Capítulo 19

2.3K 253 117
                                    

Hay muchas maneras de hacer molestar a Martha, una de ellas, es darle un rotundo no cuando te invita a recibir el año nuevo con su familia. A menos ha sido así, desde que mis padres se habían alejado poco a poco de mí. Soy sincera cuando le hago saber que la Navidad, el año nuevo, y las fechas festivas de Diciembre, no me traen recuerdos buenos. Además, aparte de que pasé el veinticinco con ella, me basta y sobra.

Principalmente por Víctor, porque no quiero verlo. Aunque tampoco sé si está rondando. No sé si se volvió a ir a su trabajo de ensueño. Sea o no sea, no quiero verle la cara. Estoy bien así, acá, en mi casa y con mis perros, comiendo un sándwich mientras veo por la ventana, los fuegos artificiales.

—¿Lo dices en serio, Thais? —La escucho del otro lado, a través del teléfono—, ¡en serio harás eso!

—Muy en serio —muerdo mi pan, mirando como mis perros esperan a que les lance las sobras.

—Mamá preparó pavo para la cena —habla, su voz suena algo chillona por el auricular—, ven, por favor.

Hago una mueca.

—Me acostaré temprano, estoy cansada y...

—¿Por qué detestas tanto Navidad, Grinch? —Suelta, escucho ruido al fondo—, ¿a qué se debe tu miedo?

Pienso mi respuesta, rememorando los eventos desagradables ocurridos en el pasado. ¿Por qué la detesto? Porque fue un diciembre, que todo quedó bastante claro para mí. La familia perfecta ante la Iglesia, ante las personas; se vino abajo. Mamá, papá, sus secretos y el verdadero cambio que ambos generaron, hacia mí. La repulsión absoluta de mi madre a lo que amo hacer; la sumisión de mi padre, al verse agarrado por los testículos. Mil y unas cosas, pero me di cuenta, que no había familia perfecta; no había amor. Tan sólo éramos títeres de una falsa perfección, esperando a complacer a los demás, sin tener cuidado de nosotros mismos.

Fue un diciembre que colapse. No soy una chica problemática, tampoco con un pasado realmente trágico. Sólo problemas de familia.

Hundo mi mejilla contra mis rodillas, mirando por la ventana. La noche está cubierta de nubes densas, y hay nieve rodeando las calles. Desde mi punto, puedo ver las luces de Navidad brillando en algunas ventanas. Puedo ver a gente compartiendo, comiendo, riendo; unos que otros junto a los árboles.

—No me gustan porque me recuerdan a mi familia —soy sincera—. Mi madre me visitó hoy, por cierto —Digo, cambiando el tema. La oigo suspirar, una clara señal de que por ahora, he ganado la batalla—. ¿Su abogado te contactó?

—Así parece. El cambio de tu apellido será dentro de dos semanas. ¿Alguna idea de cómo vas a llamarte? —Suelta, en una risita—: ¿Thais Patricia Meervenne?

—No ha sido gracioso, —alego, aunque estoy conteniendo una sonrisa—; decidí el apellido del abuelo.

—Eso es fuerte, amiga. A joder a su madre, con el apellido del padre que la abandonó. —ríe—, qué macabra.

—No lo hago por eso —musito, partiendo en dos trozos, el pan que me sobró. Le doy una a cada uno de ellos, qué parecen babearse. Sonrío, mis perros son unos hambrientos—. Lo hago porque al abuelo le hicieron lo mismo que a mí. Y aunque claro, no compartí mucho de mi vida con él, admiro lo que logró por su cuenta. —Empuño mis manos—, cumplió sus sueños; supongo que tomar su apellido lo vale.

—Thais Patricia Grounie. Me gusta. Mucho más que Antúnez, si te fijas parece que dicen atunes.

Suelto una risita, asintiendo.

—Me gusta.

—¿Qué tal si reservas cita con él?

Enderezo los hombros.

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora