—Oye, chaval, ven aquí. —Marcus levantó la mirada al oír aquella voz. Era una voz familiar que había escuchado durante las últimas semanas, pero que jamás se había dirigido a él directamente.
Vio a un chico de unos veinte años acompañado de una chica de más o menos su edad. Llevaban yendo a sus pequeñas sesiones de magia en el mismo lugar en el que empezó un tiempo. Siempre había notado que lo miraban mucho, sobre todo su habilidad a la hora de mover las cartas o robar objetos para los trucos de desaparición y aparición.
Se metió en la mochila los pocos objetos que usaba para los trucos de magia junto al dinero que le habían dado por su habilidad en los mismos y se acercó a la pareja.
—Si nos haces un favor, te daremos el diez por ciento de lo que saquemos con ese favor.
—No hago cosas ilegales, será una mierda pero quiero ser legal.
—Venga ya, seguro que no tienes ni el permiso para estar ahí actuando... Haznos el favor y no damos el chivatazo para que te desmonten el chiringuito y te detengan.
—No puedes hacerme eso, podría denunciaros yo de vuelta.
—¿A quién van a creer? —preguntó la joven que hacía compañía al que había llevado la palabra hasta ahora —¿A un crío sucio de la calle que no tiene ni identidad o a una pareja joven con buenos apellidos?
Esa declaración a modo de pregunta dejó a Marcus descolocado. Era obvio que iban a creerlos a ellos antes que a él, pero no se esperaba que ese par que querían cometer un delito tuviesen unos apellidos de buena familia. Vale que él no era un ángel que se mereciese a la familia más acomodada y cariñosa del mundo, pero de tenerla no andaría delinquiendo como hacían esos dos, ya había perdido demasiado.
—¿Qué se supone que tengo que hacer?
—Nada del otro mundo... tienes mucha habilidad en las manos, y seguro que también sabes colarte por alguna ventana. Vas a entrar en mi casa y vas a llevarte unas cuantas joyas.
—Entonces quiero más que un simple diez por ciento.
—Lo tomas o lo dejas, y sabes que el dejarlo implica que te denunciemos a la policía.
Tras un resoplido Marcus finalmente asintió, cerrando el trato de mala manera en un callejón lleno de gatos hasta el que le arrastraron. Esa misma noche entraría a las doce en la casa por una ventana que ellos dejarían abierta, atravesaría el pasillo sin hacer ruido y se metería en la habitación en la que la dueña dormiría plácidamente por las pastillas para dormir que tomaba.
El joven de diecisiete años no volvió al edificio abandonado que le servía de hogar para pasar las horas antes del golpe que tenía que dar. En vez de eso fue en busca de la chica que una y otra vez aparecía por sus actuaciones para charlar un rato cuando la gente ya se iba. De aquellas pequeñas charlas sabía que tenía hogar en las casas del borde de la ciudad, malvivía junto a su madre en aquel espacio de pocos metros cuadrados y una sola habitación.
Al llegar a la zona no tardó en encontrar el cuchitril al que tantas veces había acompañado a la chica, era la única que tenía una pintada en la puerta en la que ponía "puta" en mayúsculas. Se acercó despacio y llamó a la puerta, preparado para encontrar algo violento, pero se encontró a la que podía llamar amiga con un fino vestido blanco que sorprendentemente no estaba sucio.
—Marcus, ¿Qué haces aquí? —El rubor en las mejillas de la chica se hizo presente rápidamente.
—Tenía unas pocas horas libres, así que he decidido que podía pasar un rato contigo, ¿Te has puesto así de guapa para ir a verme después?
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¿Cómo crear un asesino?
General FictionNaces. Creces. Trabajas. Mueres. Un ciclo sencillo que dura de media 80 años, pero ¿Y si alguien acelera el proceso? Naces. Creces. Trabajas. Te matan. Esta es la historia para saber cómo crear a esas personas que aceleran el proceso. ...