30 de mayo de 2013

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Marcus estaba solo en casa, o casi, estaba en casa sin Irene, Seth estaba jugando en su pequeña parcela de salón. La habían vallado con las típicas redes de bebé para que no saliese y no se hiciese daño con algún mueble, para que no se aburriera la habían llenado con diferentes juguetes, y eso era suficiente para el niño, al menos la mayor parte del día.

Llegaba un momento en el que aquel bebé que ya gateaba se aburría de estar ahí solo y empezaba a pedir atención de algún modo u otro, pero pocas veces lloraba en sus intentos de llamada. Ese día había decidido llamar la atención de su padre intentando ponerse de pie, se agarraba a la valla de red o se apoyaba en la pared y conseguía mantenerse solo en dos pies durante un par de segundos, pero enseguida se desequilibraba, sin haber llegado a erigirse del todo, y caía al suelo.

Marcus ignoraba sus intentos de ponerse de pie, no quería que nada le pasase a ese niño que era sangre de su sangre, y quería que estuviese bien cuidado por ser hijo de Irene, pero no tenía interés en ayudarlo ni en felicitar sus logros.

Cuando el pequeño se aburrió de caer una y otra vez en el suelo acolchado de su pequeño recinto miro sus juguetes y empezó a lanzarlos hacia fuera, más o menos en dirección a su padre. Los juguetes no llegaban demasiado lejos, ni por la fuerza del bebé ni por la forma tan poco acertada de los propios misiles: un gato de madera, un coche, un peluche..., pero en el momento en que empezó a tirar juguetes más esféricos o incluso alguna pelota, Marcus empezó a verse afectado por tales golpes.

Se levantó enfadado, dejando de lado la libreta que había recibido de manos de su pareja años atrás en la que garabateaba algo que le gustaría hacer ese fin de semana para relajarse, y se dirigió hacia el bebé, que rió por la atención que creía que iba a recibir, hasta que vio la cara de su padre, cortando una carcajada en seco del temor que le había infundido su mirada.

—Mira, niñito, serás hijo mío pero yo no estoy libre todo el puñetero día para andar haciéndote carantoñas. Tengo un trabajo y una cantidad de desordenes mentales que me hacen tener todo el día ocupado, ¡Si no te mato es porque amo a tu madre! —Los gritos de Marcus hicieron que el sonido de la puerta al entrar Irene no fuese escuchado por ninguno de los dos y, además, hicieron que el bebé empezara a llorar.

Esos llantos devolvieron a Marcus al día en que ese niño nació. La sangre, los gritos de dolor de Irene y los llantos del que recién nacía. La ira que iba reteniendo desde que Irene le dio la noticia del embarazo, el desgarro que sintió en el corazón, todo volvió a incrementarse. Hasta ahora había estado ahí, en un nivel bajo y controlable, pero ahora... Acababa de explotar.

Irene vio aterrorizada nada más entrar al salón como su pareja se lanzaba a atacar a su hijo y, sin pensarlo medio segundo siquiera, se lanzó a retenerlo. Lo había visto enfadado muchas veces, sabía de todos sus trastornos a estas alturas aunque él no se los hubiera confesado, pero nunca le había visto atacar a una persona, y menos a su propio hijo.

Mientras Marcus se retorcía no se paró a pensar en que la única persona que podría estar ahí parándole era Irene, así que se retorció golpeando con sus codos y todo el cuerpo, recordando cuando lo retenían en aquel frío laboratorio. Fue cuando escuchó un quejido de dolor cuando se detuvo en seco y se giró a mirar quién lo estaba reteniendo.

—¡Irene! —Se acercó rápidamente a donde estaba la chica, que sangraba por la nariz por uno de los codazos de Marcus.

—¿¡Se puede saber que intentabas hacerle a Seth!? —Antes de que Marcus le respondiera Irene ya estaba cogiendo a su hijo con un brazo mientras se detenía el sangrado con la otra mano, caminando hacia su habitación, donde tenía un baño para limpiarse y detener bien la hemorragia —. Espero que estés contento por lo que has conseguido, porque me da igual donde duermas esta noche, pero no será a mi lado.

—Esta casa es mía, y la cama también.

—Pues duerme en la cama si quieres, te he dicho que no duermes conmigo, puedo dormir en el sofá perfectamente. —Tras esas palabras desapareció escaleras arriba, dejando a Marcus con la respuesta en la boca.

Después de lo que había hecho, herir a su amada tanto física como emocionalmente, no se veía capaz de echarla de la cama. Se partía la espalda en su trabajo, aunque no lo necesitaran, solo porque se sentía realizada al saber que podía ser independiente, y no iba a ser él quien le quitase su momento de descanso.

Fue hasta la cocina para preparar el biberón del pequeño al que casi arrancaba la cabeza por el enfado y la cena de la mujer a la que había decepcionado y las dejó en la puerta de la habitación, cerrada para que no molestase al menos durante el tiempo que tardase en calmar Irene al bebé, y después volvió al salón.

Estiró una manta sobre los cojines del sofá y se tumbó en ellos, cubriéndose con una segunda manta, su ira seguía creciendo dentro de él y sentía como cada vez le desgarraba con mayor facilidad para salir al exterior, así que decidió adelantar el asesinato de su ayudante del fin de semana al día siguiente tras la actuación.

¿Cómo crear un asesino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora