Capítulo 4

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Las escenas han salido perfectas, y me siento sin duda más cómoda compartiendo espacio con Michele. Me fue algo raro en una de las últimas escenas grabadas, cuando me tomó de las nalgas y me apretó hacía él. Los colores volaron a mi rostro, y se me olvidó todo, que tuvimos que cortar. Creo que soy la que más se ha equivocado en las grabaciones, y quiero morirme por eso. Mal, mal, mal.

Pero, por Dios, me apretó las nalgas. ¿De qué otra manera iba a reaccionar, sino quedándome muda? Es que si en esta escena he estado así, no quiero ni pensar cuando...

Entierro mi rostro entre mis manos, soltando un gemido frustrado. Martha, que come de su tarta y observa el teléfono, alza la mirada hacia mí con una ceja curva hacia arriba. Yo la miro entre mis manos, soltando otro gemido.

—¡Es imposible!

La veo picotear la crema pastelera con el tenedor, mientras reprime una sonrisa.

—No ha sido tan grave.

—Martha, ¿qué no entiendes? —Me desespero—, sí sigo fallando como lo hago, nos pondrán patitas en la calle. Es más, ¡ni siquiera hice alguna audición para ganarme el papel! Me siento terrible por las que sí, y lo hicieron bien.

Veo como rueda los ojos, entre divertida y frustrada. Me arrima un trozo del pastel que tiene, y yo, bastante deprimida, le hundo el dedo a la crema, para luego chupar.

Chupar. Debo fingir chupar un pene.

Suelto un grito frustrado, enterrando mi rostro en las manos.

Estamos en nuestras dos horas libres, para comer y descansar y recuperar un poco el ritmo de la vida normal, sin embargo, yo no puedo. Mientras más recuerdo la tragedia de la última escena, más me avergüenzo de todo. Michele sabe lo que hace, sabe cómo besar, tocar y mover el cuerpo de una chica. ¡Tiene excelentes manos para eso! Pero, cuando me toca a mí, me cohíbo tanto que me quedo muda. Creo que el hecho de que yo misma pensara esto de ser mojigata, me ha venido solito porque me conozco. Una chica como yo, de las crianzas que he tenido, haciendo semejantes actuaciones, ¡ja! Para infartar a mis padres y mandarlos al hueco a los dos.

—Estás haciendo una tormenta en un vaso de agua, Thais.

—Tú sí has sido tocada muchas veces por un hombre, Martha —alzo un poco el rostro, para verla—, sin ofender.

—No me ofende ser tocada por manos expertas, cariño. Pero me resulta tan tonto como reaccionas —ríe—, sí, eres algo novata, pero vas a aprender y vas a demostrar que no se equivocaron contigo al escogerte. Te dije que vas a ser grande, y lo serás. Pero necesitas liberarte de esos pensamientos tontos. Relajar el cuerpo y la mente, y disfrutar de esas manos cuando te toquen.

Bajo la mirada, con una mueca de vergüenza.

—Tus palabras no me ayudan.

—No. Pero sus manos sí. —Se echa hacia al frente, picoteando el dulce—. Viene una de las escenas más importantes de un inicio, la que marca el destino de Sebas y Patricia, la que marca tu destino, Thais. Debes tomar este riesgo, subirte a la montaña rusa y disfrutar.

Asiento, pero no estoy del todo segura. Ella bufa, ya frustrada.

—Eres imposible.

—Soy una mojigata.

—Pero sabrás mamar esa polla bien.

—¡Martha!

Suelta una carcajada, antes de sorber de su pajilla.

—Tienes que estar de bromas, si Michele no remueve algo en ti.

Michele no remueve algo en mí, no, Michele sacude todo de lugar y deja un desastre.

A puertas cerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora