—¡Ayudaaa! —Un grito desgarrador surgió de lo más adentro de una niña de apenas cinco años, rompiendo la armonía que la suave música clásica que sonaba en el orfanato creaba.
La monja que estaba de guardia no tardó en acudir al lugar. Lo primero que vio fue a Marcus, con sus tiernos cuatro años y la boca totalmente ensangrentada. No se preocupó ni un segundo por él y miró a la niña que había gritado.
Tenía la muñeca roja y la mano cerrada en un puño agarrando la única pertenencia que había quedado con ella cuando la dieron en adopción, un gato de trapo que habían remendado mil veces. Tenía el fino vestido de tela vieja manchado de sangre, pero no parecía herida, así que rápidamente buscó al niño o la niña de quien brotaba la sangre que había manchado el vestido y llenaba la boca del agresor.
No tardó en encontrar a un niño de unos diez años que adoraba molestar a las niñas más pequeñas. Sangraba del brazo y la mejilla, donde tenía profundas marcas de dientes, incluso se atrevería a decir que faltaba carne.
Llamó a la más joven de las hermanas para que la ayudara mientras se encargaba del niño herido, para llevarlo a la enfermería y que allí atendieran sus heridas. Cuando la niña y Marcus quedaron bajo la supervisión de la más joven de las hermanas el pequeño agresor se relajó, el peligro había pasado.
La monja indicó a la niña que fuese a cambiarse de ropa y que no se preocupara, que todo estaría bien y, una vez la vio desaparecer por el pasillo, se giró hacia el niño.
—Marcus, ¿Acaso te has vuelto loco? Era tu última oportunidad…
—La estaba molestando, le quería quitar el gatito y rompérselo…
—Marcus….
—¿Puedo darme un baño para quitarme la sangre…? —Hasta ese momento no se había fijado en que la sangre le había goteado desde la boca hasta el cuello, metiéndose por debajo de la camiseta y manchándole el cuerpo.
—Ven, te ayudo a limpiarte. —Le ofreció su mano como tantas veces lo había hecho antes y se dirigieron al baño, donde le preparó un baño de agua caliente y lo ayudó a quitarse la sangre.
Era un proceso que habían repetido muchas veces en los cuatro años desde que llegó al orfanato, desde que lo cogió en brazos por primera vez cuando era recién nacido. Ese niño que tantos problemas había dado solo se sentía seguro con la joven castaña de piel clara y ojos azules verdosos.
—¿Por qué si él es el malo me castigáis a mi?
—Marcus... Hemos hablado ya de esto varias veces…
—No es justo, yo estaba defendiéndola. Hermana Clarissa, tiene que hacer algo…
—Llevo haciendo de todo porque te quedes aquí durante años… Desde que llegaste… eres un niño muy inteligente, pero creo que tienes problemas que no podemos tratar aquí…
—¿Va a llamar a aquella mujer que me hizo ese examen raro?
—Yo no... pero la madre superiora ya estará haciéndolo…
—No quiero irme… quiero quedarme aquí contigo…
—No serás el único que se vaya.
—Entonces no me quedaré mucho en el próximo sitio, me llevarán a otro porque haré lo mismo si ese idiota está cerca y hace daño a alguien.
—Tranquilo, él se va a otro sitio diferente. —pasó la esponja por la espalda del pequeño, donde se veía una pequeña cicatriz que le hizo la madre superiora cuando el médico no miraba.
Suspiró al recordar ese “accidente”. Aún recordaba los gritos de pánico del resto de hermanas cuando se corrió el rumor de que, si no le salía ningún tipo de marca, era hijo del diablo. La madre superiora no creía tal cosa, pero el rumor estaba tan afianzado que le hizo una marca al niño con un cuchillo, lo suficientemente profunda como para dejar cicatriz, pero sin pasarse para no herir demasiado al niño. Desde ese día dejó de ser perfecto, y Clarissa estaba segura de que le había creado un pequeño trauma que le hacía desconfiar de casi cualquiera, pero que también había reforzado ese instinto de defensa a los más débiles.
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¿Cómo crear un asesino?
General FictionNaces. Creces. Trabajas. Mueres. Un ciclo sencillo que dura de media 80 años, pero ¿Y si alguien acelera el proceso? Naces. Creces. Trabajas. Te matan. Esta es la historia para saber cómo crear a esas personas que aceleran el proceso. ...