Viktor Volkov y Horacio Pérez llevaban más de 6 años casados, su relación siempre parecía perfecta a la vista de los demás, y quizás así era, pero tenía sus momentos malos como todos.
Viktor regresó ese día cansado, más de lo habitual, la cuidad últimamente parecía sólo crear problemas, y su trabajo de comisario lo mantenía siempre en tensión.
Al entrar a su hogar, su hijo Jack lo recibió con una sonrisa, y corrió hacia sus brazos, el pequeño tenía ya 5 años, y era el alma de ese hogar.
Después de un corto abrazo y de una sesión de pequeños besos en su mejilla, el pequeño regresó la atención a sus juguetes, esparcidos por el suelo.
Horacio bajó en ese momento por las escaleras, vestía su pijama favorito, el que hacía juego con el de su pequeño hijo, llevaba su móvil en sus manos, y le dedicó una sonrisa radiante a su esposo.
-Hola... regresaste antes, ya íbamos a dormir, mañana es el primer día de escuela de cierto caballero, y tienen que descansar. - Horacio pasó una mano por el cabello de Jack, y depositó un beso en los labios de su pareja.
Quien se lo devolvió, pero sin mayor entusiasmo, después de preparar todo, ambos acompañaron a Jack a su habitación, y después de arroparlo y darle su beso de buenas noches, entraron a su habitación.
Horacio conocía a su esposo, tantos años juntos ya le hacían saber incluso lo que pensaba, así que no se acercó a besarlo, sabía que esa noche no era buena.
-¿Estas bien Viktor? Llevas varios días así, dime que te pasa y vamos a resolverlo, para eso estamos juntos... -Susurró el de cresta, mientras tomaba la mano del padre de su hijo, quien negó con la cabeza y se alejó.
Entró al baño de la habitación, y después de una larga ducha, que más que nada fue para hacer tiempo y que Horacio se durmiera, salió en el más profundo silencio.
La habitación ya estaba completamente a oscuras, Horacio había llorado por unos segundo, sentía como su marido se alejaba y no podía hacer nada, Viktor se colocó su pijama y entró en su lado de la cama, el derecho.
-Solo quiero que sepas que siempre estoy para apoyarte y escucharte, prometimos que la mierda del mundo no nos afectaría nunca, si es que es eso... te amo Viktor. - Exclamó Horacio, sin darse la vuelta.
Volkov iba a decir algo, pero mejor guardó silencio, permaneció con su vista clavada en el techo mientras sus pensamiento daban vueltas por su cabeza.
Amaba a su esposo, claro que lo hacía, al igual que adoraba a su pequeño y a la pequeña familia que habían formado.
Pero algo pasaba, su vida se había vuelto monótona, todos los días realizaba lo mismo, y además la cuidad no hacía más que crear problemas.
Pensó que quizás lo mejor para su vida hubiera sido el nunca haberse casado con Horacio, el nunca haberse dado esa segunda oportunidad, tal vez eso hubiera sido un bien para ambos, sabía que no lo hacía feliz últimamente y eso lo estaba matando, con ese deseo, se quedó profundamente dormido.
El sonido de su alarma lo asustó, era extraño, siempre lo despertaba Horacio, estiró su mano y a tientas la apagó.
Se estiró antes de abrir los ojos, y notar la habitación en la que se encontraba, paredes con tonos oscuros, iluminación tenue, y sábanas grises, era su habitación de soltero.
Se levantó rápidamente, no recordaba haber llegado a ese lugar, ya ni siquiera era suyo, después de casarse, habían comprado una casa que era donde vivían.
