Viktor despertó ese día más temprano que nunca, los nervios por la decisión que había tomado no le habían permitido dormir demasiado.
Por su mente pasó la idea de quedarse todo el día en la cama, pero la descartó al instante, tenía una cosa muy importante que hacer.
Se levantó y caminó hacia el baño, frente a su cama había un gran espejo, la luz del amanecer comenzaba a filtrarse a través de las ventanas, observó su figura en el.
Su cuerpo, alto y en forma alcanzaba a distinguirse a la perfección, vestía solo su pantalón de pijama, que era de un color oscuro.
Su piel pálida, que hacía que sus venas azules se notaran a la luz, combinaba a la perfección con su tono de cabello y entonces sus ojos resaltaban aún más, aunque siempre los llevaba ocultos bajo unas gafas de sol.
Tocó su pecho, y levantó su mirada hacia su reflejo, justo en el centro, se podía apreciar una gran cicatriz, esa imperfección en su piel había sido resultado de una de las largas operaciones a las que había sido sometido en el pasado.
Operación que le había salvado la vida, así era, pero le había dejado esa gran marca de por vida, todos los días la observaba por unos segundos, no podía creer que seguía ahí, con vida, respirando en este plano terrenal, pero lo agradecía, siempre lo hacía.
Había tomado una gran decisión, la había pensado durante algún tiempo, esa cicatriz tendría que servir para algo, tenía que tener un propósito, y que mejor que el de recordarle a la persona que más amaba.
La idea había venido a su mente tiempo atrás, cuando caminando por el parque, la había visto, el ser vivo más hermoso y el más indefenso de este mundo.
A su cabeza llegaron los momentos que habían compartido juntos, todas las risas, todo el trabajo, todo el aprecio y finalmente todo el amor entre ambos.
En ese momento la idea se plantó en su mente y la noche anterior se había decidido a volverla realidad.
-De algo servirá, así te llevare conmigo a donde vaya...-Viktor pasó su mano por la larga cicatriz y soltando un suspiro entró al baño, el día apenas comenzaba.
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El puesto de tatuajes era el más reconocido de Los Santos, Volkov no iba a confiarle su cuerpo, y muy probablemente su salud a cualquier persona, tenía que ser el mejor, alguien que hiciera un buen trabajo.
Entró y antes de decir nada, se dedicó a observar detenidamente todo en ese lugar, estaba nervioso, nunca pensó que llegaría a marcar su piel de por vida o al menos por elección propia.
-- ¡Buenos días! En que le podemos ayudar señor- Una voz chillona se escuchó de repente, Viktor se giró y observó hacia el mostrador.
Detrás se podía apreciar a una chica, con una sonrisa en su rostro, en su cuerpo se alcanzaban a percibir algunos tatuajes, el ruso los observó por unos segundos antes de responder.
-Privet, tengo una cita, mi nombre es Viktor Volkov...
La señorita asintió, tecleo algo en un computador y después le pidió a Viktor que la siguiera a un pequeño estudio, ya no había vuelta atrás.
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Dos semanas habían transcurrido, su tatuaje ya estaba completamente sanado, y se dedicaba a mirarlo fijamente.
De nuevo se encontraba frente a ese espejo en su habitación, sin despegar la vista del diseño en su cuerpo.
Se podía apreciar una mariposa, una mariposa Morpho, de un color azul precioso, sus alas se encontraban a los lados de la cicatriz de Viktor, la que representaba el cuerpo.