo mis distancias—. Sabías que iban a querer matarme, ¿es eso?

—No iban por ti.

—Ah, ¿no? Michele, dime.

—Thais.

—Michele.

No se gira hacia mí, apoya su frente contra el vidrio.

—Iban por Max. —Mi estómago se contrae, ¿qué?— Iban por él.

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora