"-¿Qué es el amor sino una especie de criatura que espera ser desatada? Una enfermedad ¿Qué nos trae a ninguno de nosotros sino... confusión y desaliento?-"
Horacio se encontraba sentado al otro lado de ese viejo bar, observaba a un hombre frente a él,no lo conocía de nada, pero le habían comentado que era el hombre ideal para el trabajo.
Se puso de pie y se acercó hacia él, mientras con sus manos alisaba su camisa, tomó asiento en la sucia mesa, y lo observó detenidamente un momento.
El hombre le devolvió la mirada, de arriba a abajo, para después rellenar su vaso de aquel líquido transparente.
-¿Necesitas algo? - Preguntó, quizás en un tono demasiado serio, mientras se terminaba el contenido de un solo trago.
-Eres Viktor Volkov ¿Cierto? - Preguntó el hombre de cresta roja, mientras sacaba una pequeña tarjeta de su bolsillo.
Se percató del asombro en los ojos de aquel extranjero, antes de continuar hablando.
-Si que lo eres... - El desconocido de piel morena dejó salir algo parecido a una sonrisa, antes de continuar hablando.
-Sé que escapaste de Rusia, no se porque, y en realidad no me interesa, ven a esta dirección mañana en la noche, tenemos un trabajo que quizás te pueda interesar... -
Horacio dejó la pequeña tarjeta sobre la mesa, se iba a retirar cuando una fría mano se posicionó sobre la suya y lo detuvo.
-Un momento, no sé quién eres, no puedes pedirme que vaya a un lugar así como así... - Volkov tomó la tarjeta en sus dedos y la leyó detenidamente.
-¡Ni siquiera se llegar! - Exclamó, y entonces soltó a aquel hombre de la mano, quien tomó asiento de nuevo y se acercó más a él.
-Sabemos que eres un experto en armas, y un amigo y yo te necesitamos, la paga es buena y por lo visto... necesitas el dinero. - Contestó Horacio, prestando especial atención a la ropa del ruso.
-Tu ropa es de buena marca, pero ha vivido mejores épocas, tus zapatos son de diseñador pero están gastados, ese reloj que portas en tu mano izquierda es exclusivo, demuestra tu buen nivel, pero ya no estás en tu país.
Tú ven mañana en la noche, te hablaremos de todo, y si deseas te podrás marchar, pero necesitamos tus servicios. - El de cresta se puso de pie, pero antes de retirarse agregó.
-Si no sabes llegar, pregúntale a un policía... Por cierto, soy Horacio, Horacio Pérez. - Y con un asentimiento de cabeza salió de aquel lugar.
Dejando al ruso confundido, y con otro problema más a la lista, pensó en tirar la tarjeta, pero de verdad necesitaba un trabajo, al salir de su país no se había llevado nada más que sus dos pistolas policiales, las que usaba cuando estaba de servicio.
Siempre las llevaba a todos lados, las tanteo bajo su chaqueta, antes de servirse otro vodka y seguir tomando, pensó en Horacio, aunque lo acababa de conocer pudo notar algo en él, aunque no supo que fue.
Era enigmático, un aura de misterio lo rodeaba, lo había notado desde que entró al bar, pero nunca pensó que se acercaría y menos con una propuesta así.
Se relajó sobre su asiento, aún tenía un día para pensar si iría o no, aunque sabía que iba a asistir a la reunión de todas formas.