Un grito hizo que Marcus abriera los ojos de golpe y mirase a su lado en la cama. Había oído un grito desgarrador de Irene, pero ella dormía plácidamente a su lado.
Llevaba más de un año de mago e Irene había conseguido un trabajo de panadera, no era lo que ella soñaba, pero la trataban bien, cobraba suficiente y había días que incluso disfrutaba del trabajo por mucho que se alargara la jornada.
Aún así, Marcus no había dejado su trabajo ilegal, y lo peor era que ahora ya no hacía falta ni que le pagaran, disfrutaba tanto delinquiendo que era una necesidad. Lo único que seguía sin hacer era daño a las mujeres que se parecían a Irene, y era incapaz de aceptar cualquier trabajo que implicase lo más mínimo el ámbito sexual, él era exclusivo para Irene, la amaba y no iba a hacerle daño.
Miró la hora y suspiró, quedaban veinte minutos para que Irene se tuviera que levantar, así que se levantó a hacerle el desayuno. Mientras cocinaba para ella la miraba, su piel brillaba bajo la luz de la luna que empezaba a ocultarse, dormía acurrucada como si le faltase alguien a quién abrazar, usando sus propias manos como un extra añadido a la almohada, con el pantalón y la camiseta del pijama mal colocados de haberse girado en sueños y el pelo alborotado de dormir, con la cara más adorable que había visto jamás.
Puso el desayuno en una bandeja y se acercó a la cama para apagar el despertador de Irene y despertarla con besos en la mejilla y la frente. Cuando esta abrió los ojos lo besó mientras lo abrazaba y, al separarse, Marcus le acercó la bandeja.
Mientras Irene disfrutaba de su desayuno Marcus no podía evitar recordar todo lo que había hecho en el último año. Esa misma noche había ahorcado a dos niños en el salón de la casa de su padre para que éste los viera al entrar y, cuando se hubiese caído al suelo por la desesperación, matarlo de un tiro en la cabeza. No tenía escrúpulos, le gustaba y deseaba hacer esas cosas, pero para su salud mental eran cosas cada vez más horribles, acabaría perdiendo el control como cuando estaba en el psiquiátrico o cuando era un experimento. Era un gato de Schrödinger, pero no debatía entre la vida y la muerte, debatía entre la locura y la cordura.
Los labios de Irene en la mejilla lo sacaron de sus pensamientos e hicieron que el fuego que empezaba a quemarle por dentro desapareciera como por arte de magia, ella era la razón de que no explotara como hacía años, ella era el elemento que la estabilizaba, era la fuente de su felicidad, era la que mantenía la ampolla entera.
ESTÁS LEYENDO
¿Cómo crear un asesino?
General FictionNaces. Creces. Trabajas. Mueres. Un ciclo sencillo que dura de media 80 años, pero ¿Y si alguien acelera el proceso? Naces. Creces. Trabajas. Te matan. Esta es la historia para saber cómo crear a esas personas que aceleran el proceso. ...