Capítulo 15

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Algo caliente y duro, se presiona a mis espaldas. Aún así, a pesar de su dureza, puedo ser consciente de que es blando de alguna manera. Medio dormida, enrollada en las sábanas y sin abrir los ojos, palmeo con precaución. Mis dedos tocan, y es suave al tacto. Rodeo con ellos, frunciendo el ceño en mi profundo análisis. Tanteo con más curiosidad, bajando y subiendo la mano, toco la punta, y algo viscoso se me pega a los dedos... bajo la mano una vez más, y, lo que parece ser unas bolsas... aprieto un poco.

Una mano cae sobre mis dedos, me sobresalto, girando a mirar a mis espaldas. En medio de la tenue oscuridad de la habitación, soy consciente de que no estoy sola en la cama; en mi cuarto. A mi lado, está Michele, mirándome con ojos oscuros y la respiración agitada.

Los recuerdos de lo ocurrido anoche, me vienen de lleno y, con los colores a mil en mi rostro, lo miro atento. Sus dedos rodean los míos, apretando sobre su eje. Más roja me pongo, al ser consciente de que es su miembro el que apreso en mi mano.

—Oh, Dios.

Hago ademán de alejarme, más apenada qué nunca en la vida. Sin embargo, cuando sus dedos apresan los míos alrededor de su... zona, me detengo en seco. Lo miro en silencio, sobre mi hombro, mientras Michele da una honda respiración y hunde su rostro en mi cabello. Un silencio tenso se instala, pero no es del tipo incómodo, más bien es... excitante. Sus dedos se mueven sobre los míos, alrededor de su tallo, incitándome.

—¿Mi...Michele?

Su respuesta es un ronco gemido.

Oh, poderoso señor.

—No pares, Thais —me pide, respirando muy cerca de mi nuca—, no pares hasta que me corra; no pares hasta que mi semen esté en ti.

Aguanto la respiración, agitada.

—¿Estás...?

—Oh, sí, claro que sí —gruñe, con voz ronca—; yo te guío, hasta que me encante que lo hagas tú sola.

Hace una pausa, esperando mi respuesta, y cuando mis dedos se aprietan sobre su pene suavemente, él jadea hondo. Es excitante escucharlo, por lo que le permito mover mis dedos; guiarme como quiere, enseñarme qué tan apretado... mostrándome como debo acariciar la punta, que gotea suavemente. Respiro hondo, su mano se aparta y continúo sola. Esta vez, las dudas me embargan, tanto que voy deteniéndome sin darme cuenta. No soy experta en esto, no sé si debería seguir...

Siento como Michele muerde mi cuello, y un gemido corto escapa de mi boca. Echo la cabeza hacia atrás, sintiendo como su mano cae nuevamente sobre la mía.

No pares, —me pide, besando mi hombro—. No lo hagas, Thais, no cuando se siente tan bien... lo que estás haciendo.

Sigo moviendo mi mano, escuchando su respiración. Buscando mayor comodidad, me giro, y aunque bajo la mirada, penosa, sigo con lo que hago. Me muerdo el labio, justo en el momento que su frente cae sobre la mía. Su nariz acaricia la mía, se separa, jadea, y, antes de que me dé cuenta, está sobre mí.

Su mano atrapa la que lo sostenía, su frente cae sobre la mía una vez más, y me veo esposada bajo su agarre, con los brazos estirados.

—Te haré mía.

Aguanto la respiración, mirándolo atenta. Michele duda, desviando los ojos, creo que se sonroja, aunque no estoy muy segura. Carraspea, lamiendo sus labios mientras me deja libre.

—¿Podría... yo...? —Carraspea otro poco más—, ¿quieres...?

Aprieto un lado de su cara, haciendo que me mire. Sus ojos negros están más oscurecido de lo normal. Asiento, sonriendo penosa.

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora