Capítulo 6

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Sorbo de mi café mientras leo el libreto en mi mano libre, fijando mi atención en lo que debo decir y no hacer en esta escena. Vaya día. Martha, por otro lado, camina de un lado al otro, parloteando con el teléfono y girando los ojos de vez en vez. Sé que está hablando con su ex, lo sé, porque al único que odia tanto como para decirle desperdicio de nueve meses, es a él. Sé que cortaron porque Marco se cogía a su secretaria en las horas de oficina, y me alegra saber que Martha se dio cuento a tiempo, porque según sé, desperdicio quería pedir su mano.

—¡No me llames más! —La miro en silencio, soplando mi bebida caliente antes de darle un trago. Se echa sobre el esponjoso sofá bajo, y cubre su rostro con sus manos. Espero a que reaccione, y, cuando lo hace, no me sorprende que lance patadas, manotazos y unos gritos comprimidos para no llamar la atención—. Es un imbécil.

—¿Qué hizo ahora?

—¿Además de ser desperdicio de nueve meses? Insistir. No se cansa.

—Un cazador de dinero no se cansa.

—Se dice caza recompensa —corrige, como si yo desconociera el término—, aunque eso también. La única razón por la que estaba con él, era porque tenía una gorda, gruesa y grande po...

—Creo que entendí, Martha —me coloco de pie, acercándome a la ventana. Estamos a mediados de noviembre, así que la nieve parece no querer tardar en llegar.

—Bueno, eso está bien —asiente, enderezándose en el sofá—, entonces, ¿qué decías sobre tu madre?

—Lo de siempre —encojo mis hombro, girándome hacia ella—, quiere probar que aún sigo virgen.

Mi mejor amiga bufa, acercándose a la peinadora. La veo coger el rizador y luego entregármelo, y, cuando me empuja a caminar a mi pequeño baño, freno en seco.

—¿Qué demonios crees que haces?

—Acabar con el problema de raíz —me empuja, pero yo mantengo mis pies clavados al suelo— o en tu caso, himen.

—¿Crees que esto —Alzo el objeto— esté hecho para eso?

—No. Pero puede servir para...

—¿Estás lista, Thais? —La puerta se abre luego de que pidan permiso, Antoni es quién se asoma—, vamos, hay que grabar.

—Claro, —asiento, devolviéndole a Martha el objeto—. Ya te alcanzo.

—Tu problema lo dejamos para después. —Dice, siguiéndome el paso. Ruedo los ojos—, tenemos cita en spa al salir.

Frunzo el ceño—, ¿por qué?

—Como tu representante legal que soy... gracias —dice, cogiendo una galleta de soda que una de las chicas le ofrece—, hice esta cita. Según las condiciones pactadas, debes estar libre de vello en piernas y tu monte venus.

—No soy actriz porno, Martha.

—Lo llevo en cuenta. —Asiente—, pero debido a que habrán varias tomas a penas perceptibles de tu zona púbica y piernas, necesitan que no se vea ningún estorbo.

Asiento con lentitud, sabiendo que esta iba a ser una de las condiciones.

—¿Depilación...?

—Con cera, por supuesto —muerde su galleta de soda— y, para que no te sientas sola en las partes dolorosas, yo me haré contigo el depilado brasileño.

—A veces pienso que un rastrillo sería suficiente.

—No lo es.

Seguimos caminando, para luego llegar al set ambientado como un club. Subimos las escaleras del espacio, y terminamos en el escenario en dónde la felación debe ser ejecutada. Me muerdo el labio, Michele está ahí, pero no me ve. Su ropa es exactamente igual que la anterior, y los de vestuario y maquillaje desean recrear nuestras imágenes como lo fueron antes. Miro hacia abajo, insegura, mientras muerdo mi labio y camino. Me siento avergonzada de haber ocasionado problemas ayer, pero estoy acá hoy con el plan de ser profesional. No me dieron ningún ultimátum directo, pero no lo necesito para saber que Lara me pondría de patitas en la calle si fallara otra vez.

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora