7 de octubre de 2011

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Han Ling soltó un suspiro.

La respiración de Marcus estaba acelerada, el goteo constante que se oía de fondo lo ayudaba a contar el tiempo que pasaba mientras admiraba su obra. Tenía a su jefe delante de sus narices, tirado en el suelo, pero no podía mirarle a los ojos, no podía mirar algo que no tenía.

Cerró los ojos deleitándose con el recuerdo de lo que acababa de hacer, como había cogido a aquel hombre del cuello y, aún vivo, le había sacado los ojos para hacérselos comer. Había disfrutado de sus gritos y súplicas mientras reía sin saber realmente por qué, había perdido el control y no consiguió calmarse hasta, después de clavar profundamente aquel cuchillo, escuchar ese último suspiro de su mentor.

Marcus había explotado internamete esa tarde cuando, después de actuar, le había dicho que tenían que prescindir de Irene ya que quería hacer una gira por el país y sería muy caro llevarla sin que aportase nada al espectáculo.

Mientras limpiaba la casa Marcus se reía internamente, ¿Muy cara la compañía de su amada? Eso era una tontería, Irene era alguien, no algo, por lo que su compañía era lo más valioso del mundo y nunca sería demasiado caro tenerla a su lado.

Mientras miraba el cuerpo decidió como proceder a camuflar que eso había sido una ejecución. Caminó lentamente hacia donde suponía que había un sótano, tras las escaleras, y sonrió al abrir la puerta que ahí se ocultaba: unas escaleras hacia abajo dejaban en claro que sus suposiciones del primer día eran correctas. Arrastró el cadáver hasta esa puerta y después lo tiró escaleras abajo, en el informe preliminar dirían que fue tirado antes de la muerte, lo cual haría pensar de una manera determinada a los detectives antes de que el informe de la autopsia revelara que fue tirado post-mortem.

Cerró la puerta del sótano y se dirigió a la puerta principal para, nada más salir, forzar la puerta como si algún psicópata hubiera entrado con intención de divertirse con el sufrimiento de una persona. Marcus rió en voz alta al ver la ironía de aquello, en el medio minuto que tardó en forzar la cerradura disfrutó una vez más recordando el asesinato que acababa de cometer, sabiendo que la única diferencia entre él mismo y el loco inventado al que quería culpabilizar era que su objetivo no era la diversión, si no que ese testamento que falsificó se hiciera vigente, aunque no iba a negar que se hubiera divertido.

Volvió a casa dejando un escenario perfecto para que la policía creyera que todo había sido cosa de aquel psicópata inventado por él mismo. Entró en el teatro y subió silenciosamente hasta el ático para no despertar a Irene. Se desnudó despacio para ponerse ropa limpia y echar a la lavadora la que llevaba encima, Irene le había enseñado a quitar la sangre de forma muy efectiva, a ella le había enseñado su madre tras su primera menstruación, ahora entre ambos habían conseguido que no quedase rastro alguno incluso en esa lavadora tan cutre que tenían a la que, de vez en cuando, se le salía el agua.

Se tumbó junto a su chica con una sonrisa, silencioso como un gato, pensando en que estaba en el lugar en el que quería estar y que, más pronto que tarde, descubrirían el cadáver de su mentor y le llamarian para abrir el testamento, junto a la poca familia que pudieran encontrar, si es que encontraban a alguien.

Cuando despertó por la mañana se sobresaltó al no ver a Irene tumbada a su lado. Se levantó rápidamente y bajó las escaleras en dirección al teatro para correr en busca de su amada, pero paró en seco cuando la vio en la entrada del teatro junto a unos agentes de policía.

El corazón le dio un vuelco, ¿Lo habían descubierto? ¿Había dejado pruebas de que era él quién había asesinado a su maestro? ¿Tal vez de algún otro crimen que había cometido antes? Según se acercaba a la entrada del teatro su corazón se iba acelerando, hasta que Irene se giró hacia él y la vio correr hacia él llorando para abrazarlo del cuello llorando desconsolada.

—Han matado al señor Ling... —La voz rota de Irene lo calmó por lo que decía, pero fingió desconcierto.

—¿Qu-qué? —Pasó sus brazos por la cintura de Irene para poder abrazarla y fingir mejor el desconcierto— Pero si ayer estaba aquí... hablando con nosotros... echándome la bronca por no tener pensado el truco de la semana que viene.

Empezó a respirar más rápido, fingiendo un ataque de ansiedad, haciendo que Irene lo sentara en una de las butacas de una fila cercana mientras el policía se acercaba. Irene sabía cómo calmarlo de sus ataques de ira o ansiedad de las anteriores veces que le había sucedido, así que al poco de empezar a fingir el ataque, fingió una lenta recuperación.

El agente de policía empezó a hablar, eran los más cercanos que podían haber encontrado que pudiesen reconocer el cuerpo, cuando enseñaron la foto Irene aguantó un grito de asco por ver que no tenía ojos y Marcus fingió sorpresa y casi logró clavar la expresión de la repulsión.

Una vez identificado al cien por cien, el policía les informó de que lo sucedería en adelante no iba a ser agradable: el funeral, la apertura del testamento... Marcus estaba triste por fuera para engañar a Irene y al policía, pero por dentro estaba ilusionado de que cuando se abriera el testamento en unos días, heredaría su dinero y la casa, pudiendo darle una vida mucho mejor a Irene.

¿Cómo crear un asesino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora