26 de junio de 1997

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La científica encargada de Marcus miraba una vez más los resultados de la prueba. Era increíble. Puntuación máxima lograda por un ordenador creado para superar la prueba de manera perfecta: 200 puntos. Puntuación lograda por Marcus tras dos años y medio de experimento: 314 puntos.

Ninguno de los otros 625 sujetos de la primera tanda habían reaccionado tan bien a la medicación que les hacía acelerar el proceso cerebral, y mucho menos en tan poco tiempo y a tan corta edad.

Se recogió la melena castaña en una coleta alta para que no le estorbara mientras iba a hacer el reconocimiento físico y psíquico de Marcus, quien había conseguido un nombre nuevo al entrar en aquel lugar.

Mientras la científica avanzaba por los blancos pasillos se puso a pensar una vez más en lo bien que iba el experimento. Todos los niños habían sido recogidos de diferentes orfanatos del mundo. Eran niños que daban problemas y que nadie se quejaría de tener que dejar de cuidar. Se tenían en tandas de 25 niños y, cuando el experimento fracasaba con ellos, se re-ubicaban. Cada científico tenía su propio sujeto en cada tanda y luego cinco científicos más revisaban todas las tandas desde un punto de vista objetivo. Por muchos niños que pasasen, ella era la única que había conseguido tener éxito alguna vez, justamente esa vez, gracias al pequeño niño castaño que habían recogido de aquel orfanato tras atacar en reiteradas ocasiones a sus compañeros.

—Buenos días, 1618. —Los ojos del pequeño se levantaron del suelo de cuadrados para mirar a la científica que se encargaba de él.

—Ya que me tienes que llamar por un número, y que este coincide con los que me han tocado... ¿Podrías llamarme Phi?

—Sabes que te llamo por tu numero porque tú no quieres que te llame por tu nombre.

—Si me llamas por mi nombre podría cogerte cariño, y solo soy un sujeto de pruebas para ti, tú tampoco deberías cogerme cariño.

—Pues llegas tarde a eso, te cogí cariño hace ya tiempo, ahora que las pruebas son positivas solo has hecho que, además de tenerte cariño, me llenes de orgullo.

—Esa medicación que me dais me hace tener problemas. Veo cosas raras y ataco a la nada, no me gusta el mareo que me da después y que oigo voces cuando me despierto de esas cirugías en las que dices me mejoráis el cerebro... ¡Oigo a mi madre hablándome y no la he conocido siquiera!

—¿Recibes recuerdos de tus primeras horas de vida? ¡Eso es fascinante! Deberías haberme avisad- —La voz de la científica se cortó a media palabra, procesando realmente lo que el niño acababa de decirle —. Espera, ¿Ves cosas de la nada? ¿Oyes voces que tal vez nunca has escuchado? Eso es horriblemente malo para ti...

—Se lo he dicho, no me gusta este experimento, dejad de meterme cosas en la cabeza... Quiero volver al orfanato con la hermana Clarissa... Quiero volver a ayudar a Mary para que no le quiten su gatito.

—Vamos a intervenirte otra vez para quitarte esas voces que oyes, ¿Vale? Para que no veas mas eso que sea que veas.

—¿Después podré volver al orfanato?

—Si esa intervención hace que todo falle, seguramente sí, si no te adopta alguien antes. ¿Acaso no te gustaría venir conmigo? Seguro que mi hija te caería genial. —El niño no dudó con la respuesta, negó con énfasis, quitándole a la científica la alegría del corazón.

Cuando vió que la bata blanca desaparecía al otro lado de la puerta el cerebro del experimento empezó a funcionar a toda velocidad. Si la intervención hacía que el experimento fracasase en su cuerpo sería desechado como sujeto. Eso implicaba que le sacasen del lugar y le re-ubicasen en algún otro cerca de donde le habían reclutado, siempre en el mismo pueblo o ciudad. Se puso a pensar donde podrían meterlo cuando lo llevasen a su pueblo y solo se le ocurrían dos opciones: el orfanato del que había salido o el internado para niños militares.

Si lo llevaban al internado su plan habría funcionado casi a la perfección, ya que habría vuelto a casa, pero tendría que escapar del lugar para ir al orfanato. Si lo llevaban directamente al orfanato no tendría que esforzarse por nada más, estaría todo el trabajo hecho.

Según el niño iba trazando un plan en la cabeza los científicos preparaban una intervención nueva, tenían a los cirujanos listos y la científica encargada de Marcus estaba poniendo al día a los cinco científicos revisores para que viesen que hacer en pos de una mejor salud para el niño.

Una vez aclarados los detalles la mujer salió del lugar en dirección a su despacho y los cinco supervisores se pusieron a hablar entre ellos. Era el único caso que tenían que estuviese prosperando, el único sujeto que había soportado la medicación sin sufrir ningún derrame, el único que había soportado los cambios cerebrales a máquina sin perder sensibilidad o movilidad en ningún lado. No podían perder a alguien así.

Cuando los cirujanos preguntaron cómo proceder a sus supervisores la portavoz de estos dio un paso al frente.

—Procedan según lo previsto en el calendario de intervenciones, este niño es un prodigio, abridlo en canal como estaba planeado para inyectar el suero directamente en su corazón y revisar todos los posibles fallos. Ya sabéis cómo hay que cerrarlo para que no quede una sola cicatriz en el cuerpo.

No tardaron en llevar al pequeño hasta la mesa de operaciones, el cual tenía una extraña sonrisa por el plan que había trazado. El único inconveniente era que no se le había ocurrido que los científicos hicieran oídos sordos a la petición de su cuidadora y siguieran con el experimento, lo cual haría que dejase de poder fingir que él mismo había fallado, ya que entraría en una fase en la que el sujeto perdía casi por completo el control de su cuerpo y lo creado por el suero ganaba totalmente en terreno, fuerza e inteligencia.

¿Cómo crear un asesino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora