A pesar de haber terminado la búsqueda, y de que ese fuera el catastrófico final, Volkov no se fue de la casa, permaneció viviendo ahí, a petición de Horacio.
Ellos poco a poco se volvieron más y más cercanos, tanto que cada que Pérez tenía una pesadilla, al primero que acudía era a Viktor, quien lo acompañaba a su habitación, y no lo abandonaba hasta que el de cresta se dormía de nuevo.
Aunque el ruso escapaba algunas noches, a veces no regresaba a dormir, y eso Horacio lo notaba.
Él ya tenía suficientes problemas, no lo comentaba, pero las presencias y sobre todo esa extraña voz, lo seguía llamado y cada día con más insistencia, lo atormentaba.
Un día cansado de todo, tomó una decisión, se iría del lugar, convocó a una pequeña reunión en el comedor, y les informó sobre su decisión.
-Me voy a ir, yo sé que usted estará bien sin mi Conway, al final ya tiene las respuestas que siempre buscó, y tú Volkov podrás volver a tu vida, antes de que te arrastráramos a esto.
Estaré bien, pero necesito irme de esta cuidad, me esta asfixiado, las voces no dejan de sonar y tengo miedo, miedo de hacerles daño, solo será por un tiempo...- Horacio era sincero, primer observó el rostro de Conway, siempre inexpresivo, y después buscó los ojos claros que amaba.
-Eres un idiota si crees que te dejaré ir solo... - Exclamó Jack, iba a agregar algo más cuando Volkov lo interrumpió.
-No irá solo, yo iré con él, lo cuidaré... - Agregó el ruso, mientras se servía un vaso de vodka.
Horacio suspiró, no era un niño, además quería estar solo, la presencia de ese hombre solo lo pondría aún más nervioso, se puso de pie y en silencio partió rumbo a su habitación, donde comenzó a empacar.
-Cuídalo Volkov, se hace el fuerte, pero sé que está aterrado... - Conway acepto la bebida que Viktor le ofrecía, y ambos brindaron.
-Me importa, más de lo que usted se imagina, lo voy a cuidar... - Fue lo único que salió de los labios del ruso.
No mentía, Horacio de verdad le importaba, se había vuelto el nuevo talismán en contra de las pesadillas del de cresta, aunque un tema seguía rondando su cabeza ¿Como explicaría sus salidas nocturnas?
-¡Aquí es! Mírala Viktor, esta igual que cuando la deje. - Horacio parecía un niño pequeño, entró corriendo a la pequeña cabaña, dejando al hombre fuera de ella llevar las maletas.
Se encontraban a las afueras de la cuidad, en una pequeña cabaña a la que Horacio le tenía mucho cariño.
Volkov la observó por unos momentos, antes de suspirar y entrar, cargados las 3 pesadas maletas.
El de cresta tenía una sonrisa nostálgica en su rostro, durante todo el camino le había comentado al ruso que le tenía un especial cariño a ese lugar, ahí había crecido con su madre, antes de conocer a Gustabo y a Conway.
El lugar estaba sucio y descuidado, rápidamente se pusieron manos a la obra y en pocas horas el lugar estaba reluciente, ambos tomaron asiento en un sofá que ahí se encontraba.
-No sabes cuanto extrañas un lugar hasta que regresas a el, ¿Tú no entrañas tu hogar? - Preguntó el de cresta, mientas apretaba una taza de chocolate en sus manos, daba pequeños sorbos y se veía adorable.
-Yo no tengo un hogar, no sé lo que es eso, nunca he sentido esa pertenencia a ningún lado, no lo se, quizás no todos tenemos esa suerte... - Respondió Viktor, mientras dejaba su taza en la mesita frente a ellos.
-Lo siento, yo aquí recuerdo a mi madre, pero en la casa con Conway también me siento bien, es el único padre que he conocido. - Horacio se terminó su bebida, antes de observarlo a los ojos, Volkov hizo lo mismo.
Estaban cerca, el clima frío se sentía en la habitación, el mundo fuera de esa pequeña cabaña no existía, solo ellos.
Horacio jalo las mangas de su camisa larga, en señal de nerviosismo, apartó la mirada y observó la mesita frente a ellos.
Sabía que eso había sido una mala idea, no sabía cuánto tiempo podría mantenerse alejado de él, lo deseaba, lo amaba.
Desconocía que el ruso se sentía igual, Viktor lo iba a tomar del hombro, pero terminó arrepintiéndose y apoyando la mano en el respaldo del viejo sofá.
-Me iré a dormir, estoy muy cansado. - El de cresta se retiró, pero antes de cerrar la puerta de su habitación, observó a Viktor a los ojos una vez más, y exclamó.
-Gracias por hacer esto, por venir conmigo, por no abandonarme... - Y con una pequeña sonrisa, cerró la puerta.
El ruso se recostó sobre el sofá y antes de cerrar los ojos, la última imagen en su mente fue la sonrisa del de cresta.
Por primera vez no hubo pesadillas para Horacio, pudo dormir en paz, era la tranquilidad que le proporcionaba el sabe que Volkov estaba detrás de esa puerta.
(Pt 4)