Las sorpresas del insomnio. (One-shot) Lunarry

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No podía seguir así, era inhumano no dormir durante más de cinco días, debía haber un límite qué el cuerpo pudiera soportar. ¿Una semana? ¿Diez días? Las bolsas bajo sus ojos eran lo de menos, aunque tampoco resultaba muy grato qué Lavender Brown tratara de colocarle rodajas de pepino en cada oportunidad. ¿Por que Ron se había enredado con una chica así? Ojalá tuviera fuerzas para contestarse.

-No quiero sonar como esa idiota descerebrada, de hecho lo odiaría si ese fuera el caso, pero Harry, en verdad necesitas dormir. Horrible es una palabra corta para describir como te ves en este momento. -Hermione se notaba más preocupada esa mañana, el azabache no supo interpretar si era por él o por su reciente corazón roto a causa de su amigo pelirrojo.

-Bueno, con riesgo a sonar como Ron, ¿acaso crees que no lo intenté ya, Mione?

Las pequeñas arrugas en la frente de Hermione y su griterío sobre porqué ya no quería ser llamada "Mione", fueron suficiente para que una fuerte migraña lo llevara lejos de la sala común. Era un sábado fastidioso, muy temprano para ir a Hogsmeade, su última esperanza era qué el boticario del pueblo le recetara algo diferente a lo que madame Pomfrey le dio toda la semana. La sanadora, por alguna clase de razón extraña le había negado rotundamente una poción de sueños sin sueños, argumentando qué era mejor no comenzar a hacerse adicto a ellas y que todo se trataba del estrés. Obviamente estaba estresado, cualquiera con sentido común sabía el porqué.

-Estoy demente por intentarlo. -murmuró encaminando sus pasos al exterior del castillo, rumbo al inicio del bosque prohibido. No se adentraría mucho, unos cuantos metros serían suficientes.

En vacaciones, su horrible tía Petunia había sufrido de insomnio, lo cual ya sonaba a un problema hereditario. Ella también intentó de todo, solo consiguiendo dormir cuando compro unos audífonos, un reproductor y varias cintas con sonidos del bosque. Llamó al remedio "bendición natural" y no volvió a quejarse más. Harry lo intentaría en vivo y en directo.

Sin más, escogió un árbol de follaje abundante, la tierra bajo su cuerpo no era húmeda así que no se enfermaría, se dejó caer en un desorden de extremidades y esperó que nada malo le pasara, aunque con la cabeza embotada por la falta de sueño poco le importó si algo se lo comía y terminaba su sufrimiento.

-Qué drama. -se reprendió, cerrando los ojos y concentrándose en el ruido armónico del todo qué lo rodeaba.

Los minutos pasaron y nada, no llegaba ese descanso qué tanto necesitaba, aunque sin dudas era relajante estar ahí, su cabeza reposaba sobre el bulto de una enorme raíz enterrada, sus piernas y brazos abiertos y flácidos en el suelo. Pequeños rayos de sol se filtraban entre las hojas y pintaban luces dispersas detrás de sus párpados, como un caleidoscopio qué solo podía verse con los ojos cerrados. Mentiría si decía que no lo estaba disfrutando, al menos hasta que una sombra se cernió sobre él. Los pasos fueron delicados, pero los escuchó claramente, alguien estaba impidiéndole disfrutar de su reposo y ya podía intuir de quien se trataba.

-No me regañes, esto era mi última opción, pero como ves no ha funcionado. Y sí, antes de que grites, ya se que es peligroso estar aquí tan descubierto, pero si sigo sin dormir será igual de peligroso que si Voldemort me encuentra, de cualquier forma moriré así que... solo no grites, Herm, la migraña ya cedió un poco.

Su discurso debió funcionar pues no recibió réplica, en cambio la sombra se apartó, a su lado la tierra vibró un poco con las pisadas. En su mente, Harry dibujó a Hermione sentándose e inmediatamente extendió su mano para alcanzarla, un poco de consuelo amistoso era mejor que padecer en soledad. Una pequeña mano se unió a sus dedos cerrándose tiernamente, mientras que otra, empujaba su cabeza y la movía de lugar. Harry cayó en algo más suave qué la raíz, las piernas de una mujer.

Bucle *Antología*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora