El agente especial del FBI Horacio Pérez se encontraba patrullando como de costumbre, se estaba adaptando a su nueva vida, a su nuevo ritmo.
Llevaba su chaqueta con el logo de la agencia de investigación criminal, y cubría su rostro con una máscara negra, no porque no deseara que lo reconocieran, si no porque así se sentía más cómodo a la hora de trabajar.
Ese día le tocaba patrullar solo, Conway y Gustabo habían tomado unos días libres, y solo él se encontraba de servicio.
Después de dar algunas vueltas por la cuidad, y de notarla más tranquila que de costumbre, la idea de pasar algún rato por el norte brilló en su mente, con una sonrisa se arrebató la máscara y se acercó a la tienda de ropa más cercana.
Horas después el agente se encontraba esposado y sentado dentro de un auto policial, no sabia como había terminado así, su ropa siempre perfecta estaba ahora llena de polvo, y con algunas gotas de sangre.
Después de un rato en aquel establecimiento, se armó una gran pelea, a las afueras del lugar, la gente corría, los golpes volaban, y Horacio estaba en medio de todo.
Las luces y los sonidos característicos de las patrullas policiales resonaron por la carretera, pero nadie les prestó atención, hasta que vieron llegar los autos con el sello LSSD en ellos.
Muchas personas fueron capturadas, algunas de ellas atendidas por uno que otro golpe, mientras Horacio esperaba su destino dentro de ese vehículo, aunque sabía que saldría bien librando, además de ser un agente encubierto, tenía un amigo en ese departamento.
El hombre en quien pensaba se acercó en ese momento, pero antes de subir al patrulla habló por radio, tardó unos segundos pero a causa del ruido de fuera, Horacio no alcanzó a entender nada.
Subió y se abrochó el cinturón, antes de observar al de cresta a travez del retrovisor y sonreír sin poder evitarlo.
-Joder Horacio, ya estamos otra vez... - Exclamó, mientras partía del lugar, con rumbo al sur, donde iba a dejarlo.
-Ford ¿Tenemos que hacer esto siempre?
Me empiezo a aburrir, a la próxima me daré a la huida. - Respondió Horacio, mientras sonreír y se quitaba las esposas, que no habían sido colocadas con fuerza.-Sabes que tiene que ser así para no levantar sospechas, te comienzas a ganar su respeto, más aún con ese golpe que me diste. - El hombre de barba sonrió y se tocó la mandíbula, donde el agente Pérez le había dado un buen golpe mientras intentaba huir.
El teniente Kevin Ford era un buen hombre, Horacio lo sabía, desde que se conocieron se habían vuelto poco a poco más cercanos, hasta ahora que ya se consideraban buenos amigos.
Horacio se acercó, y apoyó sus brazos y cabeza sobre el asiento delantero, mientras observaba el perfil del hombre, era alto, era fuerte, era guapo, pero sobre todo era amable, cualidad que el de cresta más amaba en las personas.
Ninguno dijo nada más en el camino, pero no era un silencio malo, era uno de esos que no quieres romper, porque el ambiente se siente tan tranquilo que así estás en paz.
Al llegar al lugar donde se encontraba el auto del agente, Horacio bajó del patrulla, pero antes de cerrar la puerta se agachó y exclamó.
-Bueno, otro éxito más, nos vemos pronto Ford. - Con una sonrisa se alejó, y entró a su auto.
El teniente se la devolvió, suspiró y partió del lugar, con sus pensamientos desordenados y el corazón acelerado.
Horacio subió a su vehículo, que ahora lucia un estampado de leopardo y tomó su móvil de la guantera del auto, tenía varias llamadas perdidas de Conway.