Capítulo 21

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El día de mi cambio de apellido, llega más rápido de lo que nunca esperé. Mis manos sudan, los nervios me palpitan de adentro hacia afuera, y... no sé de qué otra manera podría sentirme ahora.

Vuelvo mi cuerpo hacia la parte de atrás, mirando a mis mascotas que ladran. Sonrío, estirando la mano para acariciar sus cabezas. Esto será rápido, supongo, una firma, y un cambio legal en todos los sentidos. Luego de aquí, iré al veterinario para que mis hermosos bebés, reciban el cuidado que se merecen.

—Pequeños, ahora dejarán de ser Antúnez, y van a convertirse en Grounie. —Sueltan un ladrido, lo que me hace reír—, lo sé, supongo que los atunes eran lo suyo, chicos, pero los cambios... —encojo un hombro—, hay que tomarlos.

Mi teléfono repica en el posavasos, lo cojo y hablo un momento con Martha. Me dice que ella y mi abogado, vienen en camino. Clavo los talones al suelo, nerviosa. Le pido que no tarde mucho, porque agonizo con lentitud. Ella bromea un rato, y, luego de divagar por un segundo más, me cuelga.

Recuesto la espalda contra el asiento, los nervios de verdad me hacen sudar. Aún así, estoy consciente de que estoy haciendo lo correcto. Es cerrar un ciclo y abrir otro; mejorar mi vida, y alejar lo que me lastima. Mi madre me lastima, su entorno y su falso amor, si es que en algún momento llegó a ser real. El asunto verdadero, es que esto es lo que soy, lo que decidí ser, y si ella no me acepta —aunque duela—, debo aceptar que no lo hace. Debo aprender a alzar el mentón ante las humillaciones, ante las negaciones. Hay que ser fuerte en las circunstancias injustas.

Bajo del auto cuando noto como Martha aparca al frente. Frunce el ceño al ver un hocico salir por la rendija de la ventana, antes de alzar una ceja.

—¿Por qué están en el auto?

—Tienen una cita médica. —Golpeo la nariz de mi perro, sonriendo—, no me daba tiempo de buscarlos luego.

—¿Y decidiste traerlos? —Pregunta, con claro sarcasmo. Ruedo los ojos, pasándome de lado. Saludo a mi abogado cordialmente, y acepto su invitación de entrar al juzgado cuando nos los pide. Martha aprieta mis hombros, alentándome. Le sonrío con cariño, agradeciendo su compañía. Es bueno contar con personas que te aman, en una situación en la que sabes que necesitarás apoyo.

Una vez dentro, listos para la acción, miro a la mujer que me dio la vida, que, junto a mi madre, apenas y me dirigen la mirada. Aprieto mis puños, pero termino aceptando los términos —como ser desheredada—, y firmo. El proceso legal del cambio, dura más de lo que realmente planeaba en un comienzo, y, cuando ya llevamos cuarenta minutos dentro, por fin terminamos.

Justo cuando cruzo esas puertas, soy alguien nueva. Ya no soy Thais Patricia Antúnez, ahora soy Grounie, y estoy satisfecha. Aunque es una satisfacción dulce amarga, es aceptable para el cambio. A veces, los mismos, no suelen ser del todo dulces.

—Bueno, nena... —Martha, se me acerca, sacudiendo mis hombros—. Haz hecho lo correcto.

Sonrío.

—Me siento diferente, sé que es raro, pero...

—Lo entiendo, eso es bastante obvio. Es un cambio diferente, pero es para bien, ya vas a ver.

Suelto un bufido, abriendo la puerta del conductor. Gus salta fuera, inquieto, y logro tomarlo de la correa por poco. Cuando Beicon pretende hacer lo mismo, soy rápida y lo sujeto también. A duras penas los obligo a subir, y Martha, en vez de ayudarme con mis caninos, se ríe.

—Tienes una familia en descontrol.

—Así son las buenas familias.

Mi broma la hace reír. Me indica que va a acompañarme, y sube al auto. Hago ademán de subir, sin embargo, me interrumpo al ver a mi madre. Está furiosa, y, sinceramente, me molesta que así sea. Ella quería esto, no tiene por qué quejarse. La veo bajar las escaleras con rapidez, hasta detenerse a unos pasos frente a mí, quedando más alta. Papá la sigue, con los ojos en sus zapatos.

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora