Capítulo 12

2.2K 305 67
                                    

El fin de semana me sienta como un gran alivio, y me permite reposar mi cuerpo y dejar de lado mis pensamientos tormentosos. Sin embargo, mientras me remuevo sobre mis sábanas en un sábado por la mañana, me quiero morir.

Después de haber grabado el final por esta semana, me fui a casa sin despedirme de nadie, e ignoré las llamadas de Martha y Michele. Me limité a mandarle un mensaje a la primera, e ignoré al último. Supongo que esta escena era lo que necesitaba, para darme cuenta de la realidad.

Michele y yo somos actores, es suficiente saber eso. Él finge muy bien, y yo también lo hago. Pero... me siento horrible respecto a esto. No creía que me iba a dar cuenta de todo esto, de esta manera. Él sólo es profesional conmigo y es cariñoso y amable, a su vez. Quizás confundí eso. Pero el beso que nos dimos antes, me indica que sí sintió algo. Me gustaría decir que no fue por asunto de pasión, pero una parte de mí no deja de cuestionarse si no es así, después de todo, yo sí sentí algo; no mucho, pero fui consciente.

Entierro más profundo mi rostro en la almohada, chillando bajo.

Michele, Michele, Michele, me haces sentir como una adolescente ilusionada.

Bufando, decido qué ha sido suficiente del drama, y coloco los pies en el suelo, saliendo de la cama. Un bostezo escapa de mi boca, mientras repaso mentalmente qué puedo hacer en mi día. Mientras me cepillo los dientes, concluyo que visitar a Max estaría bien, lo he tenido abandonado y no quiero que piense que lo he dejado de lado, a pesar de las constantes quejas de Martha al respecto, no dejo de pensar en el niño.

Sí, es bastante cierto que no tengo idea de qué puedo hacer, pero mi mente da vueltas y vueltas. Adoptar a Max sería bien, pero tengo que tener en cuenta de que no puedo dejarme llevar por las ilusiones. Debo ponerme bien los pantalones, y enfrentar la realidad que es bastante dura. Sin embargo, viéndolo desde otro punto, pensar en Max pasando el rato conmigo, me llena el corazón. También me parece divertido la opción de adoptarlo, cuando nunca he tenido alguna relación seria, estable o algo similar, para decidirlo.

Difícil, pero no imposible.

Una vez lista para salir, sirvo comida a mis mascotas. Gus come como un desesperado, mientras que Beicon come con calma, como siempre ha sido. Les acaricio la cabeza, besándolos con cariño, y me coloco de pie para por fin ir a mi destino. Estar al volante, una vez más, me llena de orgullo.

Al llegar, no me resulta fácil poder ver a Max como en un principio creía, hay renuencia y otras quejas; incluso una indirecta muy directa, de que no debo ser entrometida en los asuntos del niño, si no tengo algún parentesco con él. Monto la grande, decentemente, hasta que finalmente gano por poco.

Cuando me encuentro junto a Max, él me saluda con un gran abrazo, y me cuenta como ha sido su día a día en esas paredes. Me explica cuán aburrido le resulta todo, y que los niños no parecen ser de entretenimiento. Me indica que Claudia se queda con él por poco, pero que no puede tenerla más.

—¿Podrías cuidarla por mí? —Me pide, en algún momento mientras comemos helado—, serías buena con ella, como lo has sido conmigo.

Sonriendo, asiento.

La tarde se pasa volando, y cuando me tengo que despedir de mi pequeño amigo, hay lágrimas. Principalmente porque me llevo a su única compañía. Me acuclillo, con la perrita sobre mi regazo, y limpio las lágrimas que corren por su rostro.

—No llores, Max.

—Promete que vas a cuidarla —solloza, apretando sus puños contra sus ojos. Verlo así me asienta un nudo en el estómago—. Es lo único que tengo.

Desvío los ojos, besando su frente con cariño.

—Ahora me tendrás a mí también.

Su abrazo es efusivo, pero me conmueve de muchas maneras. Siento que hacer esto es lo correcto, pero también mi interior me dice que no hago lo que se debe. No es bueno, no es correcto. Quizás, si alguna cosa sale mal, podría perjudicarlo todo. Podría arruinarlo.

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora